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Blanca Isaza. Escritora y editora*

Por: Jorge Mario Ochoa**

Fecha de publicación: 18/03/2020

Breve itinerario de una investigación

En 2015 entré en contacto con la obra publicada y los archivos privados de la escritora manizaleña Blanca Isaza (Abejorral, 1898 – Manizales, 1967), gracias a la recomendación y a las gestiones de Carlos Alberto Castrillón, profesor de la Universidad del Quindío, de Nicolás Duque, director de la biblioteca de la Universidad de Caldas y de la poetisa Esperanza Jaramillo, nieta de la escritora. En aquel año, todo el archivo que hasta ese momento se encontraba en la casa que Blanca y su esposo construyeron en 1940 y que habría de ser demolida en 2019, pasó a la Universidad de Caldas con el nombre de Fondo Juan Bautista Jaramillo y Blanca Isaza. Este archivo contiene una parte inédita de la historia social de la literatura del siglo XX en nuestro país, enlazada a una pareja de escritores: la colección completa de las dos revistas que ambos fundaron (Azul, en 1919 y Manizales en 1940), una voluminosa correspondencia rigurosamente organizada por años, entre 1915 y 2003, hojas de álbum, recortes de prensa, cientos de hojas con poemas, artículos y cuentos mecanografiados, himnos, proclamas, conferencias, reseñas, biografías, fotos y materiales gráficos.

Sobresale en estos archivos, una comunicación epistolar constante y fluida con lectores, colaboradores, editores, directores de revistas, libreros, funcionarios, diplomáticos, líderes políticos del país y el continente, que da cuenta de cómo se formaban los grupos y las redes de escritores de regiones y ciudades de provincia. Allí reposan numerosos testimonios de hombres y mujeres sobre su devoción a la poesía, así como relatos personales aportados por los propios escritores, sobre sus orígenes y su participación en la vida literaria; en otros casos, testimonios personales sobre la persecución que vivieron algunos de ellos durante los años de la violencia.

En medio de ese mar de papeles impresos, la voz de Blanca estaba adherida, “como el molusco a la concha materna”, a su tiempo y espacio, a la ciudad, la región, la casa, la infancia, los amigos, los parientes; a las preocupaciones espirituales e intelectuales de quienes vivieron las dos grandes guerras del siglo XX y La Violencia (con mayúsculas) de los años 50 en Colombia; pero, además, su obra estaba también impregnada de una relación, que se fue haciendo más familiar con el paso de los años, con un auditorio simpatizante que le prodigaba afecto y admiración, gracias a su trabajo constante para la prensa. Blanca publicaba no solo en su propia revista; también lo hacía en las páginas literarias de periódicos como El Colombiano de Medellín, El Tiempo de Bogotá y La Patria de Manizales, que circulaban por todos los pueblos de Antioquia, el Viejo Caldas, norte del Valle y parte del Tolima. En la correspondencia y en la sección de lectores de la revista Manizales que dirigió entre 1940-1967, se pueden encontrar numerosos testimonios de lectores que decían haber crecido leyendo a la escritora.

El hilo de esta investigación es el proceso de producción de la obra literaria de Blanca Isaza a lo largo de 50 años (1917-1967), pero siempre en busca de esos pliegues entre el texto en sí y  su condición de mujer escritora en una sociedad de provincia, durante las primeras décadas del siglo XX, sus adhesiones y rechazos  en torno a la literatura, sus vínculos con la generación de escritoras que apareció en Colombia durante la década de 1920, los lazos que estableció con el público lector de su obra, con los colaboradores de su revista, y con los comerciantes que la financiaban. Esto me permitió transitar y establecer contrastes entre la literatura, la historia de las ideas y la historia de los procesos sociales de la región; y sobre todo poner a dialogar la obra de la escritora manizaleña en un horizonte más universal, con voces afines de otras latitudes.

Para Blanca, igual que para las mujeres de una generación que había crecido entre la guerra de los mil días y la celebración del Centenario, la literatura fue el nombre de un deseo vago pero intenso que estaba en la raíz de su escritura, producto, acaso, de sentirse en una singular intersección entre el final doloroso del siglo XIX que había dejado en ruinas al país después de la guerra, y los himnos que conmemoraban la gesta libertadora. De esa experiencia alfa y omega, resultó un interés común por el cuento y la poesía, sus dos géneros predilectos; ambos reflejaban dos impulsos opuestos: hacia la ensoñación y la vigilia. Mientras que la poesía era la ventana a un romanticismo tardío que todavía hablaba del yo como un jardín interior o como una selva florida, los cuentos eran crueles, de final trágico: ellos revelaban el ocaso de la visión idílica del siglo XIX y el inicio de una mirada más dura sobre el lugar de la mujer en la sociedad del XX.

Y ya hacia la década de 1940, Blanca encuentra su identidad como escritora en el abrigo del hogar y en el quehacer cotidiano de la revista Manizales, que dirigió durante 27 años desde su casa. A partir de ese momento, como señaló Otto Morales, toda su obra gira en torno a la casa. Esta, con sus ventanas abiertas al paisaje de la montaña, su estudio y su taller de costura, fue su “nido habitable”, tal y como lo entendía el fenomenólogo Otto Bollnow: un contrapeso para resistir al desarraigo de los tiempos y al paso de los años; su jardín de estilo andaluz fue para ella eso que el filósofo alemán definía como: “el espacio en donde el adulto recupera la mirada del niño”. La casa de Blanca y Juan Bautista, hoy desaparecida, fue también una embajada cultural de Manizales durante casi tres décadas; los archivos conservan numerosos testimonios de artistas, mujeres y hombres de letras que pasaron por allí y conocieron a una mujer excepcional que tenía una casa, una familia y un jardín, que en medio de su faena diaria recogía para sus lectores fragmentos de vida en las cajetillas de cigarrillos o en el revés de una receta de cocina.

*Título de la tesis del doctorado en Literatura.

**Profesor Departamento de Lingüística y Literatura de la Universidad de Caldas. Licenciado en Filosofía y Letras de la misma universidad. Maestría y doctorado en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Ha publicado además: La narrativa de Andrés Caicedo (1993); El yo en la literatura hispanoamericana del siglo XIX (2006), ambas obras publicadas por la Universidad de Caldas.