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La nueva realidad

Por: Martín Rodas*

Fecha de publicación: 09/09/2020

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Cuando Rodrigo de Triana, vigía de Cristóbal Colón, el 11 de octubre de 1492 gritó «tierra a la vista», el mundo cambió. Se había «descubierto» el Nuevo Mundo, pues fue el primer avistamiento europeo de América reconocido por la historia oficial (aunque sabemos hoy en día que hubo anteriormente muchos otros viajeros que llegaron a estas tierras provenientes de otras partes del mundo).

La palabra «nuevo» tiene muchas connotaciones culturales, pero sobre todo ideológicas. Nuevo es lo que no es viejo, porque lo viejo a veces es peligroso, y en la categoría de viejo está la «memoria», las cosas del pasado. Y también el pasado tiene connotaciones que no le convienen a esa cosa invisible, pero que guía nuestras vidas, y que es el macrosistema, porque es ese dios que guía la existencia.

Nuestra América, a la cual quiero denominar aquí de otra manera, más cercana a las raíces de esta tierra: «Abya Yala», expresión originaria del pueblo Guna de Panamá y Colombia y que traduce en su polisemia hermosa «Tierra en florecimiento», «Tierra de sangre vital» y «Tierra en plena madurez», ha sido, en la historia de la humanidad, después de la colonización europea iniciada por Colón, un territorio de expoliación y sufrimiento. Y ahí es en donde entra la palabra eje de este artículo: «nuevo», porque ese «Nuevo Mundo» significó una era de violencia y masacres justificadas por la ideología de una cultura basada en aparatos políticos, religiosos y económicos capitalistas, que solo querían los tesoros que tenían los pueblos habitantes durante milenios de estos suelos.

Entonces, según los vencedores, América empezó su historia el 12 de octubre de 1492, gracias al «descubrimiento» de un «Nuevo Mundo». Sí, NUEVO, con mayúsculas, porque esa connotación le daba legitimidad a la barbarie, pues según ese concepto, antes no había nada, o solamente una horda de tribus salvajes e incivilizadas, que como a los niños, había que guiar y salvar del pecado y la perdición.

Hago un paréntesis para sugerir que hagan lecturas sobre los nuevos descubrimientos científicos de la América antes de Colón, y lo que se ha denominado la «antropogénesis», en donde se demuestra que este gran continente era un territorio rico y pletórico de culturas que se relacionaban con la naturaleza de una manera muy diferente a los europeos, pues era antes que dominarla, era respetarla, con creatividad, diálogo, asombro y admiración.

Retomo el asunto de este artículo para hacer una conexión de lo que he mencionado con lo que sucede actualmente: la idea de que hemos entrado en una «Nueva Realidad». Entonces, realizo una elipsis inversa y vuelvo al «descubrimiento de América» y la creación del «Nuevo Mundo», porque esto de la «nueva realidad» también huele mal, pues es la justificación, para mí, de lo que ha pasado y de lo que viene, porque lo «nuevo» justifica el borrón y cuenta nueva, para realizar todo tipo de decisiones políticas, económicas y culturales, como las que se han dado, bajo el amparo del estado de emergencia, y que soterradamente cambian las cosas que antes los poderosos no habían podido hacer democráticamente (reformas estructurales, por ejemplo).

Hemos entrado en la «nueva realidad», en un «nuevo mundo»; empieza nuevamente otra historia, la historia de los verdugos, que tienen el derecho, antes divino y hoy mercantil, de someter nuevamente a estos pueblos ignorantes, incultos, incivilizados, para encaminarlos hacia el progreso y la verdad, esa que se debe imponer a sangre y fuego, pues está justificada por el desarrollo, que nos hipnotiza con horizontes utópicos de perfección y felicidad sin límites.

*  Poeta, anacronista y pintor; editor de «ojo con la gota de TiNta (una editorial pequeña e independiente)».

Ilustración de TiN. Dibujo a lapicero sobre Bitácora, de la serie «La piel hambrienta».