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Jairo, Javier y el sueño de las abejas

Por: Mario Hernán López*

Fecha de publicación: 03/02/2020

Tengo en la memoria imágenes vívidas -como fotografías en álbumes cuidadosamente conservados durante cuatro décadas- de montajes en los cuales han participado Javier Humberto Arias y Jairo Gómez como actores, como directores o como ambos. Al pasar las gruesas páginas van apareciendo láminas de papel fotográfico Kodak (la gran mayoría en blanco y negro) con rostros de personajes, vestuarios y escenografías de las puestas en escena que han realizado Jairo y Javier desde los tiempos de las grandes pasiones artísticas y políticas en el Galpón de Bellas artes, y ahora en el Teatro Portátil.mc.

Durante décadas, los dos actores se encontraron a las ocho de la noche en la puerta del Galpón de Bellas Artes: Javier salía del ensayo con el Teatro Popular de Manizales –TPM-, mientras Jairo iniciaba el trabajo diario de la Agrupación Teatral La Brecha. “Hola compañero”, saludaba Jairo con voz grave y vocales siempre acentuadas. “Buenas noches Jairo”, respondía el otro con el tono alto y el timbre agradable que permitiría reconocerlo entre multitudes.

Ahora que hacen parte de los decanos del teatro en Manizales han decidido divertirse, en el sentido de lo que también podría llamarse el goce creativo, con El sueño de las abejas. Se trata de seis cuadros o composiciones, cada uno con duraciones que no exceden los doce minutos, en las cuales los aficionados a la literatura verán pasar evocaciones, textos e imágenes hechas con materiales que tienen la apariencia de los clásicos Julio Cortázar y Julio Ramón Ribeyro, o de los más portátiles Andrés Neuman y Laura Restrepo. Quienes se ocupan de la sociología, también encontrarán un homenaje anticipado, podría decirse premonitorio, al legado de Alfredo Molano.

Si el espectador lo desea, puede interpretar cada composición como una pieza autónoma, también puede optar por armar conjuntos secuenciales de relatos o hacer combinaciones aleatorias como las que se mueven en el fondo de un tubo de caleidoscopio. Cada composición es empujada por distintos materiales de la vida privada, de los conflictos sociales y, en algunos casos, motivada por las preguntas más básicas y aparentemente  inútiles de la existencia. Siguiendo corrientes actuales que apelan a denominaciones sofisticadas, la obra podría considerarse una exploración teatral de las subjetividades políticas que en algunos casos rayan en el absurdo.  Si bien cada composición tiene unidad de sentido, las eventuales versiones completas de la obra y sus conexiones con los hechos de la vida pública las armarán los espectadores en sus cabezas (probablemente, como en mi caso, a la hora de conversar sobre la obra le darán un orden emocional a las composiciones). Al terminar la función, en El sueño de las abejas los espectadores seguirán construyendo mundos y situaciones improbables.

En las seis composiciones, los personajes y sus acciones están hechos para acercarse a lo que acontece durante el largo camino a Ítaca o al Catatumbo, para conocer de primera mano sobre lo que ocurre antes y después del rito del duelo, para reírse en el basurero de la impostación académica o para encontrarse en la soledad de los artefactos tecnológicos.

Javier y Jairo coincidieron durante años en la entrada del Galpón en Bellas Artes hasta que los grupos TMP y La Brecha se desintegraron. Luego los vi saludarse con las mismas fórmulas protocolarias -y conversar sobre casi todas las cosas que ocurren en el país- en las entradas de los teatros de la ciudad. Ahora decidieron hacer un teatro portátil con temas y repertorios que sacan a la luz reflexiones para nuevos tiempos.

*Profesor Universidad de Caldas