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Belleza, asombro, creatividad

Por: Germán Sarasty Moncada *

Fecha de publicación: 04/07/2023

Vivimos inmersos en una cultura en la cual se privilegia el valor del tiempo y esto es correcto, siendo un recurso no renovable, una vez lo consumimos, no lo podemos recuperar salvo lo que hayamos hecho con él y allí aparecen los inolvidables recuerdos. Pero si bien es cierto no lo podemos estirar para un mayor disfrute, no es menos cierto que han aparecido cantidad de sustitutos como dicen, para hacerlo rendir y surgen entonces los falsos profetas que pregonan la fast food, la lectura rápida, la escritura abreviada en los chats de whatsApp y ahora la generación faster.

Con esto lo único que se logra es perder el disfrute de un agradable momento al frente de un delicioso plato pues se privilegia la comida rápida: hamburguesas, perros, pizza y la denominada comida chatarra, con el pretexto de la falta de tiempo, atentando además contra la salud con esa forma de consumir. Lo grave es que para poder tener más tiempo con los niños pequeños se los ha inducido desde tempranas edades a este tipo de consumo en donde se dejan de suministrar los principales nutrientes necesarios para su crecimiento y salud física y mental.

De manera similar y con el fin de poder consumir más se han adecuado métodos de lectura rápida, usando un proceso de reconocer y absorber palabras, frases u oraciones de una página, en lugar de identificar palabras individuales o por sílabas, a veces usando lectura de la página en diagonal. El promedio de lectura normal de una persona es de doscientas cincuenta palabras por minuto, sin embargo, con esta técnica se podría aumentar su ritmo. Así se pierde la satisfacción de una lectura juiciosa, sosegada, asimilada y comparada, como debe hacerse.

En el siglo digital, el consumo de información y de ocio en internet se ha vuelto para la mayoría de personas, una parte integral de la vida cotidiana, especialmente los jóvenes suelen ser las generaciones más conectadas. La nueva tendencia en el consumo de contenidos se ha denominado generación faster formada por aquellos que acceden a Spotify, YouTube, WhatsApp, etc. y saben que  con un par de clics pueden acelerar o desacelerar el ritmo de un video, un podcast o un mensaje de audio, lo que les brinda un mayor control sobre su tiempo y experiencia de consumo para poder realizar otras actividades. Constituye la cultura de la inmediatez y la superficialidad.

Todo esto es apenas una muestra de la manera como nos hemos acomodado a vivir, los valores que privilegiamos, las metas que nos proponemos y la forma de medir nuestras realizaciones, pues hemos aceptado que lo que no sea posible cuantificar o aquello que no nos produzca como resultado algo útil, no es digno de ser tenido en cuenta, es aquí en donde aparece lo pregonado por ese gran filósofo, humanista y pensador italiano Nuccio Ordine, quien nos ha dejado como digno legado su Manifiesto La utilidad de lo inútil.

Nuccio Ordine (Diamante18 de julio de 1958Cosenza10 de junio de 2023), doctor en Ciencias Literarias y profesor de Literatura Italiana del Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Calabria, considerado “el ensayista más conocido de Italia en el mundo”​ y una de las personalidades más significativas del panorama cultural internacional, junto con pensadores como Umberto Eco, Jürgen HabermasGeorge SteinerGianni VattimoAlain BadiouPeter SloterdijkSlavoj ŽižekGabriel MarcelByung-Chul Han y Martha Nussbaum.

Poniendo en evidencia lo que realmente debería ser lo más importante para el ser humano, aquellos saberes cuyo único beneficio es hacernos mejores, afirma:

Existen saberes que son fines por sí mismos y que —precisamente por su naturaleza  gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial— pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad.

Señala el peligro de privilegiar solamente aquello que produce una utilidad tangible, inmediata y que muchas veces ha constituido el eje central del quehacer humano, su verdadera preocupación y casi su razón de ser, pues se ha pretendido así medir la capacidad del ser humano como realizador y utilizador de todos los medios requeridos para lograr los objetivos propuestos. En innumerables ocasiones y casi que sin darnos cuenta hemos caído en el consumismo, pues con la invasión de la publicidad muchos bienes innecesarios han sido posicionados como útiles e indispensables. Todo esto nos distrae y evita que disfrutemos los pequeños detalles que nos proporciona el solo hecho de vivir.

