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Gus: un “híbrido” entre las artes plásticas y la música

Por: Quehacer Cultural

Fecha de publicación: 24/05/2023

Los espectadores que nos disponemos a disfrutar de un concierto de la Orquesta Sinfónica de Caldas vemos con frecuencia en el escenario a un señor joven de pelo largo y barba organizando sillas, acomodando atriles, colocando instrumentos, cuadrando la tarima del director, hasta dejar la sala dispuesta para una solemne velada musical. Se trata de Gustavo Adolfo Cano Ocampo quien desde hace 7 años se desempeña como técnico de montaje de la agrupación caldense, una persona que por su carisma, amabilidad y eficiencia se ha ganado el cariño y la confianza de sus integrantes.

“Gustavo se encarga de dejar la sala en condiciones para que nosotros podamos hacer música tanto en los ensayos como en los teatros donde nos presentamos. Para los músicos es una persona muy importante porque con sus servicios podemos hacer mejor nuestro trabajo y para la Orquesta Sinfónica de Caldas es más importante aún porque solamente está él. Normalmente una orquesta profesional tiene tres personas para hacer esta labor y es por eso que su presencia cobra más relevancia”, afirma el director de la OSC, maestro Leonardo Marulanda.

Gus, como se le conoce, no interpreta ningún instrumento musical, es egresado de artes plásticas de la Universidad de Caldas, sin embargo, su talento le ha permitido conjugar las dos expresiones artísticas en su interés por lograr apuestas retadoras.

¿Pero, cómo llegó Gustavo a la orquesta?

“Salí del colegio, me puse a trabajar un tiempo con el INPEC en La Dorada y en Ibagué, regresé a Manizales y me desempeñé mucho tiempo como guardia de seguridad. Eso me martirizaba porque debía estar en un lugar quieto y yo soy muy activo. Al mismo tiempo empecé a estudiar psicología por la noche. Hice un semestre y aunque estaba muy contento me retiré porque me implicaría estar en una oficina. Quería estudiar en Bellas Artes, una decisión que me tomo mucho tiempo. Conocí las artes plásticas cuando estaba en 11 en el colegio. Me gustaba dibujar, hacer cosas, como decían mis papás, quería desbaratar un balín. Una vez en la casa de la cultura de San José elaboramos un dragón y unos enanos para un desfile en unas ferias y me enamoré de eso, pero no sabía que uno podía vivir del arte. Un día llegué a mi casa de trabajar, todavía como guarda de seguridad y mi pareja me tenía el pin para presentarme a la universidad, yo le respondí que sí quería estudiar, pero primero tenía que trabajar para pagar las deudas que en ese momento eran muy altas y me contestó, “algo hacemos”. Con mucho miedo me presenté y pasé para el segundo semestre. Ese primer año fue muy difícil, muchas veces con los dos hijos comíamos arroz no más. Mi mamá y algunos vecinos nos ayudaban sin saber las necesidades que pasábamos. Me puse a hacer lámparas en pvc, las primeras quedaron feísimas, ensayé y ensayé hasta que empecé a venderlas. Finalizando ese primer año, Lina Tangarife, coordinadora en ese entonces de la Orquesta Sinfónica de Caldas, comentó en un pasillo de Batuta que necesitaba una persona para ayudar con la orquesta. Ángela, mi pareja, quien trabajaba en esa institución escuchó y le dijo que yo estaba sin trabajo y podía colaborar algunos días. Lina me recibió y fue amor a primera vista. Ella significó para mí un gran apoyo durante toda la carrera y me dice que yo también fui su respaldo pues además de las necesidades de montaje se presentaban problemas con los instrumentos, llegaban dañados, no los cuidaban y yo como ayudante me propuse a aprender sobre su manejo adecuado. Días más tarde, en un festival en Santander de Quilichao, me ofreció vinculación formal con la orquesta y después de pensarlo acepté porque ella me dio facilidades para continuar estudiando”.

Ya han pasado 7 años y según Gus “un montón de episodios, unos desafortunados y otros muy bonitos me llevaron a enamorarme de la orquesta. Son muchas satisfacciones que representan un pago adicional”.

Con el conocimiento que ha adquirido acerca de la posición de cada fila de instrumentos hace el montaje escénico y garantiza en óptimas condiciones el embalaje y traslado de los instrumentos a cualquier escenario que se requiera. Así mismo, ha colaborado con la escenografía de dos conciertos que han celebrado el día del autismo.

Gustavo terminó la carrera de artes plásticas en marzo de 2022, “ha sido para mí un amor que siempre he tenido”. En este momento se encuentra en el proceso de encontrar un estilo que defina su expresión como artista plástico. Comenta que no ha sido fácil, pero cree que se va acercando con la creación de un mundo de híbridos, representado en seres míticos de colores bellos y brillantes. “Considero que es la suma de todo lo que he vivido desde que empecé a estudiar arte. Creo que este mundo tiene muchas cosas feas ya, y como artista quiero seguir entregando cosas bonitas”. Son esculturas y de ellas emergerán también pinturas. “Y como la música me ha regalado mucho, la idea es componer paisajes sonoros alrededor de esos personajes”.

Con algunos compañeros de la orquesta ha caminado la montaña. Aprovechando esa experiencia surgió un colectivo que se llama Sietecueros, “reproducimos sonidos del monte y del río en su caída, y esto me parece mágico. Para mí el que toca un instrumento es un mago y el instrumento es esa caja de donde se saca la magia, es precisamente lo que me inspiró el trabajo con seres míticos”.

Al ritmo de sus fortalezas, Gus ejerce funciones como técnico de montaje en la Orquesta Sinfónica de Caldas y cuando el tiempo se lo permite, con otras agrupaciones musicales, participa en la producción de proyectos artísticos, avanza en sus creaciones plásticas en armonía con la música y como el trabajo en comunidad es otra de sus pasiones, inicio una fundación para enseñar  habilidades como tejido, una práctica que ha visto en su mamá toda la vida, dibujo, pintura. Esta iniciativa es un homenaje a su sobrino asesinado el año pasado por robarle un celular. “Una pérdida tan significativa y tan grande lo sacude a uno, y la imaginación es la mejor alternativa para superarla”.

La constancia y disciplina también son cualidades que aprendió con los músicos de la orquesta, “porque ellos siempre están ensayando, en grupo o en solitario”. Gus no tiene momentos ociosos, carga un cuaderno, su bitácora, donde dibuja cuando no está ocupado en algo.

Deyvis Betancur, clarinetista de la Orquesta Sinfónica de Caldas, remata:

“En este momento Gustavo es irremplazable para la orquesta porque ha logrado entender la dinámica y las necesidades logísticas que hay, él las cubre, se entrega completamente, arma su equipo de trabajo cuando son montajes grandes. Es una persona muy responsable en quien los músicos confiamos nuestros bienes más preciados que son los instrumentos, y aparte de todo maneja una relación muy respetuosa con cada uno de nosotros y con el público. Siempre está haciendo más de lo que debe hacer, tiene un perfil muy interesante porque es artista plástico y esas competencias las pone al servicio de la orquesta”.