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Escritos sobre Teatro

Por: Rubén Darío Zuluaga Gómez*

Fecha de publicación: 24/03/2023

Marzo es un buen mes para pensar y escribir sobre teatro, no solo como el acto representativo sobre un escenario, sino en la mímesis en que se constituye de los seres humanos, de la naturaleza y del cosmos mismo. Así como los animales cambian de aspecto para no ser depredados o cumplir su ciclo alimenticio, así como el cosmos mismo muta de manera inteligente para cumplir su enigmático destino, las personas buscan reproducir sus modelos inconscientes en todo lo que hacen y particularmente en el teatro.

Claro que el teatro es un espejo, es una manera de desentrañar el misterio de la vida y cada momento histórico produce una escena que corresponde con sus afanes, ideales, avatares e incomprensiones. El teatro muestra lo mejor, lo peor y lo que está en medio, por eso fascina a los sentidos, porque además permite darle forma a lo invisible, sentir los ambientes, oler la tragedia y empalagarse con la comedia. Hay verdades que solo podríamos soportar en el teatro, en cualquier otro lugar saldríamos huyendo despavoridos.

El teatro y el arte no hace mejores personas, pero tal vez si más complejas, más conscientes de si y del mundo. Buenas personas se encuentran de pronto en las iglesias, aunque tampoco hay garantía de ello, pero lo que si nos enseña el teatro es a observar el mundo que nos rodea y a penetrar en el universo intangible. Me refiero a un teatro como tradición de la humanidad que plantea asuntos vibrantes, conflictos no resueltos, aspectos de interés colectivo.

La fuerza del teatro está en su paradoja simbólica, ¿para qué el naturalismo ramplón en el teatro?, para eso está el cine o la televisión (para que las cámaras capten todo y luego el arte, si es que lo hay, se diseñe en un estudio). El teatro es creación pura (sangre, nervio y musculo), allí todo hay que inventarlo y entre la escena y el público sucede el milagro. Aunque hay teatros y personajes que se acomodan a los sistemas, que andan tras el márquetin del éxito.

Algunos grupos y obras son inofensivas, sin propuesta estética, sobreviven cumpliendo estándares para los presupuestos locales o del Ministerio de Cultura.. La historia del teatro universal y particularmente en Manizales nos volvió exigentes como espectadores, por lo menos para quienes lo hemos sido de manera intensiva y por muchos años. Si la actuación no es un arte, ni la obra expresa talento, entonces se reproducen modelos, fórmulas que quizá funcionaron en otras épocas, pero que en la actualidad no dinamizan ni conmocionan a nadie.

Los Maestros del teatro colombiano nos enseñaron una escena profundamente reflexiva, contenidos políticos, antropológicos, filosóficos y de complejas proyecciones estéticas y casi siempre confrontando la realidad. Me da la impresión que cuando el teatro entra en cierta “zona de confort” pierde todo el sentido para los espectadores. Uno no va al teatro a consumir como lo hace en un centro comercial, obvio hay espectadores para todo, pero nuestra tradición nos enseñó otra cosa. Yo voy al teatro a ver arte, pero puede no ser, una cosa no supone la otra. El teatro también puede tomarse como una tecnología y reproducirse con técnicas básicamente aprendidas, esto quiere decir que el teatro no supone sorpresa, fascinación, novedad o encanto, por el contrario, puede llevarnos a constatar lo obvio, lo ya sabido, la narrativa del entretenimiento consuetudinario.

*Crítico de Teatro.