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Bárbara al diván

Por: Rafael Santander *

Fecha de publicación: 28/07/2023

Después de su primera semana en Colombia, Barbie (2023) batió récords de taquilla quedando registrada como la segunda película con más entradas vendidas en este país, la única que no logró superar fue Avengers: Endgame. Considerando que la última entrega de Avengers es la conclusión de una serie de películas que se lanzó a lo largo de más de una década y que esta pertenece a una marca cobijada y nutrida por el titán de la industria cultural, que la primera superproducción de una directora independiente superado todos los demás lanzamientos de Disney y le pise los talones a su película consentida es una victoria.

Esta victoria la celebro personalmente porque el caso de Greta Gerwig, la directora, no es el primero de éxito de un director independiente en el circuito comercial, lo mismo ya ocurrió con Denis Villeneuve, quien le ha otorgado un nuevo aliento al subgénero de ciencia ficción y pasó también por el circuito independiente de Estados Unidos.

Es importante para el cine norteamericano que se siga nutriendo su circuito alternativo, no solo como una forma de preparación para los profesionales de la industria, sino también como un espacio de creación menos controlado y regido por dinámicas económicas menos rígidas de las que pueden surgir estas voces que están sacando cara por la élite decadente del cine industrial.

Claramente, las cifras económicas poco pueden hablar del qué y el cómo de una película, antes responden más a la capacidad de movimiento de masas del estudio, qué tan bien esté aceitada su maquinaria publicitaria, qué tan popular es la propiedad intelectual en la que se basa el proyecto y los nombres reconocidos que participaron en esta. Esta última década el cine se ha venido pareciendo cada vez más a la Coca-Cola, un pésimo producto con gran valor en el mercado gracias a la enorme inversión en publicidad y posicionamiento de marca.

Todo este preámbulo resulta irónico para hablar de Barbie, una película construida todo alrededor de una marca, sobre una muchacha rubia y superficial con un cuerpo perfecto que es todo lo que quiere ser. Si fuéramos a clasificar el tipo de publicidad de la marca “Barbie” en esta película, me atrevo a decir que es una “antipublicidad” y eso la hace tan particular. Es un producto cultural complejo que se aprovecha de la gran riqueza simbólica y cultural de la muñeca “Barbie”, que menciona algunas de las diversas lecturas de este fenómeno y que aprovecha también para expresar las dificultades cotidianas de las mujeres de esta época contadas con la ayuda de un argumento que bebe mucho de la filosofía existencialista.

Las líneas argumentales de la película son numerosas, siendo tres el número convencional en un largometraje, Barbie cuenta con cinco: La línea principal es la que promociona el tráiler de la película: el viaje de Barbie Estereotípica al mundo real, una para su dueña en el mundo real, una para Ken, una para Barbielandia y una última para los ejecutivos de Mattel, que sorprendentemente se presenta a sí misma como una empresa misógina, malvada y caricaturesca.

Estas líneas son las que permiten explorar esas las concepciones y lecturas de Barbie: desde el lado más crítico se lo puede ver como el ejemplo de unos ideales femeninos inalcanzables con respecto a la belleza y a la carrera profesional y también como un producto de consumo típico del capitalismo, desde una perspectiva más positiva se ve a la Barbie como una imagen inspiradora para las niñas, como el juguete que les permitió aspirar a ser algo más que madres, como compañera, promotora de momentos felices en la infancia y facilitadora de enlaces entre madres e hijas. Aparte, tenemos como telón de fondo la discusión bizantina de si Barbie es un ícono feminista o machista y, lo que seguramente fastidió a muchos hombres de pellejo delgado, una parodia constante al patriarcado y a sus ideales.

Los comentarios negativos más carentes de fundamento que he leído apelan a su representación negativa de la masculinidad, dado que los hombres de Barbie son unos idiotas. La verdad es que sí. Pero esto no es una representación de El Hombre, sino de un tipo muy específico de hombre de lo que se burla la película.  La comedia cuestiona a la sociedad por medio de la burla de los comportamientos socialmente reprochables de sus integrantes y ¿quiénes son los hombres que se comportan de esta manera? Por un lado, el comité ejecutivo de Mattel, una junta conformada exclusivamente por hombres blancos que se ufana de la rica diversidad de su empresa y del respeto y compromiso que sienten hacia las mujeres, mientras su preocupación única y exclusiva es hacer dinero y por el otro, los Ken, que poseen, por así decirlo, un defecto de fábrica: no son nadie sin Barbie, su identidad ha estado determinada siempre en función de su relación con Barbie, lo cual tiene hasta tintes trágicos, pues no ha sido elección suya sino de sus creadores. Es probable que quien se sienta ofendido con estos chistes, posea actitudes semejantes. Siguiendo el corazón ligero del género de la comedia, estos personajes ni siquiera sufren castigo alguno, incluso terminan mejor que antes.

Por otro lado, los personajes que padecen son sus dos protagonistas, Barbie y Ken, quienes en su arco argumental pasan de vivir como les han dicho que deben. La primera, un referente inalcanzable y superficial de lo que debe ser una mujer —además, la proyección de la niña del mundo real que jugó con ella—, y el segundo, creado para ser alguien en función de otro, no de sí mismo. Determinados por su creador, ambos personajes se enfrentan con las dificultades de vivir una “existencia inauténtica” en la que cumplen con unos roles que les han sido asignados exteriormente.

Si no levanta suficientes cejas la presencia de conceptos existencialistas en esta película para niñas, hay más. De hecho, lo normal en Barbie es su humor políticamente incorrecto, las referencias cultas a 2001: odisea en el espacio y Playtime de Jacques Tati, y referencias más populares de películas de la década de los 80 y a la música del 2000; un montón de referencias culturales para un sector muy específico de la población mundial, poco relacionado con niñas pequeñas y con familias enteras. Greta Gerwig pudo hacer una película dirigida a un nicho muy pequeño que, por alguna extraña razón, toda la familia ha podido disfrutar. En lo personal no me gustaron todos los chistes ni todas las ideas suyas, pero esas molestias nunca me impidieron el disfrute general de la película.

Considerando la complejidad argumental y conceptual, así como la peculiaridad estética de la película, surge el misterio de por qué este éxito en taquilla. Un grupo de cineastas independientes hizo lo mismo que hacen los demás: tomó una propiedad intelectual muy popular, usó un elenco con actores consagrados y bien conocidos y después hicieron lo que quisieron. Finalmente, lo que les interesa a los directivos de los estudios son las cifras, las entradas vendidas, no el qué ni el cómo de la película, y por este logro quienes merecen mayor reconocimiento es el equipo de marketing.

* Escritor. Realizador de cine.