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El ruido de la guerra

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 21/10/2023

Para la inauguración de la versión 55 del Festival Internacional de Teatro de Manizales, el grupo de Teatro Petra y su director Fabio Rubiano trajeron su obra Una banda sonora la cual nos deja además de inquietudes, demasiados interrogantes, pues nos toca empezar por admitir que aquellas guerras que creíamos eran en otros países o aun en el propio, eran exclusivas de las áreas rurales y eso, en las más lejanas, pero la realidad es otra.

Es que los conflictos forman parte del ser humano y sus relaciones con sus semejantes, primero son los desacuerdos, luego las escaramuzas y eso va escalando a niveles insospechados, partiendo de que los conflictos inician con nosotros mismos y si no somos capaces de resolverlos, buscamos a quien echarle culpas para poder pelear. Esto no es solo a nivel personal, también institucional y peor, no solo entre vecinos, sino entre hermanos de historia común, de parentesco y de sangre, etc.

La escenografía que nos muestra la obra es impactante, un apartamento casi destruido, al mejor estilo de la Franja de Gaza, ventanales destrozados, paredes derruidas, techos desprendiéndose, amenazando ruina, polvo por todas partes, ruidos atronadores como de combate, cortes de luz, etc. y una familia sobrecogida por el espanto de una guerra muy cercana, que los afecta directamente. El diálogo entre sus miembros es incomprensible y solo se escucha con nitidez la orden externa de desalojar perentoriamente, so pena de no responder por su seguridad.

Lo único claro es lo que suena afuera de la vivienda, una marcha marcial como de desfile de tropas listas para el combate. El fragor es tan terrible, que como dicen “hay tanto ruido que no deja escuchar”. La orden de desalojo es general y repetitiva, pero esta familia y otros inquilinos se resisten a abandonar lo único que tienen, quedan así, autosecuestrados. Los diálogos internos son incomprensibles, como otras tantas cosas, y será solo la música, la gestualidad y los ademanes, la que permita comprender por parte del espectador, ese drama. No todos soportan de igual manera las tensiones y eso queda reflejado en el errátil comportamiento de esos habitantes abandonados a su suerte.

Como en todas las circunstancias, el ser humano busca adaptarse para poder así sobrevivir a todas esas penurias, primero les cortan la luz, luego les quitarán el agua, vienen los racionamientos, pero el mundo debe continuar. Los conflictos al interior de la familia se acentúan y cada uno debe también resolver sus propias dudas, obviamente de eso se trata la vida tanto en la ficción, como en la realidad, tanto en el teatro, como en los escenarios de la vida. Por eso la ficción va siempre de la mano de la realidad y viceversa.

Papel protagónico juega quien hace las veces de mensajero, es el cartero con sus buenas y malas noticias, con sus peticiones y rechazos, es quien satisface algunas de las demandas de las víctimas o anuncia los requerimientos de los victimarios, en un ir y venir que presagia lo más ominoso. La simulación juega un papel protagónico, bien sea cuando nos muestra un lisiado que nos llama a conmiseración, una manta doblada que simula el bebé raptado, al cual se arrulla como si fuera real, y se cree oírlo llorar de hambre, los sonidos del acto sexual que en su clímax parecen gritos de sufrimiento, cuando son es de pasión, y así se nos va la vida entre simulaciones y realidades, deseos y frustraciones, pero debemos saber distinguir para no caer cada vez más hondo. La razón del rechazo a abandonar la ciudad por parte de esa familia unida, es clara: uno es de donde están sus muertos.

Como afirma su director, Fabio Rubiano: Si uno se basa en la realidad para construir la ficción, a nosotros casi que nos toca hacer un trabajo al contrario, porque nuestra realidad a veces tan ficcional, a veces tan absurdas las realidades de América Latina, que uno podría contar cosas que parecen increíbles.

El teatro definitivamente nos cuestiona, nos interroga y obviamente, nos hace reflexionar, no es una diversión, es más bien una inmersión sicológica, sociológica, política y ante todo muy personal, esa era una de las finalidades de la tragedia griega, que mostraba lo peor de la humanidad, para lograr sacar de nuestro interior lo mejor del ser humano. De lo colectivo a lo personal, de lo externo a lo más intimo de nosotros.

* Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.

Fotografías Andrés C. Valencia.