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Columna de Manizales

Por: Jorge Santander Arias

Fecha de publicación: 25/09/2021

El presente artículo fue publicado en octubre de 1969 en el periódico La Patria, con motivo del inicio del II Festival Latinoamericano de Teatro Universitario de Manizales, el cual cobra vigencia hoy, 52 años después, cuando comienza la 53 edición del certamen teatral más importante de América.

Los que saben griego, aseguran que “teatro” es, más o menos el “theaomal” que traduce, no muy ortodoxamente, “ver” o “veo”. Y así, conformándonos al significado que se le ha dado a “apocalipsis”, visión o revelación, este gran y último drama que presenciará la humanidad, va a ser la constatación óptica y sensible, de esa presencia de los ojos sobre acontecimientos, sobre tangibilidades que son la esencia de lo representable, de lo que se representa en la vida del hombre, en la vida del cielo y de la tierra.

Son precisiones muy importantes para lograr una identificación normal para apreciar un escenario, para opinar sobre lo que sucede en ese “proskenion” en el cual todos somos actores, autores, auditoria y crítica. Es una manera esmerada de ver en el teatro no solo un arte sino también una existencia.

Con motivo del Festival de Teatro Universitario Latinoamericano, que hoy se inicia en Manizales, sería muy importante que no distinguiéramos, sino que confundiéramos, como alguna vez lo insinuó Bernard Shaw, la tragedia, el drama, la comedia, la ópera, la zarzuela, porque todas son expresiones del genio humanístico que busca mostrarse y exhibirse. En el fondo de toda representación teatral hay una farsa, la misma que los hombres muestran en su discurrir común y corriente, que a veces es un discurrir sublime.

De Esquilo a Bertold Bretch, poco más ha transcurrido para el tratamiento de las pasiones y los deseos. La misma informalidad, la misma insistencia, la misma ansiedad, pero, también la misma esperanza. De Antígona a la Electra de O´Neill, no hay sino un paso. Un paso que, sin darse cuenta, la humanidad da todos los días.

Oscar Jurado escribió en este diario un artículo afortunado sobre “el miedo al Teatro Los Fundadores”. Lo leímos y nos dimos cuenta inmediata de lo acertado de su razonamiento. Hay miedo no solo al teatro como espacio físico, sino también al teatro como verificación de ver, de intensificar esa noción de “espejo” que el arte teatral hace posible. Detallar al hombre es peligroso, decía Benavente cuando e le impugnó el contenido “anarquista” de “Los Intereses creados”. Y respecto a su “Albertina” ¿Valentino Bompianl no ha reprochado lo mismo?

Este Festival de Teatro Universitario va a dar oportunidad para muchas cosas en el orden cultural, en el orden crítico, en el orden de las aproximaciones con la viva y con el arte. La teatralidad es inseparable de los hombres, y el mismo modo de apreciar las cosas, al fin y al cabo, deviene en teatro. Quizá, o sea, por eso mismo, formar una cultura teatral, sino más una rigurosa cultura humana. Y a través de esas representaciones en Manizales, vamos a tener oportunidad de hacerlo.

Las antiguas representaciones teatrales duraban semanas enteras. Se presentaban, móvilmente, todas las insistencias de la vida del hombre, todas las complicaciones sociales, todas las muertes y todas las apoteosis. Había más que motivo para hacer posible la reflexión sobre la condición de los mortales y de los inmortales. No en vano, un oscuro comediante de Stratford sobre Avon, plasmó en un ciclo heroico la historia de su patria, la historia de las mujeres feroces, de los hombres pérfidos, las sonrisas de las novias, los adioses de los amantes. Y sigue el ciclo de esa vida humana, trashumante y voluntariosa, ardida de lujurias, pero también de fe y amor.

El sentido continental que revista el festival teatral de Manizales, va a indicar, también, la universalidad de un acto que resuma y sintetiza muchas, o casi todas las apetencias vigentes, las inolvidables, las precisas. Lo trágico, lo dramático, lo cómico, lo frívolo, todo lo que reduce al hombre y su genio a una actitud artística, va a tener aquí su escenario, pobre o rico, pero como constancia de una conciencia y como una manera, un modo “de ver”.

En el Prólogo de “Romeo y Julieta”, el oscuro comediante de Stratford escribió dos líneas que resumen la vivencia del teatro y que nunca perderán su actualidad: “The which if you patient ears attend. What here shall miss our toil shall strive to mend”. Sinopsis perfecta para una definición completa de lo que el teatro espera del hombre y el hombre espera del teatro. Paciencia para adquirir una certeza que no se atreve a determinar; paciencia para consentir que los detalles dolorosos lo hagan reflexionar sobre sí; paciencia para esperar y, sobre todo