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Imaginaria

Por: Martín Rodas*

Fecha de publicación: 02/06/2022

Casting

A María Camila

En el Parque Caldas, de Manizales, hay un enorme y centenario cedro negro a cuyo abrigo me gusta sentarme para contemplar el paisaje y la gente, tanto la que es desconocida para mí como la que frecuenta el sitio.

El árbol tiene un denso follaje y sus ramas se extienden como una gigantesca sombrilla que abraza el firmamento. Las raíces, gruesas y muy largas hunden sus dedos callosos en la madre tierra. Para mí es la materialización del árbol de la vida. En su sombra, cálida y tibia, juguetean las niñas y los niños que disfrutan de la libertad que brinda un sitio, como este, encantado. Y hay muchas palomas, que revolotean permanentemente en torno al majestuoso cedro recogiendo la comida que les brindan las personas.

Para mí, el estar allí permite que la imaginación se expanda como el follaje del cedro negro y me deje llevar por fantasías y meditaciones hacia otros mundos que están en este mismo. Yo creo en la inspiración, y este sitio es un lugar sagrado que la provoca. Mis viajes al lado del viejo árbol se sumergen en las narraciones chamánicas de Carlos Castaneda, en cantos ancestrales y búsquedas cuánticas como las de Jacobo Grinberg.

Mientras estoy sentado en el regazo de este árbol de la vida, fluyo como el río del tiempo, como el río de Heráclito, como el agua que toma la forma de lo que la contiene. Los colores, olores, sabores… se convierten en una sinfonía sinestésica de arco iris iridiscentes… destellos que son visiones de los otros mundos… Desde este sitio la cotidianidad revienta y somos uno con el todo, todo con el uno… allí se nos presentan en sentipensamientos los maestros de la trascendencia… Hermes Trismegisto… Jesús… Buda… Khalil Gibran… Elena Blavatsky… Albert Einstein… Gurdjieff… nuestros chamanes, taitas, jaibanás, mamos…

En mi lugar sagrado y mágico vibro con la melodía de las esferas, viajando por el multiverso de los metaversos, en donde el tiempo y el espacio se transforman para vislumbrar la libertad que me hace guiños desde las nubes y el horizonte… allí, los duendes y las brujas bailan al son de tambores milenarios surgidos del alma del cedro negro centenario del Parque Caldas… un árbol de la vida que está en el centro de nuestra ciudad, poderoso y benefactor, testigo y superviviente de la incapacidad de esta sociedad para ver más allá de sus ambiciones y egoísmos… Gracias bendito árbol, que me liberas de la ceguera cuando me acerco a tu sombra benefactora.

* Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Cedro negro del Parque Caldas en Manizales. (Fotografía: Carlos Mario Uribe)