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«El arte nos puede llevar a perdonar lo imperdonable»

Por: Rafael Santander *

Fecha de publicación: 02/10/2023

Conversación con Santiago Urrea del festival Narrativas Urbanas

 El 27 de agosto Los días de la ballena, una película sobre la juventud, el arte urbano y la intolerancia de los bienpensantes hacia las formas alternativas de habitar el mundo, inició el programa del tercer día de FICMA. Santiago Urrea, miembro del comité organizador del festival de Narrativas Urbanas y la corporación Emergiendo, al final de la función extendió una invitación al festival que este año celebra su décima entrega. A modo de Corolario de FICMA 14 y como puente para el evento cultural de esta semana, presentamos la conversación que mantuvo con nosotros sobre arte callejero.

¿Cuál es el vínculo que tiene Narrativas Urbanas con Los días de la ballena?

La película viene circulando desde el 2019 y la hemos presentado en otros espacios.  Nos gusta cómo muestra desde el cine todo lo que involucra hacer arte callejero en una ciudad. Vinimos invitados por Federico Zapata, director de FICMA, porque él consideró que era un buen espacio para que conversáramos sobre la ciudad, el arte, la estética y lo comunitario desde el cine.

Relacionado con el tema de FICMA este año, “pedagogías de la libertad”. ¿Cómo se establece la relación entre arte urbano y la escuela, la adolescencia y el proceso de formación personal?

Desde nuestro festival nos conectamos muy profundamente con estos espacios no formales de educación, ahí vemos es una educación para el espíritu, para poder expresar nuestra visión del mundo y de la vida. Uno no solo lee libros, uno lo lee todo. Por ejemplo, podemos mirar a la calle y ver cómo el que los carros circulen por el carril derecho habla de nuestra organización social y de nuestras leyes. Ahora, con los muros es mucho más interesante.

La educación formal no debe absorber lo informal, hay contextos y lugares de encuentro diferentes como FICMA o como nuestro festival en los que buscamos armonizarlas, expandir el mundo a través del arte.

¿Narrativas Urbanas trabaja exclusivamente con muros?

Decir que son solo muros sería reducir el festival a pintar alrededor de un tema. Nosotros pensamos que el arte necesita de un proceso previo. Gestionamos espacios de diálogo entre los habitantes y los artistas y en el muro queda plasmada la experiencia, el producto de la interacción y de la reflexión.

En el Teatro Los Fundadores en este momento está la exhibición Esos que saben, en la que vemos un ambiente marginal lleno de violencia y a la agrupación Free Convict, que surge en una cárcel y que se dedica al rap y al arte urbano. Y toda la exposición está alrededor de la escultura de una bailarina de ballet. ¿Qué lectura surge de esta imagen y, de manera más amplia, cómo ve el diálogo que establecen las bellas artes y las artes urbanas?

Los espacios convencionales son importantes también. El Teatro Los Fundadores es un lugar con mucha historia y tradición en esta ciudad y FICMA ha contribuido a recuperarlo como una sala de exhibición de cine, eso ya se había perdido. Esa relación entre las diferentes expresiones, las bellas artes y lo urbano, como una mezcla entre lo sagrado y lo profano, es importante que exista para que entendamos que pertenecemos a un ecosistema complejo.

Desde Narrativas Urbanas, consideramos que los productos de nuestra gestión no caben dentro de un museo, si lo entendemos desde el concepto canónico, sin embargo podemos ver la ciudad y sus muros como un museo a cielo abierto. Además, con las posibilidades técnicas que tenemos ahora estamos creando un museo digital. Nuestros murales del 2014 ya no existen, pero ahí queda el archivo. Vamos a estar en Bestiario haciendo una exhibición con fotografías de los murales y de sus procesos, vamos a hacer una exhibición convencional, en una galería y con la ayuda de una curadora. El arte urbano está en museos porque estas obras también expresan el mundo en el que vivimos. Pero el escenario natural es la calle, sin calle no hay Narrativas Urbanas.

