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Artista invitado: Alejandro Valencia

Por: Laura Puerta Barco *

Fecha de publicación: 16/09/2021

Esta es una columna de entrevistas a artistas, gestores, creadores y agentes culturales seleccionados por la agencia cultural La Jaus para el periódico el QueHacer Cultural. Cada edición presenta un diálogo con un artista diferente, desde la perspectiva del entrevistador y entrevistado, con el objeto de descubrir aspectos de su trabajo, proceso creativo, opiniones, prácticas artísticas y formas de ver el mundo.

CAPÍTULO 1
Entrevista a Alejandro Valencia

Alejandro es un artista y educador colombiano nacido en Pereira en 1990. Realizó sus estudios en New World School of the Arts Miami, EEUU. Su obra ha sido expuesta en diversos espacios de Colombia y Estados Unidos dentro de los que se destacan ARTBO: Sección Artecámara (2020), Festival Internacional de Arte Contemporáneo de Manizales (2018-2019), Cisneros Fontanals Foundation en Miami (2017), Mindy Solomon Gallery en Miami (2017), Boca Raton Museum of Art, Boca Raton (2013) y Art Basel Miami (2013). Actualmente vive y trabaja entre Manizales, Colombia y Miami, EEUU.

¿Cómo y dónde empieza tu trayectoria artística?

Desde muy niño tuve inclinaciones hacia la plástica. Disfrutaba mucho la arcilla, la plastilina, la pintura, el dibujo, pero era algo muy hedónico. Yo hacía los pesebres en plastilina todos los diciembres en maquetas que cada año crecían en tamaño y complejidad. Me la pasaba siempre dibujando historietas, haciendo ilustraciones de dibujos animados, haciendo esculturas en una arcilla roja que mi papá me compraba en La 14 de Pereira. El arte siempre fue una constante en mi día a día, pero no sabía, ni entendía qué era o para que se hacía, así que mi formación fue muy empírica.

A los 16 quería ser fotógrafo de la National Geographic y cursé una electiva de fotografía análoga en el colegio, era pésimo fotógrafo. A los 17 me obsesioné con la pintura después de haber encontrado unas láminas de Velázquez y Dalí en la biblioteca municipal, y quise ser pintor. Comencé copiando todo tipo de estilo e ismo que encontraba en los libros de la biblioteca (que me los robaba) lo que me sirvió para construir un portafolio pequeño y así aplicar a una universidad de bellas artes en Miami llamada New World School of the Arts. Fui rechazado.

Me gradué en el colegio público y al no poder ingresar a la universidad de artes, entré a Miami-Dade College en el 2009, una universidad comunitaria donde entré a estudiar ciencias ambientales. Sin embargo, continuaba pintando obsesivamente. Después de un primer semestre abrumador, decidí ingresar a la Facultad de Bellas Artes de la universidad, lo que me permitió entrar en clases formales de dibujo, pintura y escultura, por primera vez.

Alrededor del 2010 – 2011, gano un concurso nacional de pintura en Estados Unidos, y es ahí donde siento que comienza mi trayectoria.

¿Qué puedes decirnos acerca de cómo ha sido el desarrollo de tu obra?

He sido muy empírico, así que mucho de lo que he aprendido ha sido por prueba y error. Afortunadamente he sido saludablemente obsesivo con mi oficio lo que me ha ayudado a persistir en el desarrollo de mi obra. También la inquietud me ha llevado por un proceso de experimentación lento y constante con varios medios, técnicas y conceptos.

Al principio quise ser fotógrafo al estilo de Ansel Adams y Leo Matiz. Me fascinaba la abstracción por el paisaje y el duro contraste entre blanco y negro. Después pasé por la pintura y el dibujo, y me interesé mucho por las temáticas religiosas y dramáticas del barroco. Pasé por varios ismos y “estilos” del siglo XX, lo que me permitió aprender y entender algo sobre el arte y la historia. Sin embargo, la tradición del arte occidental comenzó a ser foránea a mis intereses y en el 2013 dejé por completo la pintura, y me retiré de la universidad a mitad de carrera. Sentía que la formación académica carecía del entorno real que buscaba. La producción a la cual estaba expuesto era muy centrada en lo superficial, en lo que encaja al modelo de capitalización de las obras de arte en el mercado estadounidense, lo cual era una burbuja que para mi explotó bastante rápido.

La experiencia de ser un inmigrante me impulsó a buscar un retorno a mis raíces, y comencé a experimentar con medios no tradicionales al arte occidental, mucho mas arraigados a la artesanía y a las manifestaciones plásticas de los pueblos indígenas en el Centro y Sur de América. Me interesé por el tejido, los textiles, el uso de pigmentos naturales, el barro y la cerámica, por los materiales que tenían una historia y una memoria cercana al territorio del cual vengo.

¿Qué temáticas son visibles en tu trabajo artístico?

En mi práctica hay varias temáticas que cambian dependiendo de los contextos en donde me encuentro. Me he interesado por los espacios de contemplación y las dinámicas de la experiencia religiosa, las dinámicas de la resistencia, la muerte, la historia y la memoria.

Últimamente me he interesado por nuestra relación con la tierra desde el contexto histórico colombiano, y cómo esta relación contribuye a la construcción de memoria e identidad en el país.

¿Cómo llegaste a estas temáticas?

Creo que haber vivido una experiencia migratoria muy pequeña ha creado una condición constante de cuestionar y entender los contextos en los que me encuentro. Haber vivido una forma de desplazamiento, desarraigo y de shock cultural en donde todo aquello que consideraba parte de mi identidad se revolcó: idioma, costumbres, amistades, familia, etc., me ha llevado a tratar de comprender la forma que soy, mis creencias y cómo me relaciono con el mundo.

Desde muy temprano en mi carrera y práctica como artista me interesé por el efecto que el arte puede tener como agente de cambio en las personas y la sociedad. El arte religioso no solo era una manera de educar (adoctrinar) a los creyentes, sino que también generaba en ellos una experiencia más allá de la racionalmente comprendida, y eso me dio a entender que tanto los objetos como los espacios pueden cambiar las formas en que nos relacionamos con los demás, y con el mundo.

Entender la historia de Colombia, por ejemplo, viene desde una parte muy íntima de no saber nada sobre el lugar donde nací. Mi conocimiento de mi país natal se formó por cuenta de las historias de mi papá, que fue muy activo durante los 70s en los movimientos estudiantiles y sociales. Desde ahí comienzo una búsqueda de entender la condición del país, y viajo periódicamente desde los EEUU hacia Colombia. En esos viajes comienzo a grabar conversaciones con familiares y conocidos, y a partir de ahí inicio a construir algo sobre mi identidad y la relación con el lugar donde nací.

Actualmente estás preparando dos exhibiciones en la ciudad de Manizales, háblanos sobre ellas…

En Razón de las Tumbas es un proyecto que se abrirá en septiembre en el Centro de Museos de la Universidad de Caldas. Es un proyecto bastante ambicioso, ya que ocupa las cuatro salas del museo y varios espacios entre las salas, y cuenta con una programación complementaria extensa que reúne e invita otras voces para expandir sobre las temáticas de la exposición.

Conceptualmente, el proyecto surge por un interés de entender nuestro contexto actual a partir de nuestra relación con la tierra y el territorio. Examina el museo como un dispositivo de memoria que posibilita la construcción de diferentes narrativas de ésta por medio de los objetos que contiene. En el caso del Centro de Museos, las colecciones de arqueología prehispánica, de historia natural y de geología, interactúan con varias piezas que se produjeron específicamente para cada uno de los espacios y así generar un diálogo entre el pasado y el presente. Varias de las obras que forman parte del proyecto aluden a momentos de la historia reciente del país, que dentro del contexto del museo sirven también como píldoras de la memoria. La idea es que el proyecto en su totalidad utilice todo el contexto del Centro de Museos, sus colecciones, su arquitectura y su historia, para crear un espacio donde podamos repasar otras narrativas de nuestro presente, pensando en la tierra como una característica fundamental de nuestra identidad colectiva.

La otra propuesta denominada PATRIA se abre en noviembre en la galería L’Etoile de la Alianza Francesa de Manizales. El proyecto exhibe 365 periódicos de LA PATRIA desde el 2018 hasta la fecha, que han sido intervenidos con tinta negra para bloquear la información textual del diario y queden solo las imágenes. Se trata también de un ejercicio de memoria que documenta, por medio de los periódicos, varios acontecimientos importantes dentro de la historia del país en los últimos años, desde la posesión de Duque, la pandemia, hasta el paro nacional del 28 de abril del 2021. Este proyecto también se enfoca en pensar sobre lo que conforma la identidad patria a partir de aquello que se convierte en un hecho, analizando el cuarto poder como constructor de nuestra identidad y conciencia colectiva.

¿Cómo ha sido tu acercamiento al arte colombiano?

Creo que siempre lo he tenido presente. Desde pequeño amaba ver las imágenes de la enciclopedia Salvat de arte, sobre todo el prehispánico. Me gustaban mucho las expresiones plásticas de nuestros antepasados, sus formas redondas y el brillo pulido del oro que trabajaban. Poco a poco comencé a estudiar más sobre las manifestaciones modernas, sobre todo en la pintura de Obregón y Manzur, que llegaron a mi por parte de mi tío Pacho, y después con las obras de Arenas Betancur, por quien me obsesioné cuando conocí “Los Lanceros” en el Pantano de Vargas.

En Miami tuve la oportunidad de ver dos retrospectivas de Beatriz Gonzales y Doris Salcedo, que cambiaron profundamente mi entendimiento del arte colombiano, sobre todo por su compromiso con la historia y la memoria. Haber vivido sus obras me llevó a profundizar mucho más sobre la incidencia del arte dentro del contexto histórico colombiano, y comencé a leer y a estudiar artistas como Oscar Muñoz, Bernardo Salcedo, Miguel Ángel Rojas, María Teresa Hincapié, Antonio Caro, Delcy Morelos, etc.

Ya después de haberme instalado en Manizales, comencé a tener un acercamiento más directo con las manifestaciones plásticas dentro del país.

¿Por qué es importante el arte?

Creo profundamente que el arte es la última muralla, y la primera línea que nos permite decir aquello que se trata de callar. Es la forma de ver la poesía después de la barbarie, algo que pienso mucho a partir de lo que Adorno dice sobre el Holocausto.

El arte nos permite hacer, dentro de lo mundano, una experiencia erótica y a la misma vez espiritual. Creo que es la herramienta más efectiva ante el olvido.

*Artista Plástica. Directora de La Jaus Manizales, Agencia cultural.