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Ecos del HAY FESTIVAL 2022

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 22/02/2022

El HAY FESTIVAL Cartagena de Indias se constituye en una de las actividades más importantes para la difusión de la cultura como compromiso social. Este año, en razón a la situación sanitaria de nuestro país, se celebró la versión XVII, del veintidós al treinta de enero, en Medellín, Jericó y Cartagena, con una mezcla de actividades presenciales y virtuales, tanto para los expositores, como para los participantes.

Más de un centenar de eventos fueron programados con temáticas tan amplias como: artes y cultura, ciencia y tecnología, conflictos, filosofía, historia, literatura, periodismo, moda, sociedad, economía, y un largo etcétera. Para acceder a lo virtual simplemente se requería la inscripción, gratuita en cada evento; además hasta el catorce de febrero estuvieron disponibles todas las charlas en la página del festival; aunque virtualmente se pierden la espontaneidad, el contacto con el público, los intercambios verbales directos y otros inconmensurables valores, de alguna manera se disfruta. Muchas de las presentaciones pueden verse en Youtube.

Como ha sido costumbre, los protagonistas no solo han sido los invitados sino también los entrevistadores o presentadores, escritores reconocidos o personas, además de vinculadas a la cultura, conocedoras de la temática a analizar. Mi interés de compartir algunas de las inquietudes que me suscitaron varias de las charlas, me lleva a presentar unos planteamientos escuchados, aunque, por el limitado espacio de una columna, se trata solamente de una síntesis para contribuir a la divulgación de esas ideas y animar a que se participe, así sea virtualmente, en estos eventos que constituyen una oferta cultural extraordinaria.

Como mejorar la educación fue el tema abordado por Juan Manuel Restrepo con Moisés Wasserman (Colombia) ex rector de la Universidad Nacional, con estudios de doctorado y posdoctorado en Bioquímica y Microbiología, ha dedicado su vida a la ciencia; y, Claudia Restrepo rectora de EAFIT desde el 2021, con experiencia de 20 años en diseño y gerencia de programas y proyectos de alcance social, especialmente relacionados con educación, cultura, ciudadanía y hábitat.

Se resalta la necesidad de la educación en emociones y en sentimientos, pues es con las emociones con las que generalmente se toman las decisiones, así parezcan muy racionales. Plantea Wasserman que el modelo educativo en Colombia agudiza las desigualdades, en lugar de remediarlas. Que se debe propender con la educación movilidad social, ampliación de los círculos, preparar gente realizada y feliz.

Respecto de las mejoras, se deben lograr cambios tangibles que conlleven capacidad de transformación, pues se está educando en profesiones que probablemente en diez años no existirán; una educación no pensada para la disciplina, sino para el reto, para problematizar. Implica un cambio de paradigma, pensar de manera más adaptativa.

En cuanto a la preparación de jóvenes competitivos en un mundo globalizado, mediado por la tecnología, se debe tener en cuenta que esto implica más que construir competencias, construir potencialidades, tener la capacidad de resolver problemas. La tecnología es parte de la civilización, es un elemento, no es el objeto en sí mismo, ni el único. No se educa en la herramienta, sino en el ser que va a hacer uso de ella. Por ello, en un proceso de aprendizaje, no pueden disgregarse mente, cuerpo y corazón.

Respecto de la pertinencia y, teniendo presente la aceleración de la obsolescencia, la educación debe ser continua para poder tener la habilidad de entender problemas de los cuales inicialmente se sabía poco. Como somos sociales y técnicos, y estamos construyendo cosas para mejorar nuestro bienestar, la educación no debe ser para el trabajo, sino para la vida, y en ella conjugamos: ciencia, técnica y humanismo.

Mauricio García Villegas, doctor en Ciencias Políticas, profesor en la Universidad Nacional de Colombia, en el Institute for Legal Studies de la Universidad de Wisconsin y en la Universidad de Grenoble, investigador de Dejusticia y columnista de El Espectador, con Juan Diego Mejía, abordaron el tema Políticas y emociones.

Tomando como referencia su último libro El país de las emociones tristes, nos plantea sobre las emociones que nos opacan: el odio, la venganza, el resentimiento, la envidia, etc. las cuales son universales y conducen a los conflictos, las armas y desencadenan las guerras. El tema no es eliminarlas, pues hay ocasiones en que hay que actuar en consecuencia en situaciones de injusticia, desigualdades e inequidad total, éstas dan lugar a enfrentamientos; en algunos casos la situación de furia y el odio están justificados. Aunque la primera víctima del odio, es el que odia.

Los odios apocan, disminuyen, limitan, son contraproducentes y finalmente no conducen casi a nada. Somos animales emocionales e imaginativos, por lo cual nos formamos ideas no solo de nosotros sino de los demás. La imagen de nosotros y los nuestros siempre será magnificada y la de los demás, será la peor. Como tenemos mente confirmadora, tratamos de confirmar aquello en lo cual ya creemos; no siempre ejercemos nuestra capacidad racional, evaluadora, investigadora, o la utilizamos poco. Estamos con aquellos que repiten lo que pensamos y esos círculos y publicaciones son los que frecuentamos. Lo demás nos parece, si no equivocado, poco válido.

Las relaciones humanas constituyen un juego de espejos, te miro y me formo una imagen de ti, igual lo haces conmigo. Con esa imagen me enojo, porque piensas mal de mí y empezamos a crear castillos en el aire con todas esas imágenes. Tenemos imágenes sobredimensionadas sobre el bien y el mal, exagerando la maldad de los demás y las bondades nuestras. La banalización del mal. Cuántas veces el miedo a la reacción de los demás ante nuestras acciones nos condicionan de tal forma que nos pueden conducir a una parálisis por análisis.

El mundo no es una fatalidad sino la forma como lo vemos. Por eso depende de nuestra voluntad y razonamiento, que las tragedias no lo sean tanto, o para obtener logros o emprender lo que nos proponemos. Casi todas las ideologías están constituidas por una mezcla de verdades y mentiras, pero no todo es relativo; incluso en los planteamientos que menos apreciamos hay ideas interesantes, debemos tener la apertura de análisis y así tendremos menos fricciones y más comprensión.

Santiago Gamboa en conversación con Adriana Cooper abordó el tema de su última novela Colombiano Psycho, en la que muestra la realidad nacional de una manera impresionante y en la cual, en medio de la ficción, se deslizan realidades palpables de violencia y corrupción.

Trata de hacer una reflexión filosófica con claros referentes literarios, y aunque su libro puede considerarse novela negra, tiene mucho de periodismo, no solo en sus personajes, algo como lo que realizó Truman Capote, o Leonardo Padura y Patricia Highsmith. Además, como novedad, incluye el personaje de Santiago Gamboa como escritor para lograr un encuentro entre lector y autor.

Plantea para qué sirve buscar la verdad en Colombia y esto lo convierte en un objetivo, pero quienes investigan acá, asevera, son los periodistas, no la fiscalía, ni los que les corresponde, además la verdad se encuentra y lo decepcionante es que no pasa nada. Mira y remira la complejidad humana, se sorprende de cómo teniendo un país maravilloso con una magnífica biodiversidad, como sociedad somos incapaces de convivir en forma pacífica. Así la literatura se constituye en una de las formas de interrogar el presente, y cada vez que se escribe sobre Colombia casi siempre se termina escribiendo novela negra, por lo conflictivo de la realidad.

Entre los principales problemas del país siempre afloran el narcotráfico, la delincuencia, la guerrilla, etc., pero de lejos la corrupción se presenta como mayor flagelo, pues es un desvío flagrante de los recursos del Estado que dejan de ser utilizados en salud, educación, vivienda, en general prosperidad, tan necesaria. Las últimas estimaciones son del orden de 55 billones anuales de recursos que no se usan en lo que se debería.

Los escritores colombianos, desde diferentes perspectivas, están develando el acontecer social mediante, no solo de la novela, sino del ensayo, la historia y otros géneros. Así van configurando historias en las que confluyen lo real, con lo imaginado, la ficción que a veces parece realidad. Aunque tantas veces sea la realidad la que supere la ficción, lo inimaginable concretado.

En la conversación de Irene Vallejo con Yolanda Reyes, el tema fue su libro ensayo, El infinito en un junco.

Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) escritora y doctora en Filología Clásica, recibió el Premio Nacional de Ensayo por su libro, El infinito en un junco (2019), el que fue su tesis de grado, una obra magistral sobre la historia de los libros y la lectura. Abarca más de treinta siglos de recorrido por las distintas tecnologías y métodos de fabricación de los libros, la vida de talleres, bibliotecas y librerías alrededor del mundo, y los secretos, prohibiciones y tradiciones que han rodeado la lectura. Yolanda Reyes (Bucaramanga, 1959) escritora colombiana, dedicada desde muy temprana edad al cultivo de la creación literaria, estudió Ciencias de la Educación en la Universidad Javeriana de Bogotá y amplió sus estudios en España, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana.

La fluidez de expresión de Irene Vallejo certifica su ardua tarea de escritura. Su elocuencia, sencillez, precisión conceptual y simpatía, hacen que su presentación induzca rápidamente a su lectura. Es una cascada de conceptos expuestos en forma tan simple que cautivan.

Lo increíble es la forma como superó el pánico para empezar a escribir un trabajo tan riguroso como lo es una tesis doctoral y la forma como plasmó toda esa labor de archivos, textos, traducciones y todo tipo de documentos, provenientes de innumerables centros de investigación, bibliotecas, internet, etc., en algo tan atractivo como resultó su libro. Logró que los personajes de la historia llegáramos a ser, a través de esa lectura, nosotros mismos. Que, a Homero, Virgilio, Alejandro, Tolomeo, los monjes, los esclavos, y todos quienes forman la historia del libro, los sintamos muy cercanos.

La magia apareció cuando se preguntó, con su espíritu de investigadora y de narradora, por qué no puede escribirse de una manera tal que constituya un homenaje a la literatura y, además, agradable de leer. Invita a nuestros autores a la mesa para hablar en pie de igualdad, lograr que internet sea Alejandría y su gran biblioteca, teniendo presente que en nuestras bibliotecas conviven, sin conflicto, todas las culturas, religiones, razas y épocas, dándonos la lección de la paz universal.

Muy poética nos comenta sobre las diferentes formas corporales que han servido de soporte a las palabras: el barro, los árboles, la piel, el papel y ahora, la luz (electricidad) en los medios electrónicos; todo esto ha dado luz a los libros, ha transformado los rituales, la manera en que leemos, pues no hemos leído igual en todas las épocas. Así como los bibliotecarios han custodiado los cofres de palabras, la biblioteca tecnológica ha sido contenida en el computador, lo cual nos ha permitido no solo acumular información, sino saber fácilmente en dónde está.

 * Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.