Esa comparación entre “sagrado y profano” tiene otras parejas que nos enseñan en el colegio, en la casa y en la iglesia: “bien y mal”, “bonito y feo”, legal e ilegal” ¿Esa dualidad pone al arte callejero con el de la ilegalidad? ¿Qué tanto hay en un artista de criminal?

Si uno categoriza todo como bueno y malo se va a dar cuenta de que también ha hecho daño a parejas, a amigos, a la familia, y que uno también está dañado por ese mundo, somos una mezcla de ambas cosas.

Yo creo que las artes no están del lado de los criminales, sino que permiten suspender las barreras morales, que nos permiten ver lo bello más allá de la dualidad y que generan un espacio de reconciliación entre las diferentes formas como el mundo nos define.

Como comentario al margen ¿cómo lee la presencia del arte urbano en las campañas políticas que estamos viviendo? Me viene a la cabeza la del candidato que extendió un vinipel para que lo grafitearan, ¿cómo podemos leer esos “murales en el aire”?

Nosotros tenemos una relación con los espacios temporales diferente, porque los murales se quedan un tiempo ahí, el suficiente para generar una reflexión. Este otro tipo de murales me parece que son producción de basura,  algo para sentirnos bien un rato e irnos. Los debates que se han generado sobre el arte urbano están muy presentes ahora y van hacia “rayones feos no, pero murales bonitos sí porque son buenos para el turismo” y no entienden que sin los rayones, sin tags no hay arte urbano, no hay artistas que de la noche a la mañana se vuelvan muralistas gigantes. Esas son unas soluciones que anulan la diferencia, hacen que lo que me hace ruido se acomode a mis formas.

¿Ve un sobretono totalitario en ese gesto?

Yo creo que se quiere limitar lo que las demás personas quieren ser, como diciendo: “usted sea hasta donde yo lo deje”. Parafraseando esta idea liberal de que mi libertad llega hasta donde empieza la del otro, nos están diciendo: “su libertad llega hasta donde a mí me molesta”. Si no reconocemos que hay un conflicto ahí y no lo gestionamos de formas alternativas y no violentas, va a ser muy limitada la forma como vamos a poder gestionar nuestros conflictos más grandes como sociedad.

Retomando la idea de los valores de bien y mal, y que nosotros somos seres dañados y que han dañado, ¿considera que en el arte hay forma de generar esa sanación y esa reparación de los daños?

Muchas veces pensamos que la justicia es solo lo punitivo y que solo se hace justicia cuando alguien va a prisión, pero la justicia admite otro tipo de registros. Uno puede empezar a reconciliarse con el mundo con un gesto, una palabra, un abrazo.

Andrea Salazar, una mujer que nos acompañó en un foro sobre impunidad, tratando el tema de violencia sexual, nos contaba que pudo empezar a sanar porque lo habló, pero también porque lo empezó a ver en un muro, que era una denuncia pública: esto pasa en Manizales, en nuestros trabajos, en nuestros hogares.

El informe de la Comisión de la Verdad habla de “nombrar lo innombrable” y el arte nos puede llevar a perdonar lo imperdonable, porque lo saca del cuerpo, lo vuelve físico, pasa por otros lados del cuerpo y por otros cuerpos, por las manos de artistas, por las voces, por nuestros ojos y los de la ciudadanía. La sanación tiene un componente individual, pero también uno colectivo. Andrea contaba que otras mujeres hablaron, vieron los murales, contaron sus historias y se tejió un sentimiento colectivo poderoso.

Todos somos vulnerables por igual porque todos somos mortales, pero luego nos precarizan y nos hacen más vulnerables mediante las violencias. Esa vulnerabilidad se alivia con la hospitalidad pero no la de atender visita, sino la que acoge, brinda cariño y escucha, y eso además nos da la potencia artística para crear. El arte no me permite entender más las cosas, me ayuda a sentirlas mejor, nos permite disponernos corporal y estéticamente para recibir a las otredades.

Escritor. Realizador de cine.