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Agua y jabón para el rey del rock ‘n’ roll

Por: Rafael Santander*

Fecha de publicación: 04/10/2022

El mes pasado Elvis llegó a la plataforma de video HBO Max y después de su relativo éxito en cartelera despertó mi curiosidad. No me dejó decepcionado, aunque sí notablemente confundido. Un ejercicio tan descarado de propaganda siempre despierta muchas preguntas.

El mejor adjetivo para calificar la película es «cuestionable». Desde sus decisiones estéticas hasta las de guion, mi relación con la película osciló entre el antagonismo y la indiferencia durante casi todas sus dos horas y media de duración y mi sorpresa fue grande al ver el nombre de un director veterano en los créditos, «Baz Luhrmann», reconocido principalmente por dos títulos de culto: Romeo y Julieta (1996) y Moulin Rouge (2001). Esta última, una comedia musical que me gusta personalmente y también a algunas leyendas del género como Stanley Donen (Singin’ in the Rain) y Robert Wise (West Side Story).

Luhrmann se hizo un nombre gracias a su estética expresiva y transgresora que involucra recursos como el abuso de colores brillantes y saturados en la escenografía y vestuario, miradas a cámara, angulaciones poco habituales, amor por la música popular e incurrencia en anacronismos que juntos lograban producir universos vívidos, vibrantes, desbordantes de energía y plenamente autoconscientes.

Este director no hubiera podido ser más apropiado para Elvis, una vida de conciertos, sexo, abuso de sustancias, resacas infernales y dramas dignos de folletín suena como el conjunto perfecto de ingredientes para que Luhrmann pudiera deleitarse y deleitarnos con un brebaje delirante. Pero así como ocurre en la película con Elvis Presley, ocurre en la vida con los talentos, no sabemos quién está detrás de ellos poniendo el capital ni cuáles son sus intereses. El resultado: Elvis es el retrato de un músico maniatado por su mánager narrado por un director maniatado por sus productores, un álbum de grandes éxitos con imágenes en movimiento y datos biográficos, pero también, y sobre todas las demás cosas, un ejercicio profesional de barrer mugre bajo la alfombra.

Es descarada la preocupación de la película por deificar a Elvis, no basta con que sea una buena persona, carismática, talentosa y bienintencionada, también es una pobre víctima de un mánager despiadado, un padre avaro, una fama inmanejable y un público insaciable; además lo pintan de revolucionario, de figura conciliadora entre negros y blancos, del mejor amigo de los músicos afroamericanos, lo único que hizo falta fue que tuviera pelo largo y barba y la capacidad de convertir el agua en vino. Si existiera honestidad de parte del equipo de realización, la imaginería religiosa o el relato mitológico hubieran hecho parte de la película, también eso la hubiera hecho más interesante, pero la cobardía es evidente, para evitar el escándalo rehúyen a cualquier atrevimiento estético, narrativo o argumental.

El guion parece fan fiction escrito por un equipo de novatos. Esto sorprende porque Luhrmann lleva 30 años de carrera, aunque hay que reconocer que su fuerte no es el drama ni los personajes profundos, por el contrario, estos tienden a ser estereotípicos y unidimensionales, cosa que se presta muy bien para la ficción de género como la comedia, el terror o el romance, pero para retratar a un personaje real sí resulta problemático.

Otras biopics de músicos populares como Ray (2004) muestran el infierno personal del protagonista, la tensión constante entre sus raíces y su carrera, cómo la música, a la vez que le ayuda a sobreponerse a algunos conflictos, genera otros. En Elvis no tenemos acceso al alma del músico porque lo vemos desde la óptica utilitarista de su mánager, el coronel Parker.

Directores de musicales contemporáneos como Damien Chazelle y John Carney —Whiplash (2014) y Sing Street (2016) respectivamente—, han representado con más éxito el personaje compositor e intérprete. Los números musicales que antaño interrumpían la narración pasan a formar parte del flujo natural de las escenas: presentaciones, grabaciones, ensayos y el proceso de composición está integrado dentro del propio drama, pone en evidencia dinámicas de grupo y problemas personales, siempre hay algo en juego: la carrera, el respeto de los colegas, el amor de la pareja, la factura de la luz, cualquier cosa importante para el protagonista que, en consecuencia nos parece importante a nosotros. A Elvis, en cambio, no lo vemos prepararse, ensayar, componer, ni mucho menos tener miedo, inseguridad o duda. No hay temor al fracaso, al desperdicio de tiempo, esfuerzo o dinero, todo le es dado, su música simplemente aparece sin necesidad de composición, no vemos pruebas de vestuario, no lo vemos maquillarse, escribir una letra, pedir una opinión. Me hubiera encantado ver a Elvis lavarse los dientes en ropa interior frente al televisor mientras intenta imitar los movimientos de Bruce Lee antes de su concierto de la noche, cualquier cosa que lo humanizara un poco, en lugar de eso, tenemos a un semidiós maltratado por todos aquellos en quienes confía y deposita su amor.

La decisión de narrar desde el coronel Parker es completamente nociva. Pues a este hombre lo caracterizan desde el inicio como la encarnación de todo lo que está mal en una persona: es avaro, estafador, manipulador, sin ninguna característica redentora aparte de ser interpretado por Tom Hanks. Su relación paternal con Elvis se torna muy rápido en antagónica, la película se mueve gracias a esta dinámica. Elvis se ve forzado en repetidas ocasiones a tomar una decisión: hacer lo que él y su público quieren versus lo que su mánager y los malvados hombres blancos conservadores le dicen que haga. Un falso dilema siempre. Nunca hay sacrificios que hacer ni precios por pagar.

Hacia el primer tercio de la película hay un momento cercano a lo dramático: para apaciguar las críticas de los más conservadores, Elvis se une al ejército. Verlo en una situación indiferente a su fama, las dificultades que debe vivir como militar, el desdén y resentimiento de algunos de sus compañeros, cómo la guerra afecta su forma de ver el mundo, la vida y, en consecuencia, su sensibilidad artística, pudieron acercarlo a nosotros los espectadores. Pero en lugar de darnos conflicto, la película nos entrega unos titulares de periódico y nos dicen que volvió con su imagen por lo alto.

¿Por qué ahora, después de tanto tiempo, le estamos lavando la cara a Elvis? La película es evidentemente comisionada y artísticamente restringida. No nos muestra ningún lado oscuro de Elvis, solo lo de mostrar. Por eso levanta en mí tanta sospecha la película. Ante ese esfuerzo tan grande y costoso de endiosar a Elvis Presley ¿qué es lo que se está tratando de ocultar?

*Escritor. Realizador de cine.