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Dos obras conmovedoras y reivindicadoras de la esencia del teatro

Por: Javier Humberto Arias *

Fecha de publicación: 30/10/2023

Constante y Gongo Jazz Band, dos piezas teatrales, dos textos magistrales, dos puestas escénicas en claves de recepción acertada con el público.

Las presentaciones de las obras Constante de la Compañía Teatro Nacional de Uruguay el jueves 26 de octubre y Gongo Band Jazz de Francophonies Hassane K. Kouyaté el 27 de octubre en el Teatro Los Fundadores, resultaron sencillamente conmovedoras y reivindicadoras de la esencia del teatro como obra de arte de la presencialidad: Poética de actor, buena historia y una excelente recepción del público.

Cada una de estas puestas en escena, la primera con las tramas alrededor del suceso de una antigua historia que se conoció desde tiempos Argelinos, de la cama donde se torturaba a un Príncipe llamado Constante, y la otra, la crónica de hechos históricos del Congo, país africano y la sumisión colonialista de dicho país y en general la expoliación Europea del llamado Continente Negro y lo ocurrido con las excentricidades del Rey Leopoldo II de Bélgica y el asesinato del líder Patrice Lumumba.

Del grupo uruguayo destaco la magistral ejecución de la técnica vocal, el universo de creatividad de los recursos escénicos para contar una historia, en la que finalmente queda claro que en la historia de las dictaduras del Uruguay, en dicha cama también se torturaba y finalmente termina expuesta en un museo como obra de arte.

La compañía uruguaya, con la obra Constante, nos reconcilia con el oficio dramatúrgico, el arte de actor y el anacronismo que hace viajar en el tiempo de manera renovada y asombrosa los relatos. De esta manera el arte recitativo , de rimas del Siglo de Oro Español toman vigencia en la obra con el público como acto poético válido, vigente y de alto valor de recepción sensible y profunda.

De otro lado, el grupo congolés, logra contar la historia dolorosa y excluyente del colonialismo de Bélgica y los hechos por los que la misma historia les condena y de los que aún existen las secuelas y por tanto las resistencias. En África la música es un relato fundante de la cultura. Al transcurrir la historia que se sucede en la escena de una manera sencilla, con la oralidad a simple vista, sin artilugios de la Cuarta Pared, se suceden los hechos y extravagancias del Rey y todo el desarraigo y desprecio del mundo de los Blancos Europeos en África. Al final, el canto de dolor y de denuncia, de olvido y esperanza, nos hace vivir un momento de sentimiento profundo de memoria y de respeto por las culturas, la dignidad y las soberanías de todos los subyugados ante cualquier imperio bien sea político o de sentido.

Recordé junto a varios amigos generacionales que nos encontramos al salir del Teatro Los Fundadores, una vez finalizadas las obras, que el buen teatro pide público y no consumidores, el teatro tiene tensión narrativa que se dirige a la profundidad del sentimiento y no espectacularidad informativa de emocionalidades desechables, la obra de arte tiene anacronismo y memoria. La mercancía artística sólo tiene instantaneidad y olvido.

Como colofón, también recordé que desde el bello corredor paisajístico de Manizales en Chipre, se ven las montañas que nos atan de alguna manera con el Congo porque allá al occidente están las comunidades negras del Chocó también provenientes del África. Pero también recordé que aquí, como la cama de torturas de Constantino, tenemos una historia asombrosa de “6.402 falsos positivos”.

* Dramaturgo, actor, director de teatro.

Fotos Lina Castaño.