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Anécdota de Belisario con Otto Morales Benítez

Por: Jorge Emilio Sierra Montoya *

Fecha de publicación: 21/02/2023

“Los colombianos tenemos una deuda con Otto Morales Benítez, que nunca le pagamos: “¡No lo hicimos presidente de la república!”, dijo el expresidente Belisario Betancur, de quien el país viene celebrando por estos días el centenario de su nacimiento en Amagá, Antioquia, en febrero de 1923.

En memoria suya y de su gran amigo, el exministro caldense Morales Benítez, recuerdo de una graciosa anécdota que él mismo nos contó en la Academia Colombiana de la Lengua, institución de la que ambos personajes fueron miembros honorarios. Fragmento de mi libro “Huellas en la Academia” (Amazon, 2018).

Encuentro juvenil

Belisario Betancur era entonces, a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, un pobre estudiante de provincia (de Amagá, por más señas) que a duras penas lograba sobrevivir en Medellín. Disfrutaba de una beca -¡Gracias a Dios!- para estudiar Derecho en la Universidad Pontificia Bolivariana, pero solía estar con los bolsillos vacíos, aunque fuera presa de grandes ideales, de locas ambiciones, mientras devoraba más y más libros, hablaba de literatura e historia, y hacía sus primeras incursiones en la política, lejos de imaginar adonde habría de llegar. La difícil situación económica le golpeaba con rigor.

Por fortuna, había hecho amistad con uno de sus condiscípulos: Otto Morales Benítez, pueblerino como él (de Riosucio, en Caldas); recién llegado de Popayán, donde había terminado bachillerato, y, en buena hora, fundador de “Generación”, el suplemento literario del tradicional e influyente periódico El Colombiano, que dirigía junto a otros dos jóvenes intelectuales: Jaime Sanín Echeverri y Miguel Arbeláez Sarmiento, quienes, todos a una, no dudaron en abrirle las puertas para divulgar sus escritos.

¡Sólo que no podía firmar con su nombre! ¡No! Como él, Belisario, no era codirector del suplemento, ni columnista, ni nada parecido, tampoco le iban a pagar un peso por tales colaboraciones, según el mandato supremo de las directivas del diario. Y como su problema era la falta de plata…

Remedio a la vista

Fue cuando a los jóvenes periodistas se les ocurrió una brillante idea: que como allí tenían a su cargo una columna de opinión -“Ecos y comentarios”-, firmada por los tres, ¡cada semana podrían rotarse para que uno de tales comentarios fuera de Belisario, pagándole así, sin que nadie, absolutamente nadie, lo supiera!

De hecho, El Colombiano les pagaba a Otto, Sanín y Miguel por su columna y por el suplemento, pero ellos a fin de mes le entregaban su parte a Belisario, por derechos de autor, aunque él nunca firmara sus notas. Entretanto, Morales Benítez, quien realmente era el mandamás de “Generación”, celebraba la ocurrencia con su estruendosa carcajada que se escuchaba a lo largo y ancho del vasto territorio antioqueño.

Belisario, en cambio, no tenía motivos para morirse de risa. Estaba contento, claro está, por la mesada que recibía, suficiente para comprar más libros, aunque sus bolsillos (y su estómago) siguieran vacíos, pero era una verdadera tortura colaborar en esa forma, pues sus comentarios eran de su autoría, no de sus amigos, cuyos estilos eran bastante distintos al suyo.

¿Cómo iba a escribir -se preguntaba, aterrorizado- a la manera de Otto Morales Benítez, de Jaime Sanín Echeverri o de Miguel Arbeláez Sarmiento? ¿Cómo? ¿Si cada uno tiene su propio estilo, fácil de identificar por cualquiera y, en especial, por el director del periódico, Fernando Gómez Martínez, un intelectual con todas las de la ley, a quien nadie podía meterle gato por liebre?…

Fue cuando encontró, de nuevo con la ayuda divina, la fórmula para evitar ser descubierto en su fechoría: si la columna en cuestión era suscrita por Otto, debía citar, con insistencia, al peruano José Carlos Mariátegui; si lo era de Sanín, pasearse a cada paso por el Siglo de Oro español, con uno que otro verso de fray Luis de León, y si finalmente era de Miguel (quien se las daba de vanguardista), hablar de Novalis, Rilke, Kafka y los poetas simbolistas, como Mallarmé.

“Yo tenía, pues, tres seudónimos: Otto Morales Benítez, Jaime Sanín Echeverri y Miguel Arbeláez Sarmiento”, recordaba, entre risas, el ex presidente Belisario Betancur a mediados de 2015, con 92 años encima, sin olvidar la deuda de gratitud que tenía con sus viejos amigos ya fallecidos.

Escritor anónimo

“En este acto, al inaugurar la Sala Otto Morales Benítez en la Academia Colombiana de la Lengua y, sobre todo, con la creación del Instituto para el Humanismo Social, siento que por fin le estoy pagando esa deuda”, dijo el exmandatario conservador, pensando con nostalgia en la mano tendida del antiguo director de “Generación”, entonces recién fallecido en Bogotá.

“Pero, los colombianos -agregó- todavía tenemos una deuda con él, pues nunca le pagamos: ¡No lo hicimos Presidente de la República!”.

“¡Qué gran Presidente habría sido!”, dijo.

“Y ya se nos iba haciendo tarde para este reconocimiento al gestor del humanismo social en Colombia”, fueron sus palabras finales que, por cierto, sonaron como un reclamo más para pagar nuestras deudas con Otto Morales Benítez, el presidente caldense que no tuvimos.

Colofón

Cuando el ex presidente Betancur llegó ese día, hacia mediados de 2015, a la Academia de la Lengua, alguien se declaró gratamente sorprendido por lo bien conservado que estaba a tan avanzada edad.

“¿Y cómo no va a estar bien conservado? Al fin y al cabo, él es conservador”, dijo alguien mientras se abría un cordial debate en torno a la relación entre el conservatismo y la longevidad.

(*) Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua