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La cuarta bestia

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 05/05/2021

Después de Falsville la cual escribió a los quince años, este joven escritor Juan Grajales (marzo 30 de 1998), aborda en su segundo libro (La cuarta bestia, noviembre 2016, Manigraf Grupo Editorial), a la manera de los grandes novelistas de esta ciudad, como Eduardo García Aguilar con su Tierra de leones, Octavio Escobar Giraldo con Después y antes de Dios y Orlando Mejía Rivera con su Recordando a Bosé, nuestra querida Manizales, pero de una manera apocalíptica.

En sus cuatrocientas cinco páginas de narración nos va llevando en una abigarrada descripción desde una apacible calma a una tenebrosa catástrofe que va cobijando todo lo que toca y así va destruyendo lo más querido que se tiene desde las posesiones materiales, hasta los seres cercanos a nosotros. Una vez iniciada la trama no hay sosiego en la lectura, pues intentamos como los seres involucrados, encontrar apertura de esas tinieblas pavorosas, sin encontrar salidas plausibles. La narración se muestra siniestra, como en la mutación descrita así:

“En el tiempo que estuvo en el cubículo había sufrido una transformación perturbadora, sus dientes se habían caído y habían sido reemplazados por protuberancias puntiagudas, su piel estaba pálida y las venas oscuras contrastaban bajo ella, y su mente…, su mente era la que más había cambiado. No sentía miedo, ni amor, ni nostalgia, ni tristeza, solo hambre. Hambre e ira. Escuchaba la inconfundible voz de la mujer de mármol obligándolo a cambiar, a someterse a una metamorfosis sobrenatural. Salió del baño balanceándose por los pasillos desolados, rozando las paredes llenas de pancartas con sus dedos puntiagudos. Se detuvo un momento, pudo escuchar los latidos de un corazón cercano, pudo oler la sangre siendo bombeada a través de las venas, su garganta se irrito y le pidió a gritos poseer esa sangre. Iría a por ella.”

Durante el relato se van describiendo no solo los lugares emblemáticos de la ciudad, sino también el tipo de relaciones que se van tejiendo o destejiendo, se van reforzando o anulando y así aparece lo más sublime y bajo del ser humano, el cual en situaciones de crisis se ve mejor definido, pues estas hacen aflorar lo más recóndito del hombre. Así lo percibimos en un episodio de un vuelo, en el que se relaciona de manera aséptica una masacre:

“Estaban inclinados, el avión seguía subiendo, estaban sobrevolando la ciudad, dando vueltas sin sentido, ganando altura estúpidamente. Bajo el suelo, varios kilos de explosivos esperaban a ser detonados. No tenían una pantalla de cuenta regresiva, no podemos saber cuándo pasará. Arriba todos siguen angustiados, estaban allí, luego ya no están. La carga ha explotado.”

Así como en las diferentes guerras se utiliza todo tipo de armas, las más letales sí han sido y serán las biológicas y de eso se trata ahora, del desencadenamiento de un virus, que no es algo lejano a la realidad, pues con tanta depredación a la naturaleza que hace el hombre, con tanta manipulación genética y supuestas investigaciones científicas, siempre existirá la posibilidad de que aflore el mal y haga prevalecer sus intenciones pretendiendo causas superiores. Lo que parece ciencia ficción no está lejano de la posibilidad. Los cuadros son dantescos:

“No viste lo que había hoy en el hospital, ayer era una locura, hoy es un infierno. La gente se está muriendo, igual que mamá, igual que tu amigo Carlos, hasta los mismísimos doctores están enfermando. Los oí decir que no quedaban mas bolsas de cadáveres, que los tenían que amontonar todos en una bodega, pudriéndose como si fueran animales.”

La narración, aunque casi siempre es lineal, va cambiando de personajes y escenarios lo cual obliga al lector estar muy atento y expectante de lo que le va sucediendo a los actuantes a medida que trascurre el relato. Se presentan algunos “flash backs” para poner en contexto  características de los personajes, pero no es lo común y ayudan mucho a dar claridad.

La trama urdida por este estudiante de Biología de la Universidad de Caldas, está tan bien construida que cada vez que se ve la luz al final del túnel para cada uno, aparece es otro nuevo escollo a superar, otra nueva inesperada circunstancia a remontar, y así hasta el final que cuando creemos que habrá claridad, la tendremos que seguir buscando y esto como en las buenas zagas, dará para una próxima entrega, ¿recuerdan Los juegos del hambre de Suzanne Collins, o Harry Potter de J. K. Rowling?

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.