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Extraña mirada

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 13/10/2020

La versión 52 de nuestro Festival Internacional de Teatro de Manizales, con la tenacidad de Octavio Arbeláez y su equipo, logró concretarse, así fuera de manera virtual como se han venido haciendo las ferias de libro, los conciertos, los foros, las conferencias y las demás manifestaciones artísticas, es que no podemos dejar lo que tanto nos ha costado.

Por eso, recibimos con grata expectativa la oferta que nos brindaron y tratamos primero de comprender y aceptar los nuevos tiempos, y luego disfrutamos las creativas formas de expresión propuestas. Como siempre la gente de teatro, muy recursiva. Se ha rescatado nuestro FITM 2020.

Las obras presentadas, como siempre, daban muchas posibilidades de armar los programas, sin las afugias de las carreras al salir de una obra para alcanzar a tiempo otra función y sobre todo, lograr una buena ubicación en la sala, además con la posibilidad de ver algunas de ellas en el momento oportuno, pues permanecían disponibles por veinticuatro horas.

La página del Festival en internet, era actualizada continuamente y el periódico TEXTOS, con su identidad como siempre; allí se tenían reseñas sobre las obras, entrevistas con directores y otras interesantes colaboraciones, propias del medio. La oferta académica también estuvo disponible con exponentes sobre la temática del teatro, de gran renombre, como Piedad Bonett, Ricardo Silva y Patricio Rivas quien deslumbró con su ponencia Shakespeare desconfinado. También disfrutamos un ciclo de conversaciones con temáticas tan sugerentes como: Creación en confinamiento, Cuando esto se acabe y Arte y tecnología. Mención aparte merece la celebración del día del teatro latinoamericano y los 45 años del CELCIT.

En todas hubo interesantes posturas frente al problema del confinamiento, la creatividad que surge o que se escapa, las oportunidades encontradas, las limitaciones impuestas, etc., es decir, el cómo lo ha percibido y sufrido cada uno, o la manera de asimilarlo y aprovecharlo, la resiliencia y la rigidez, la adaptación o la negación, todo según lo miremos o lo ignoremos.

Ana contra la muerte

De las obras vistas en este Festival, me conmovió profundamente el drama de una madre ante la tragedia de la enfermedad de su hijo y la forma como la enfrentó, en un claro dilema de vida o muerte, la cual nos la presenta Gabriel Calderón, desde el Uruguay con COMPLOT TEATRO en  la obra de su autoría y  dirección, Ana contra la muerte.

 En escena Gabriela Iribarren, Marisa Betancur y María Mendive, que como él mismo lo afirma, constituyen tres locomotoras para poder sostener ese portento de obra, manteniendo una permanente tensión. Una de ellas siempre es la madre y las otras dos, en diferentes escenas pueden ser su amiga, la médica, la enfermera, la juez, el dealer de drogas hijo de su amiga, la oficial de emigración, la sicaria, etc.

Con una escenografía minimalista, pero muy recursiva, podemos estar con la ayuda de la iluminación en un consultorio médico, en casa de una amiga, en el escondite de un traqueto, en la sala de inspección de un aeropuerto internacional, en la cárcel, en una unidad de cuidados intensivos, o en un reclusorio.

Estaremos recorriendo una triste realidad que además es cotidiana, el sufrimiento de una madre por el dolor de un hijo, que en este caso padece de un cáncer que lo condena a la amputación de una pierna, a esta tragedia se suma la precaria situación de la familia, que la obliga a recurrir a amigos, familiares, vecinos, entidades de salud y todo aquel que pueda aportar a esta noble causa.

Después de padecer incontables sufrimientos y con el oportuno apoyo médico, comienza después de la dura aceptación a rehacer su vida, él con una prótesis y su madre con la satisfacción de haber podido superar todo ese calvario, que lo resume así: cómo llora el alma de la inocencia, cuando le arrancan una esperanza. Luego de este episodio ha llegado el momento de volver a alguna  normalidad, con el miedo cotidiano pero no con el mortal. Pero las sorpresas que nos depara la vida son muy diferentes a nuestros planes. Después de unos exámenes,  la doctora le comunica que ha vuelto. La reacción es, primero la no aceptación por la desesperanza, luego el resquemor por la metástasis y finalmente la impotencia que se siente al pensar que lo ya recorrido no cuenta.

El desasosiego que siente al saber que hay mucha investigación científica para mejorar el bienestar y la apariencia de quienes tienen con que sufragar eso, pero tan poco interés por la salud de un niño sin recursos, pues las nuevas tecnologías y los tratamientos experimentales son onerosos, la llevan al desespero y no encuentra una salida diferente para obtener los recursos necesarios, que la más riesgosa, con la cual había caído muy bajo y le había implicado privarse de los primeros cinco años de su hijo, ese desespero lo lleva siempre, pues constituye uno de esos recuerdos peligrosos con los que nos toca vivir. Así, y sobre todo por su hijo, se ofrece por dinero a volver a llevar droga con los peligros que implica.

Cae en una celada. Una abogada que la asiste le hace ver que aunque la razón aducida de la necesidad de recursos para el tratamiento de su hijo es válida, no menos lo es la incautación realizada, que su situación es frágil y difícil su caso. Discuten sobre las virtudes efímeras como la belleza de la abogada y su holgada posición económica, en contraste con su fealdad y pobreza, por lo cual hay que buscar virtudes que no las debilite el tiempo, en contraste con los defectos que sí se alimentan y refuerzan con él. Por eso debemos acordarnos de las virtudes que tuvimos, porque con ello, de alguna manera no las perdemos y nunca tenemos que olvidarnos de que alguna vez, todos fuimos buenos. Porque cuando lo olvidamos, nos volvemos peligrosos, muy peligrosos.

En una especie de entreacto de la obra se escucha la canción de MECANO, que le gusta a él, Me cuesta tanto olvidarte. Su letra parece un sombrío anuncio premonitorio:   Y aunque fui yo quien decidió que ya no más/ Y no me canse de jurarte que no habrá segunda parte/ Me cuesta tanto olvidarte/ Me cuesta tanto olvidarte/ Me cuesta tanto.

De nuevo en la cárcel y sin protección, sufre un atentado por parte de una sicaria que considera que su trabajo es loable porque lo hace por dinero y la buscan por efectiva, además de que Dios debe vivir muy contento con ella porque le pone un precio a la muerte, y así logra que si vivir es difícil, morir es muy fácil; el dealer que la contrató creyó que era mejor muerta que dudosa, se sobrepuso y se recuperó, porque la imagen de su hijo que la necesitaba era superior a cualquier cosa.

La juez que abocó su solicitud de permiso para acompañar a su hijo moribundo le hizo ver todo el perjuicio que había causado con su delito, lo cual aceptó, pero manifestó que no se arrepentía, que haría no solo lo ya hecho, sino todo lo que hubiera que hacer por su hijo. Esa es una madre. Su argumentación es tan contundente y dicha con tanta vehemencia, que la juez la acepta y concede el permiso.

Con el paso del tiempo, Ana termina por aceptar que Dios actúa de una forma misteriosa, pero que ella sigue pendiente de enfrentarlo no solo a ÉL, sino también a la muerte.

En la foto las actrices Gabriela Iribarren, Marisa Betancur y María Mendive en Ana contra la muerte.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas