Volver

Juan Diego Escobar, el retador del cine de género

Por: Andrés Rodelo*

Fecha de publicación: 04/11/2019

Caldas estará presente en el Festival de Cine Independiente de Bogotá (IndieBo), que se realizará del 16 al 26 de julio. Luz (2019),  escrita y dirigida por el manizaleño Juan Diego Escobar Alzate, será la cinta de clausura del evento, que acoge en su selección a esta película que se estrena en Colombia,  grabada en las inmediaciones del Hostal La Laguna, en Villamaría.

Consulte www.indiebo.co para conocer los precios de los paquetes. Esté atento a la programación.

Luz.

Manizales city (1925): documental. Helena (2008): drama. Gaseosa (2013): drama. Luz (2019): wéstern y fantasía. He ahí un repaso por los títulos y géneros correspondientes de los cuatro largometrajes realizados en Manizales por directores de la ciudad y de otras partes de Colombia.

De estas obras se tiene registro, pero aún se escuchan testimonios de actores y realizadores de antaño que aseguran haber rodado en la capital de Caldas y cuyos trabajos se perdieron ya sea inconclusos o culminados. Esperemos que algún día vean la luz y los recuperemos para beneficio de la memoria audiovisual caldense.

Quiero poner énfasis en el largometraje reciente, el de Juan Diego Escobar Alzate. “Nunca soñé con el Óscar, soñé con Sitges”, dijo el mes pasado en rueda de prensa del Festival de Cine de Sitges, el más importante del mundo de género y subgéneros, en donde su ópera prima, Luz, se exhibió en la sección principal.

Se trata de un sueño cumplido para el manizaleño, quien se declara un espectador compulsivo de este tipo de cine. No por nada, entre los objetos que decoran su habitación está un afiche de No profanar el sueño de los muertos (1974), la obra capital del español Jorge Grau sobre una epidemia zombi a las afueras de Manchester (Inglaterra). Sin olvidar las repisas y estanterías en su sala, repletas de películas en DVD y otros soportes. Una colección de cine de género que pondría los dientes largos a más de un fanático a estas películas.

La irrupción de Escobar Alzate traza una línea de exploración inédita para el cine local que se desmarca de una tendencia de los largometrajes previos, a pesar de tener aspectos en común que ya mencionaré. No para que sea algo mejor o peor, sino diferente, saludable para la producción de Caldas y que, contrario a sus predecesoras, está desinteresada en un registro fiel de la realidad, como en el documental de la década del 20 y en las dos obras de ficción posteriores.

Manizales city (1925), del antioqueño Félix R. Restrepo, es un retablo de imágenes, costumbres y personajes de la ciudad a comienzos del siglo XX. Helena (2008) y Gaseosa (2013), de Jaime César Espinosa y Pablo Villa, respectivamente, toman (por naturaleza) distancia del entorno real, a razón del terreno del que parten, la ficción.

Sin embargo, estas dos últimas son relatos que le indican al subconsciente del espectador que están más vinculadas a este mundo y no a otros regidos en gran parte por la imaginación como motor creativo y creador. Helena y Gaseosa descartan a la fantasía de sus sistemas y consolidan historias que, por la manera como están representadas ante la cámara, dan cuenta de un estilo que imita la apariencia y la naturaleza de los hechos en el mundo real.

En cambio, Escobar Alzate toma otro camino: el del cine de género y subgéneros, asociado históricamente a la línea de producción más comercial de Hollywood, a la que le resulta indiferente emprender proyectos con estilos que se asemejen por su apariencia a la vida real. “El cine no es un trozo de vida, sino un trozo de pastel”, decía Alfred Hitchcock, principio al que se acogen los blockbusters para ofrecer películas tan disfrutables (unas, otras no) como una rebanada de torta a la que pretenden sacar mucho dinero.

Lo curioso es que Escobar Alzate tiene poco que ver con lo anterior, a pesar de elegir un territorio de géneros colonizado por Hollywood. Que nadie espere de Luz un intrépido y crispetero wéstern, más bien se topará con un viaje desafiante, anticomplaciente, polémico y que cuestiona asuntos como la fe, el amor, la hermandad y la muerte. No es una cinta para toda la familia, de eso no hay duda, mucho menos un proyecto que busque dar gusto al servicio de la recaudación.

Esa voluntad artística es el orden rector de Luz y se impone a lo demás, incluso a los géneros. Es aquí como, sorpresivamente, la película se emparenta con las intenciones de Helena y de Gaseosa: trabajos que desechan al espectáculo (como lo entiende la línea de producción más comercial del cine industrial) de sus propósitos.

Esperamos que Luz tenga pronto distribuidor en Colombia para que todos puedan verla, incluido los espectadores de Manizales.

*Crítico de cine y Periodista.