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Encarando la desesperanza

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 01/06/2021

En momentos de crisis como la actual en donde la inestabilidad se ha instalado en la permanencia, la precariedad ha llegado con contundencia, la intranquilidad es permanente y la zozobra nos acecha, todo por el inesperado virus COVID-19, qué mejor terapia que la lectura, y en este caso la ofrecida por el filósofo y sociólogo francés Edgar Morin, quien, en vísperas de cumplir sus lúcidos cien años, acaba de entregarnos un interesante análisis sobre lo vivido.

Como todas sus obras, Cambiemos de vía. Lecciones de la pandemia, escrita con la colaboración con Sabah Abouessalam, socióloga urbanista y doctora en ordenamiento urbano, nos hace aportes para comprender y nos brinda análisis de las diferentes formas de aprovechar lo sucedido, pues de todo lo que nos ocurra, debemos sacar conclusiones y no solo lamentaciones. Nos presenta su mirada que abarca el confinamiento al que estuvimos sometidos, luego el asombroso despertar a la cruda realidad causada por esa pandemia: cierre de empresas, cuantiosas pérdidas económicas, desempleo, pobreza, enfermedad, desasosiego y muerte.

Como marco de referencia, y con absoluta validez, de su experiencia vital, hace un preámbulo que designó como Cien años de vicisitudes, y en el cual de primera mano nos muestra los resultados de haber vivido y sufrido: la gripe española, la crisis mundial de 1929, el nacimiento del ciclón, con Hitler y todo su significado, la segunda guerra mundial, la gran crisis intelectual de los años 1956-1958, Mayo del 68, la crisis económica y resistencia en dos frentes.

Sobre el estudio afirma: …descubrí que toda política debe basarse en una concepción del hombre, de la sociedad y de la historia. Esto me llevó a matricularme en la universidad para estudiar historia, sociología, filosofía, economía y ciencias políticas. Este estudio no me ha abandonado y es el fermento de toda mi obra.

Con relación al dogmatismo, la segunda guerra mundial y su participación señala: …extraje la lección de no dejarme arrastrar, de mantener la vigilancia critica y autocritica, y de revisar mis ideas cuando se produjeran nuevas experiencias históricas. Pero la lección principal de la guerra fue resistir. Me siento muy feliz de haber asumido en esa época el riesgo importante de incorporarme a la Resistencia.

En cuanto a la crisis ecológica y la forma como ha sido enfrentada, considera que la toma de conciencia no solo ha sido lenta, sino poco contundente y menciona la negligencia de la acción política y económica para evitar los desastres humanos y naturales, ya que los intereses económicos priorizan los beneficios inmediatos y tratan de ocultar los problemas o simplemente los ignoran.

Con su postura intelectual y política ha hecho resistencia a lo que considera las dos barbaries que afronta el hombre: por un lado, la vieja barbarie venida de los tiempos inmemoriales, que se traduce en dominación, esclavitud, odio y desprecio… y, por otro lado, la barbarie fría y gélida del cálculo y el beneficio, que domina en una gran parte del mundo. Y así concluye el lector comprenderá entonces que encuentre normal esperar lo inesperado y prever que lo imprevisible pueda acontecer.

El cuerpo de la obra presenta tres capítulos: Las quince lecciones del coronavirus, Los desafíos del poscoronavirus y el tercero, Cambiar de vía. Inicia con una Introducción en la cual afirma:

Y es sabido que la conquista de las Américas produjo la unificación bacteriana del planeta, pero la novedad radical de la COVID-19 reside en que ha provocado una megacrisis como resultado de la combinación de crisis políticas, económicas, sociales, ecológicas, nacionales y planetarias que se retroalimentan y cuyos componentes, interacciones e indeterminaciones múltiples, están  interrelacionados, es decir, que son   complejos en el sentido originario de la palabra complexus “lo que esta entretejido”.

La primera revelación innegable de esta crisis inédita es que todo lo que parecía separado es inseparable.

Todo esto nos ha llevado a entrar en una era de incertidumbre y un futuro imprevisible en gestación. La esperanza es que se produzca una regeneración política que conlleve a la verdadera protección del medio ambiente y a una humanización de la sociedad con el fin de encarar lo inesperado, que ya vemos será una constante con la cual debemos convivir, pero solidariamente, si queremos continuar al menos vivos.

Cada uno a su manera ha experimentado en medio de esta pandemia cuáles son en realidad las verdaderas necesidades, nuestras aspiraciones, hemos diferenciado lo superfluo de lo esencial, lo oculto en las alienaciones de lo cotidiano y han aflorado los valores fundamentales tan necesarios como la solidaridad, la compasión y la amistad. Como afirma Morin, nuestra precariedad estaba olvidada, nuestra precariedad estaba oculta.

Hemos visto cómo la comunidad científica, afanada por buscar contrarrestar esa ola de muertes, aunó esfuerzos y logró en tiempo record, con los recursos tecnológicos modernos, encontrar la anhelada vacuna, pero, así como predominó la cooperación internacional en esa búsqueda, finalmente se impuso la competencia, el aspecto económico en la comercialización y distribución de ese salvavidas. Lo mejor del ser humano y lo peor de su naturaleza, se vieron desdibujados por la precaria distribución mundial de la riqueza, con países ricos y exceso de vacunas y países atrasados no solo en su desarrollo, sino también en su protección. Se lamenta nuestro filósofo así: el humanismo está en crisis frente a  las derivas y los repliegues nacionalistas, la reaparición de racismos y xenofobias y la primacía del interés económico sobre todos los demás.

Para ilustrar la inequidad planteada por Morin, veamos las cifras presentadas por la organización Our World in Data, de la Universidad de Oxford, en donde se expone que al dos de mayo se habían vacunado en el mundo 1.164.477.500 personas, de las cuales el 70% correspondían a Estados Unidos, China, India, Reino Unido y Brasil. En cuanto número de vacunas completas por cada 100 habitantes, se tenían: en Israel 58.4, Chile 35.2, Estados Unidos 31.3, Uruguay 19.2 y Colombia 3.3. Como contraste, en el África con 1.340 millones de habitantes solo se tenían vacunados 0.37 por cada 100 personas, o sea menos de una persona. Finalmente, el 22 de mayo apareció como noticia que entre junio y julio Haití (once millones de habitantes) esperaba recibir 130.000 dosis de 750.000 asignadas por la OMS. Vale la pena recordar que La Española es una isla del Caribe en donde se ubican dos estados independientes, Republica Dominicana con 7.9 personas vacunadas por cada cien y Haití, que no ha podido iniciar su vacunación.

En el capítulo correspondiente a Cambiar de vía Morin plantea la necesidad de regenerar la política, humanizar la sociedad y así establecer un humanismo regenerado, propone entre otros: un decrecimiento progresivo en el consumo de lo superfluo, lo frívolo, lo ilusorio, fomentado por la aplastante publicidad, aboga por la producción de objetos no desechables, reparables; incrementar el transporte público y potenciar los ferrocarriles en detrimento de los aviones, todo para desintoxicar el medio ambiente. Con relación a las comunidades, seguir fomentando los lazos de solidaridad y empatía que afloraron con la pandemia.

Respecto de la automatización, tiene su propia percepción:

La técnica es lo que permite a los humanos esclavizar las energías naturales mediante las máquinas. Pero también es lo que permite hacer a los humanos esclavos de la lógica determinista, mecanicista, especializada y cronometrada de la máquina artificial… La   otra cara del desarrollo industrial, a la vez creador de bienestar (para los clientes) y de malestar (para los trabajadores), comporta hoy en día dos amenazas: una viene de la degradación ecológica del ambiente en que vivimos; la otra, de la degradación sociológica de la calidad de vida.

En cuanto al humanismo regenerado, entiende que es preciso combinar en forma constante lo racional y lo pasional, pues constituyen la naturaleza humana, que esa afectividad puede desembocar en amor u odio, coraje o miedo; que la sola razón es fría, inhumana, pero que la técnica a pesar de aportar lo mejor y lo peor, según lo aplique el hombre, puede también, deshumanizarlo. Nos queda la esperanza, la cual no implica certeza, pero si, peligros y amenazas, pero debemos asumirla.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas