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Abominable crimen

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 31/08/2020

Una de las mayores atrocidades por las devastadoras consecuencias que acarrea no solo a sus víctimas directas, sino a sus familiares, allegados y en general a la sociedad, lo constituye la trata de personas. Es un delito execrable. Para visibilizar este fenómeno que deja millones de víctimas en todo el mundo, fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata de Personas.

Este delito está constituido por la captura, traslado o recepción de personas con propósitos de esclavitud laboral, mental, reproductiva, explotación sexualtrabajos forzados, extracción de órganos, o cualquier forma moderna de esclavitud contra la voluntad y el bienestar del ser humano. Un delito internacional que tristemente se mantiene desde hace siglos en el mundo, y que afecta a millones de hombres, mujeres, niños y niñas.

La organización Save the Children calcula que por lo menos 12 millones de personas están siendo sometidas a explotación para realizar trabajos forzosos o servidumbre sexual. El 13% de las víctimas de la trata de personas detectadas en Europa Central y occidental provienen de países de América del Sur. El 66% de las víctimas identificadas desde 2006 en países de América Latina son mujeres, el 13% niñas, el 12% hombres y el 9% niños. En el 2019 en Colombia se identificaron 124 víctimas de este tipo de delito, considerado como el tercero más lucrativo en el país, después del narcotráfico y la venta de armas.

Este marco tan brutal es en el que se inserta Felipe Agudelo Tenorio, para desarrollar su última novelaEl escritor, poeta, narrador y guionista nació en Bogotá en 1955, tiene previamente publicadas dos novelas, Las Raíces de los Cielos, 1993, y El Vuelo Negro del Pelícano, 2016; también libros de cuentos, y poemas. Ha sido colaborador de periódicos y revistas culturales en varios países, e igualmente para la televisión nacional ha escrito dos producciones La Hija del Mariachi y La Ley del Corazón.

Búsqueda Incesante constituye una verdadera pieza de novela negra al estilo de los grandes, pues así como Leonardo Padura nos narra a través de su detective Mario Conde los grandes hallazgos para dilucidar los crímenes investigados, Felipe Agudelo nos lleva de la mano de Gotardo Reina a través de una cloaca increíblemente descrita, tal como nos lo ha enseñado Mario Mendoza con su experiencia investigativa por haber frecuentado el bajo mundo o inframundo del hampa bogotana, para inspirarse en sus libros.

La profesión de Felipe Agudelo derivó de la tragedia de su vida, encarnada en la desaparición hace doce años de su hermana menor, el día que la acompañó al centro comercial en donde se iba a encontrar con sus amigas para entrar a cine y luego comerse un helado. La llevó en su camioneta y la dejó en el andén, ella salió corriendo del carro al encuentro con sus amigas, diciéndole que le gustaba mucho hablar con él porque lo amaba con todo el corazón.

  Nunca llegó. Todavía me punza el mismo frío horrible que sentí, como si la mismq muerte se me hubiera metido de sopetón dentro del cuerpo. Nunca llegó. Dos palabras que he oído demasiado, que se repiten, me persiguen y me torturan sin cesar. Amarilis nunca llegó a ese cine. Nunca llegó a verse con sus amigas. Nunca llegó a la heladería. Nunca llegó a la casa. Nunca llegó.

Cuando con el tiempo se dio cuenta que ese terrible dolor, esa permanente zozobra, esos nefastos pensamientos que acompañan, ya no solo a la víctima sino también a sus allegados, pensó que su conocimiento del tenebroso medio, su facilidad de infiltrarse sin despertar muchas suspicacias, su capacidad de análisis, sus cualidades de investigador, sus habilidades para establecer los más torcidos vínculos que le pudieran ayudar en sus pesquisas y muchas otras cosas más, decidió ofrecer sus servicios a través de su oficina de Investigador Privado.

Supo ejercer muy teatralmente su oficio, no solo en las apariencias, sino también en los resultados. Cada cliente satisfecho o no, era su mejor carta de recomendación y cuando lo conocían, inmediatamente se confiaban a él, una imagen es mejor que todo un discurso. Su vestimenta no es que fuera la de un dandi, pero es que no era eso lo que buscaba, quien lo contactaba: Quien me viera concluiría que había dormido vestido, tras los avatares de una rumba brava. Pero, por favor, no se confundan, esa es una pinta que acostumbro, no por comodidad, sino por cálculo. A la gente se la juzga por la sola apariencia y he constatado que cultivar una facha desaliñada les induce una gran confianza a mis clientes, pues no conozco al primero que al buscarme no esté pensando en alguna película que vio.