En este brutal contexto, la utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a   la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el   horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana. En el universo del    utilitarismo, en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía, una llave inglesa más que un cuadro: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia de un utensilio mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte.

Para una mejor comprensión de su afirmación, teniendo en cuenta que el concepto de ciencia lo constituye aquella esfera de la actividad de la sociedad, cuyo objeto esencial es la adquisición de conocimientos acerca del mundo circundante y que la tecnología, por su parte, constituye aquel sector de la actividad de la sociedad empeñada en la modificación del mismo, vemos que la investigación pura realizada por la ciencia está exenta de un fin práctico, pues generalmente son planteamientos teóricos, series de ecuaciones, algoritmos complejos u otro tipo de presentación que generan conocimiento, aunque luego retomando esos fundamentos se busque por parte de otros investigadores un fin práctico, como ha pasado con las telecomunicaciones, la electricidad, la automatización, el procesamiento de datos, la inteligencia artificial y un largo etc.

Este gran pensador expone su Manifiesto en tres partes: La útil inutilidad de la literatura, La universidad-empresa y Poseer mata: “Dignitas hominis”, amor, verdad  y cada parte la ilustra con planteamientos de filósofos, historiadores, escritores, dramaturgos, lingüistas, matemáticos y otros especialistas cuyos aportes reafirman sus planteamientos. Veamos algunos.

«Un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños». Vargas Llosa

La obra de arte «exige nacer» de la misma manera que «el niño exige nacer»: «El niño no nace para la sociedad aunque la sociedad se apodere de él. Nace para nacer. La obra de arte nace igualmente para nacer, se impone a su autor, exige ser sin tener en cuenta o  sin preguntarse si es requerida o no por la sociedad. Ello no impide que la sociedad pueda «apoderarse de la obra de arte»: y aunque sea cierto que «puede utilizarla como quiera» —«puede condenarla» o «puede destruirla»— queda en pie el hecho de que la obra de arte «puede cumplir o no una función social, pero no es esta función social». Y si «es absolutamente necesario que el arte sirva para alguna cosa, yo diré, que debe servir para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya». Ionesco

Si nos regaláramos el tiempo para apreciar y disfrutar el patrimonio que nos han dejado los grandes humanistas, constituido por lo artístico, literario, musical, filosófico, científico y arquitectónico, además de lo que nos brinda la naturaleza con solo detenernos a contemplar un atardecer, un amanecer, el vuelo de un pájaro, los colores de una mariposa, un arcoíris y tantas otras cosas que no disfrutamos, seguramente lo valoraríamos plenamente y de esa mirada para contemplar tanta belleza, surgirá el asombro que con una mente limpia y una mirada escrutadora, nos despertará no solo curiosidad sino también la creatividad. ¿Qué nos estamos perdiendo? A propósito de la forma como nos relacionamos con los demás, Italo Calvino en su libro Ciudades invisibles, desarrolla el concepto planteado por Sartre: el infierno son los otros, y a su manera afirma:

El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar y darle espacio.

Así como al contemplar la naturaleza y el mundo en general con sus personajes, acciones, omisiones, intencionalidades, noblezas, bajezas y todos los demás rasgos de la conducta del ser humano, podemos asimilarlo a una obra de teatro pues tiene todos los elementos de lo trágico y lo cómico y a los personajes que a veces son protagonistas o espectadores las diferentes escenas de la obra los afectan de manera diferente, de lo alegre y lo triste está compuesta la vida, entendámoslo y asimilémoslo, es la clave para disfrutar nuestro paso por la vida, en donde la dignidad nos la proporciona la cultura.

La permanente búsqueda de la verdad debe constituirse en una norma de vida ya que el ese proceso de aproximación a ella es en donde nos vamos formando y adquiriendo el conocimiento, pues este es tan vasto que es imposible abarcarlo todo, salvo para los dioses que por su sabiduría ya lo tienen o el caso de los ignorantes que no lo buscan pues creen ya poseerlo o no consideran que vale la pena el estudio. Pero una cosa es la búsqueda de la verdad y otra es considerar que no es válida sino la nuestra, pues no solo nos priva de considerar otras alternativas, sino que nos conduce al dogmatismo paralizante.

El pasado diez de junio tras concluir la lectura de El manifiesto, decidí hacer una reseña sobre él y ese mismo día murió Nuccio Ordine, gran humanista quien ha dejado honda huella con su obra. Paz en su tumba.

Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas