Volver

Entrevista con promesa

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 30/04/2023

Juan Grajales (Manizales, 1998), con la publicación de sus novelas, cuentos y columnas de opinión, se ha convertido en una promesa para nuestras letras. Desde pequeño mostró un marcado interés por la lectura y la escritura, y quien más lo animó fue Jorge su padre, a tal punto que desde los doce años empezó a escribir en sus cuadernos la simiente de las historias que lo inquietaban y a los quince años publicó su primera novela FALLSVILLE  Cuando sale la luna, la cual tuvo una segunda edición en el 2017.

Después de Falsville, en su segundo libro La cuarta bestia, noviembre 2016, abordó a nuestra querida Manizales, pero de una manera apocalíptica. En su tercera novela en 2019 PINOS, nos presentó fundamentalmente un análisis de la conducta humana, resaltando los opuestos entre la bondad y la maldad, pero de una manera desgarradora, como el ya nos ha mostrado que lo sabe hacer. En su penúltimo libro, La luna en un suspiro nos mostró la existencia de otras realidades En su última publicación Lo que la noche nos dejó, nos presentó quince relatos que no pocas veces nos quitan la respiración por lo tenebroso de las historias, o por la belleza de la descripción sobre la relación entre las personas, u otras veces por lo inesperado del final; siempre con unos claroscuros que hacen verosímil las situaciones narradas y nos sobrecogen por su crudeza.

Después de ese libro renunció a sus estudios académicos para dedicarse a su carrera de escritor, dejó su país y se fue para Europa en búsqueda de nuevos horizontes. Primero en Italia luego en Alemania, Dinamarca y desde principios del 2022 en el Ártico en donde ahora vive. Desde allí amablemente me atendió la presente entrevista.

Al ingresar a la universidad ¿qué carrera escogió y por qué?

Cuando entré a la universidad primero elegí derecho y después me pasé a biología. Siempre quise ser escritor, de hecho ya lo era cuando inicié la universidad, pero no había en la ciudad alguna carrera sobre literatura o creación literaria (que de hecho de esta última son poquísimas en todo el país), por lo que decidí seguir los pasos de mi hermano mayor, que se graduó de abogado en la Universidad de Caldas y ha sido un excelente profesional. Lastimosamente no pude conectar con la carrera y decidí estudiar mi segunda pasión: la naturaleza y el mundo. La biología cambió mi forma de pensar y de existir, y me ayudó a entender la vida desde una perspectiva mucho más amplia. De allí surgió, por ejemplo, la inspiración por los microbios de La Cuarta Bestia

¿Cuántos semestres alcanzó a cursar y cuál fue la razón de su retiro?

Cursé aproximadamente siete u ocho semestres, dispersos entre sí, con materias adelantadas y otras atrasadas producto de los constantes paros, de mis propios aplazamientos para tener tiempo de escribir, y porque constantemente veía materias de otros programas en mi afán de aprender, sobre todo. Aprendí aspectos básicos sobre geografía, geología, antropología, historia, derechos humanos y demás; puedo decir que fueron los años felices de mi primera juventud, cuando todavía tenía el tiempo, la energía y la incertidumbre del futuro. Me retiré en el 2021, después de las interrupciones de la pandemia y varios eventos personales que me llevaron a tomar la decisión de dedicarme a la escritura, y todo lo que esto conllevaba en materia de libertad de expresión en un país en donde este derecho sólo se encuentra en el papel. 

¿Cuánto tiempo lleva por fuera, en dónde se radicó y por qué?

Salí de Colombia una semana después de la publicación de mi último libro, “Lo que la noche nos dejó”, con la intención de pasar un tiempo viajando por Europa, principalmente en Italia. Una serie de eventos terminaron por moverme un poco más al norte cada mes, de Italia a Alemania, de Alemania a Dinamarca, y a principios del 2022 terminé en el Ártico, en donde ahora vivo. Tuve la oportunidad de quedarme, de obtener garantías para escribir sin tapujos sobre los temas que siempre reservé cuando vivía en Colombia, y que se agudizaron en los duros meses del Paro Nacional. 

Como todo lo que uno aprende, en algún momento le ha de servir ¿Cuál considera el aporte de su paso por la Universidad de Caldas?

Mi paso por la Universidad de Caldas fue determinante para ser la persona que soy y la persona que seré. Incluso sin haberme graduado, incluso sin tener un diploma en la pared, incluso si ya no queda registro de esos años felices, la Universidad de Caldas cambió mi vida y me abrió las puertas del conocimiento, me hizo revivir esa curiosidad de niño que se había disipado en la adolescencia, me hizo encontrar gente que pensaba como yo y gente que pensaba distinto, me ayudó a entender otras culturas, otros idiomas, otros mundos y otras historias. Aquellos años de universidad están bien plasmados en mi libro “Pinos”, que escribí precisamente en plena clase, cuando todos creían que estaba tomando apuntes de las exposiciones de mis compañeros de Derecho Ambiental, mientras lo que en realidad hacía era tomar nota de todo cuanto veía para convertirlo en una historia. También conocí a personas excepcionales, como mi profesora Lupe Laserna, que ha sido un apoyo constante desde que pasé por su clase de Textos y Discursos I, por donde también pasó mi hermano menor el mismo año en que me fui. 

¿Qué es lo  que más extraña de nuestra cultura y qué le ha sorprendido de la nueva en la cual está inmerso?

Lo que más extraño de Colombia es precisamente lo que nunca pensé que iba a extrañar; extraño la bullaranga de los mercados, las risas estridentes de la gente en los billares, el fragor de los mercados, los colores de las frutas enormes (ya descubrí por qué mis amigos extranjeros se emocionaron cuando los llevé por primera vez a la Galería), las doce horas de luz que son tan verídicas como la ley de la gravedad. También los balcones, y el sentimiento de que todavía queda mucho por hacer y mucho para arreglar, y que a pesar de todo lo malo la gente saca una sonrisa para seguir adelante. Donde estoy ahora parece que ya no hay nada más para hacer, nada más por mejorar, y la gente anda por la calle en un silencio de tumba en el que uno puede escuchar sus propios latidos. Me encanta, sin embargo, la seguridad y la tranquilidad con la que vive la gente, y cómo en aquel silencio han tenido tanto tiempo para pensar, que se conocen muy bien a ellos mismos, y eso es algo que nos hace falta a los colombianos, pues vivimos tan ajetreados y acompañados que no sabemos ni quiénes somos. Eso lo descubrí yo cuando sentí la soledad por primera vez en mi vida. 

¿Qué proyectos de escritura tiene ahora?

Ahora soy escritor para una agencia de expediciones del Ártico, estoy en varios proyectos con ellos, estoy muy emocionado a pesar de que ya han sido dos inviernos muy largos. Aquí la mitad del año es de una oscuridad impenetrable y la otra mitad es de una luz perpetua en la que uno ve el sol incluso a las dos de la mañana. A veces me da la impresión de que el mundo se estropeó y que las leyes del universo no funcionan aquí; quizá fue por eso que me interesé tanto en el realismo mágico desde que llegué. Estoy escribiendo una novela que ya había empezado desde antes de la pandemia, también un libro sobre mis primeros 400 días en el Ártico, y ahora también soy escritor para la revista de una ONG noruega sobre derechos humanos en latinoamérica.

Así como estando en Colombia logró desarrollar una novela como Fallsville que trascurre en Norteamérica, ¿qué ha pensado de escribir sobre Colombia estando por fuera?

Me siento más colombiano de lo que alguna vez lo fui. La historia que estoy escribiendo ocurre en un país latinoamericano ficticio, inspirado en Colombia, en donde me esfuerzo por retratar las cosas que nunca tomé en cuenta porque las veía todos los días. Es como la nariz, uno puede verla todo el tiempo si cierra un ojo y mira hacia abajo, pero realmente la ignoramos porque siempre está allí, y no es hasta que nos vemos en un espejo cuando realmente somos conscientes de ella. Lo mismo pasa con todo lo demás, como ver el sol esconderse a las seis de la tarde, o verlo en lo más alto del cielo al mediodía, o escuchar los pájaros al amanecer, poder salir a un parque o sentarse en una banca; todas esas cosas se convirtieron en lujos para mí, y me costó entender cuán simple es la felicidad. Ojalá lo hubiera sabido antes. 

Las pestes extrañas están en el trasfondo de sus relatos como en La cuarta bestia y en Fallsville, ¿qué más podemos esperar en sus narraciones a veces apocalípticas?

Siempre me fascinó entender cómo se comporta la gente en tiempos de crisis, qué tanto cambiamos, quiénes somos realmente. Escribí sobre las epidemias debido a mi pasión por los microbios, y ahora escribo sobre los conflictos sociales en mi afán por entender lo que nos pasó en los últimos setenta años. Nacer y crecer en Colombia me hizo normalizar eventos inconcebibles en muchos otros lugares del mundo, exterminios políticos, masacres, atentados, cosas que veía en televisión todos los días desde que tenía uso de razón, y que se me hacían tan normales como el sereno al anochecer. Ahora estoy interesado en saber cómo llega una sociedad hasta ese punto de desconexión (¿o tregua bélica?) con sus propios principios. De ahí viene “El Conflicto”, un libro que narra la vida de una mujer desde sus primeros años hasta su lecho de muerte en la vejez, y cómo su país experimenta cambios abruptos y atroces durante el ascenso de un dictador electo democráticamente y una posterior guerra que desestabiliza a la sociedad latinoamericana. Empezó como un proyecto de ficción, pero entre más leía más entendía y más me adentraba en el tema, descubrí que es una realidad latente en nuestro territorio. Por eso decidí ser escritor y activista para Amnistía Internacional y LAG i Norge; defender la democracia, los derechos humanos y las instituciones es responsabilidad de todos, incluso de los menos interesados en la política. 

¿Qué tipo de lecturas está haciendo?

Estoy leyendo exclusivamente autores latinoamericanos, especialmente aquellos relacionados con el realismo mágico (como Gabriel García Márquez e Isabel Allende), pues en este mismo estilo estoy escribiendo “El Conflicto”. También he descubierto autores escandinavos, pero son lecturas lentas porque mi nivel de noruego no es tan avanzado. 

¿En las librerías se ven libros de nuestros escritores?

 Sí, sobre todo de Gabriel García Márquez, traducido al inglés y al noruego. En un pequeño rinconcito de la biblioteca pública de Tromsø encontré un ejemplar en español de “El Amor en los Tiempos del Cólera”, ese día me puse muy feliz. 

¿Qué actividades desarrolla en un día normal?

Antes vivía en medio de la nada, rodeado de hielo y más hielo, pero desde mayo vivo en el centro de Tromsø y la vida se siente más normal. Como el estado de la luz cambia muy rápido, prácticamente no hay dos días iguales salvo cuando es el periodo del sol de medianoche o el de la noche polar, que parece como si el tiempo se congelara dentro de los relojes y no pasaran los días ni las horas. En el periodo de oscuridad trato de mantenerme acompañado todo el tiempo, salir con amigos, tomar mucho café. Incluso a los noruegos de otras ciudades les cuesta acostumbrarse a tanta oscuridad. En los meses de luz es al revés, no hay ni un rastro de oscuridad en el cielo y uno ve a la gente comiendo helado en los parques o asoleándose en la playa a la una de la mañana. Lo complicado es que luego es difícil conciliar el sueño, uno se siente como un sonámbulo a todas horas. Ahora que trabajo para la agencia de expediciones empezaré a viajar y a conocer más sobre el Ártico, eso me llena de mucha inspiración. No pienso quedarme aquí para toda la vida, pero, por ahora, este mundo tan loco es mi día a día. 

*  Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

(Las fotografías fueron tomadas por Esme Andrews & Petra Policova).