Además de su hábil secretaria Hortensia, sabía que podía contar con su hermano menor Lotario, dueño de lujosos bares y reservadas discotecas, quien, para la protección y control de sus establecimientos, contaba con un bien adiestrado y fiel equipo de seguridad, él además era campeón en defensa personal, artes marciales y otro poco de cosas similares.

Otro referente es uno de sus informantes Yizus Kraist, de él afirma: …me recuerda a un camaleón, pues se mimetiza con primor en los ambientes que se propone descrestar. El engaño es su arma preferida. Además, Yizus es delgado y no muy alto, lo golpearon demasiado como para que aprendiera a defenderse, devolviendo ojo por ojo, diente por diente, lo suyo es más autóctono: hígado por ojo, testículos por diente. Pero para esas prácticas manipula, compra, induce, seduce o amenaza sin contemplaciones a otros, para que sean ellos los que se manchen las manos, puesto que a él únicamente le interesa mancharse la conciencia, si es que la tiene.

Con este arsenal de personas, contactos y su propia seducción personal logró armar un equipo muy competente, y así comenzó a infiltrarse en esa cloaca en la cual, se satisfacían los gustos más extravagantes, en cuanto a droga, sexo y cualquier otro desvío inimaginable del ser humano, el mismo agrega: Allí —entre otras actividades nocivas— se testean los narcóticos psicotrópicos y alucinógenos que aún están en fase experimental y cuyos efectos primarios son aún desconocidos en el mercado internacional, que ávido está  a la espera de que le presenten sus novedades.

En una incursión que había concertado con la policía para rescatar a una menor que estaban prostituyendo, logró no solo ingresar al sitio, sino despertar inquietudes entre los presentes, pero con la naturalidad que lo caracterizaba, pudo salir airoso después de haber logrado identificar la niña que iban a rescatar. Pero la suerte no lo acompañó hasta el final, pues en la afanosa huida tropezó con Mulo Muerto y su gente, y luego se supo que estaba ya convenido. El apodo le venía de la patada que tenía y del hedor que expelía. La paliza fue memorable.

En medio de sus recorridos supo que este siniestro personaje era quien capturaba las niñas para luego negociarlas y fue así como conformó el plan para rescatar el mayor número posible de ellas, ayudado de su perseverancia, su astucia y sobre todo su repugnancia por ese maligno ser. El factor sorpresa iba a ser en este caso su mejor arma, además del apoyo de su hermano y su escuadrón tan bien entrenado y aperado. Lo cogieron desprevenido con sus hampones de guardaespaldas. Así describió el encuentro: Al tenerlo cerca se le vienen a la mente las imágenes de las niñas desaparecidas y siente deseos de matar al tipo, ganas de clavarle su cuchillo en la barriga, de abrirle la garganta y dejarlo desangrar. Los dos se miran en silencio. Un combate sordo en el que uno lucha por controlar el odio y el otro por ocultar el miedo… Pero Gotardo retrocede, sonríe y da una orden seca. Él sabe que la única verdadera hazaña moral de una persona es abstenerse de la venganza, pues el que cede a ella se rebaja a convertirse en alguien igual al agresor. No obstante, el castigo si es una acción recomendable.

Como bien sabe nuestro detective está ante un delincuente de los más peligrosos, además de obstinado en el silencio, cuando le conviene. Por eso una confesión espontanea del sitio en donde tiene confinadas a sus víctimas es impensable por los métodos más ortodoxos, así que lo hizo desnudar por su grupo de apoyo y ya con él inerme, comenzó su convincente interrogatorio, cuchillo en mano: –Yo sé que aquí no están, pero sé que tampoco están en el centro…Usted es un monstruo, sí, pero no es completamente estúpido. ¿Le repito la pregunta? ¿O empezamos a cortar? / –¿Si le digo donde están me va a soltar? / –Si no me dice dónde están lo voy a capar…/–Usted no puede hacer eso… / –Para que me crea, empecemos por un testículo. ¿Cuál prefiere, el derecho o el izquierdo?

Gotardo Reina logró rescatar de las garras de unos hampones a un grupo de menores, entregar a Mulo Muerto a la policía, eso sí, un poco averiado, reponerse de una dolorosa frustración amorosa, develar el misterio de la desaparición de una persona, pero en su corazón sigue el gran vacío de la ausencia de su hermanita menor, esto es precisamente lo que lo motiva a continuar con su búsqueda incesante.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas