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Entrañable y extraña relación

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 05/10/2022

Nuevamente tenemos la oportunidad de disfrutar nuestro Festival Internacional de Teatro de Manizales, que en este año celebra su versión 54. Esto se ha logrado gracias a la tenacidad, persistencia y casi ciega obstinación de nuestro capitán Octavio Arbeláez y su grupo de colaboradores que han sabido conducir ese barco a través de tanto infortunio, no solo económico sino el hecho de sobrevivir a la pandemia.

Las sorpresas inician desde la forma de elaboración del tradicional afiche promocional que esta vez surgió de un collage de diferentes carteles de espectáculos y anuncios comerciales, una creativa superposición como lo son a veces las obras que siendo palimpsestos traen su propio mensaje críptico, pero valioso. Por ello el eje temático será la diversidad en su más amplio significado y su eslogan “seamos todos”. Esta simbología, si miramos atentamente, la encontramos en el afiche.

En esta dirección aparece la obra que nos trae el grupo de México Compañía de Artes Escénicas, El Mirador, Flores negras del destino nos apartan, con la dirección de Belén Aguilar, con el elenco de Lorena Glinz y José Juan Sánchez, basada en la novela de Julián Herbert, Canción de tumba publicada en el 2011 en México.

Para empezar, la prostitución, actividad que ejerce la protagonista, los personajes que la rodean, camellos, homosexuales de toda índole, hijos todos de padres diferentes, vividores de todos los pelambres, son una muestra de la diversidad. Igualmente la relación madre-hijo, desde niño, hasta ahora adulto, está enmarcada no solo en momentos diferentes, sino en problemas con diversa complejidad, afrontados y superados no se sabe cómo.

Con una escenografía mínima, silla, mesa, ventanal y luego unas matas y algo más, son suficientes para que José Juan Sánchez con toda su fuerza actoral, su prodigiosa memoria y su histrionismo a flor de piel, o de flores negras, logre cautivar el auditorio durante setenta minutos que tienen diferentes ritmos según la narración y la conmiseración del actor. Además de su extenso monólogo, aparece varias veces la imagen en video de su madre, unas en el cuarto del hospital en donde agoniza de leucemia mielítica aguda, en otras, parte de su interminable trasegar buscando una casa o un amante o un empleo o una felicidad que en este Suave Patria no existieron nunca…

De todos los hijos que tuvo, casi siempre los llevaba en su nómada vida y los otros los dejaba al cuidado o descuidado de alguien a quien luego le pagaría, así, desde pequeño conoció las privaciones, humillaciones, desengaños y algunas pocas alegrías, por eso y por el cuidado de su madre hacia él, fue que consideró, casi como un apostolado y no una obligación, cuidar de ella ahora en su lecho de muerte, además porque pudo comprobar ante la ausencia y el desinterés de sus otros hermanos, que el socorrido y pregonado concepto de familia, solo tiene una verdadera acepción, como la familia siciliana: La única Familia bien avenida del país radica en Michoacán, es un clan del narcotráfico y sus miembros se dedican a cercenar cabezas..

La obra nos lleva en un torbellino de extremos que nos conmueven profundamente, desde el odio hasta el amor, de la nostalgia a la dulzura, de la salud a la enfermedad, del goce al dolor y así como en un tobogán, como en realidad es la vida. El hijo en el lecho de enferma de Guadalupe Chávez, su madre, experimenta tal confusión, que solo logra aclararla recurriendo a la memoria de aquellos recuerdos tanto gloriosos como dolorosos y así podrá tratar no solo de entender a su madre, sino de entenderse a sí mismo, doloroso, pero catártico y por ende necesario.

Desde niña le gustaron los boleros, sin saber que eran trozos de la vida misma, unos románticos, otros tristes, unos sobre desengaños, otros sobre amores apasionados, pero imposibles; todo esto la llevó a idealizar la vida y a tener un anhelo profundo por una de las cunas del bolero, La Habana y tal vez por eso quiso lanzar su grito adolorido y desgarrador desde el puerto de Progreso, en Yucatán, pretendiendo que la oyeran de donde supuestamente se veían sus luces en la lejanía.

Prefiero imaginar a mamá frente a las falsas luces de La Habana, borracha y mocosa cantando, que verla así como la tengo ante mí: calva, callada, amarilla, respirando con más dificultad que un polluelo sorteado en la kermés de una misa.

Este balance entre amor de madre y sentimiento compasivo del hijo, quien además está signado de verdadero arrepentimiento así no logre precisar de qué, esa magnífica interpretación que hace que el espectador logre lo sentido por el lector, esa traslación de palabras escritas a emociones representadas que conmueven al público, logran que pensemos en hacer una introspección para hacer los ajustes oportunos.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.