Volver

La primera vez que oí hablar de usted, Antonio Caro

Por: Texto y fotografías Daniel Santiago Salguero Jaramillo

Fecha de publicación: 13/04/2021

Bogotá, 6 de Abril 2021

Empezaré el texto nombrando las anécdotas que tengo desde inclusive antes de haberlo conocido. No son muchas y no necesariamente son divertidas, pero siento que toda perspectiva desde cualquier subjetividad devela. Deseo que desde lo que recuerdo pueda dibujarse un esbozo de retrato suyo para intentar compartir mi visión de usted como acontecer mismo de la plasticidad conceptual de su obra.

En el Politécnico Gran colombiano o Poli como le dicen ahora, yo en clase de historia del arte III, haciendo la carrera de Medios audiovisuales con énfasis en fotografía, tal vez en el edificio “i” no recuerdo el nombre del profesor, pero sí esa clase en la que ese profesor nos contó de sus años en Nueva York en los que había conocido, o por lo menos había estado cerca a Andy Warhol. Yo tomaba notas y me sentía de alguna forma identificado con lo poco que entendía de arte, aún sin saber que sería a partir de los años siguientes mi campo profesional. En esa misma clase vimos la película Basquiat dirigida por Julian Schnabel, un artista (pintor) de una generación que estuvo haciendo cine sobre artistas.  Más adelante en la clase el profesor nos dijo que el pop art había tenido repercusión en el arte latinoamericano y colombiano y nos mostró imágenes de artistas pop locales. Ya no recuerdo cual pero sé que apareció una imagen de una obra icónica suya. Un compañero de clase, un amigo sentado a mi lado dijo: ese es primo mío. Como yo no sabía quien era usted no le di mucha importancia al hecho, pero ahora entiendo que algún parentesco sí tenía con Felipe Holguín Caro. Esa fue la primera vez que oí hablar de usted Antonio.

Unos diez años después del recuerdo anterior estando en la Residencia en la tierra (un programa de residencias artísticas rurales que coordiné junto a otros amigues entre 2009 y 2014) nuestro vecino de finca Juan Escalante lo invitó. Tengo entendido que fueron muy buenos amigos a lo largo de la vida, vi en estos días en medio de tantos retratos suyos que publicaron a raíz de su muerte (¡cuánto lo vamos a extrañar, cuánto lo extrañamos ya!) uno con el crédito de Bonny Forero la expareja de Juan. Recuerdo cosas como haber ido a Camagüey la finca de Juan y allá haber reconocido obras suyas, una bandera de ‘Colombia’ en uno de los cuartos y una serigrafía de la mata de maíz, tal vez también ahí mismo. Retomando el recuerdo, más adelante usted vino a La Sofía (a la Residencia en la tierra) con Juan que estaba esta vez con Toyi, amiga suya también y Paul Barrios; venían de hacer algo en Manizales, usted era asesor de tesis de Paul en el pregrado en artes plásticas de la Universidad de Caldas. Creo que hubo una fiesta o algo así, no me acuerdo pero tengo una sensación nocturna de esos días y la idea de la presencia de los carteles de Paul que pegué en mi cuarto y que nos acompañaron en los años siguientes. Él estaba trabajando unos carteles sobre la comunidad Embera a la que de alguna forma está vinculado por herencia familiar. Más adelante desde la RT trabajaríamos con Paul desarrollando un proyecto para el Salón Regional de esa zona en el año 2012. En 2014 lo visité a él en Cali, estuve en su apto y salimos a tomar algo con amigos en un parque. Por supuesto lo recordamos, nos referíamos a usted como al maestro Caro, siempre con asombro y agradecimiento. Por esos años también vino Adriana Arenas a la residencia y nos habló de usted, de sus ‘políticas’ de hacer algo de estiramiento y yoga todos los días y de algunas excentricidades evidenciadas en su forma de viajar o de alimentarse, quizás todo lo contrario a una excentricidad (un antónimo sugerido por el buscador es lucidez) mostrándonos que ser artista es ser particular y pensar y repensar los gestos comunes a veces hasta deconstruirlos a ver si nos varía el muy estrecho rango de percepción que tenemos sobre las cosas.

Creo que en su trabajo, y sin necesidad de romantizar pues eso usted lo odiaría, se ve claramente desdibujado el límite entre el accionar plástico y lo cotidiano sin poder diferenciar muchas veces lo uno de lo otro, aunque usted diría, digo yo, que los límites de su obra plástica están bien definidos en las márgenes de los papeles que ha usado y habría que aceptar que su trabajo, a pesar de que especuladores como yo, digamos que está en la vida, está es en el papel y muchas veces enmarcado y ya colgado en importantes colecciones de arte siendo arte objetual concretamente, sin espacio siquiera para la duda o la discusión (exagero, sabemos que siempre al lado de su obra habrá espacio para la discusión, fue hecha para eso) lo cual también me atrae bastante digo como artista más que como espectador, me pongo en la tarea de analizar y repasar sus formas de operar y no me queda duda de que lo que hace es arte (quiero decir no solo vida) conceptual y sin duda arte ya que juega con imágenes y colores y símbolos y medios y materiales y superficies para reformular y formular un pensamiento cargado de ricos matices polítiques y poétiques y reflexiones sobre todo que apuntan hacia la palabra escrita, pues digámoslo ya Antonio, lo suyo era el lenguaje. Su obra opera desde lo evidente sobre el lenguaje escrito. La tradición de la lengua, las culturas que las lenguas representan, la idea de señalarnos el lenguaje como método matriz de transformación de lo cotidiano, de lo privado pero aún más de lo público. El lenguaje como prueba de la antropofagia entre nosotros, colonialismos históricos actualizados. También digámoslo, porque además es obvio, que usted se esforzó siempre por la discusión pública, se hizo así mismo un ser público. Más como un regalo suyo a nosotros que como propósito ególatra, eso también me queda claro. Porque hay que tener en cuenta el contexto y la dificultad en que se da la vida en Colombia y, sobre todo, por los momentos polítiques tan enrevesados y complejos que usted asumió y atravesó como pensador y artista y que nos dejó plasmados en sus obras a manera de disoluciones y flechas.

Volviendo a recuerdos, otro en el que nos encontramos ya más adelante después de haber cerrado la RT, esto es Bogotá del 2014, en el Sanatorio taller de cerámica, en una de las exposiciones que hacían eventualmente bajo el nombre Salón de la Justicia. Yo estaba alojando en el apartamento donde tenía ahora mi estudio en el centro de Bogotá al artista ‘tapatío` (gentilicio de la gente de Guadalajara) Santino Escatel con quien nos habíamos acercado a Nicolás y a Sergio por esos días con Mario Andrés, y nos habían invitado a participar en esta expo en la casa del barrio Palermo. Antes de ir más lejos, acabo de acordarme que usted estuvo después en Guadalajara invitado por Santino y su colectivo Sector Reforma. Estuve en 2017 visitándoles en México y quedaban rastros suyos, un letrero en la ventana del apartamento modernista de Santino donde con cinta café de embalar y en una tipografía curva decía ‘cinta’ si no estoy mal. También después vi ahí fotos de su anuncio de Achiote y chicles Adams que también después vi que mostró en vayas publicitarias del DF. Retomando, el Sanatorio, Bogotá 2014, elles hacían unas curadurías muy diversas que también incluían grandes nombres. Me acuerdo de ver obras de Miguel Ángel Rojas, por ejemplo, y de ver entre los visitantes a Jaime Cerón, me acuerdo ya tarde de todes bailando en el patio, yo como siempre un poco exagerado, creo que usted también estuvo bailando entre nosotres, por ahí estaba Ana María Millán, no se quién más. Usted participó en esa expo, mandó a hacer una especie de volantes como obra. No me acuerdo ya del mensaje, decían algo así como “al regresar noté cuanto había cambiado”. Como Santino estaba de residencia, específicamente en Bogotá, esa obra le hizo mucho sentido, porque además estaba pasando por un momento de mucha transformación, como pasa en los períodos de residencias artísticas. Nunca lo vi así, pero ahora que escribo este relato puedo concluir que pasamos mucho tiempo juntes, todes, esos meses. Yo estaba acercándome al barrio Egipto en el centro antiguo de Bogotá haciendo una investigación previa para proponer un proyecto al Idartes, una beca que ganamos y ejecutamos en los meses siguientes. Eso hizo que Santino el mexicano viniera a acompañarme al barrio y que eso despertara su interés por la comunidad, y no solo eso, sino que le dio el sentido a lo que él andaba buscando, un espacio público para ensamblar alguna de sus esculturas que por lo general son de interacción con las comunidades donde se encuentran emplazadas. La escultura terminó siendo una especie de espacio ritual para quemar maderas y eucalipto y hacer fuego y terminó siendo un evento con la comunidad del barrio donde hicimos el ritual y se invocaron buenas energías invitando al perdón y a honrar la vida de tantos muchaches pandilleros caídos en el barrio en esa misma zona del bosque donde ahora trabajábamos. Para esa obra ayudó en la construcción el maestro de obra de Simón Vélez, Hermaín, que terminó haciéndose amigo de Santino y de los muchachos del barrio que ayudaron también con la mezcla del cemento y la ensamblada de ladrillos de tierra locales bajo el sofisticado y a la vez simple diseño de Escatel. Para ese evento el barrio organizó bailes y palabras, vino usted Antonio, y vinieron los chiques del Sanatorio, entre muchos otres amigues y familiares que nunca en la vida habían subido o tenido la posibilidad de subir a este peligroso barrio. Los que llegaron tarde y subieron solos fueron robados, todo esto era normal allí, presencié tiroteos y supe de las historias más escabrosas. A raíz de todos estos movimientos yo seguía junto a un colectivo de arte social, principalmente desarrollando el proyecto de la beca que habíamos obtenido para trabajar sobre la memoria de este barrio y capacitar a les muchaches con herramientas de pensamiento crítico y artísticas (conceptual y plásticas). Estas becas, al igual que otros programas de la alcaldía, eran muy novedosas. Entre otras cosas recuerdo que por primera vez habían instalado canecas de basura para la comunidad y también por primera vez subiría el camión de la basura a recoger sus desechos, esto para decir que todo allí es muy precario y que todo lo que se haga es de mucho valor. Invité a dos artistas, entre ellos usted, como pilares de este proyecto y estuvimos por varios meses subiendo a trabajar al barrio. Usted se encargó de conversar sobre el valor de la palabra como símbolo gráfico y estético de comunicación. Y el grafitero, uno de los más duros del momento, Crudo, también dictó talleres de tipografía mural y grafiti. Fueron perfectos, dos artistas que conocen la calle y los lenguajes populares, que no le tienen miedo, pero si respeto, como debe ser, a estas personas. Por supuesto me ayudó a finalizar y a concretar la comunicación gráfica. Me acuerdo que le alegró que pagáramos bien a los talleristas y que hubiera presupuesto justo para todo. Siento que algo de eso me queda de usted en cuanto a la importancia de profesionalización de nuestro oficio. Debemos velar en lo posible porque las cosas se hagan bien y se respete y valore el trabajo que hacemos como artistas plásticos, conceptuales, sociales, o como prefieran llamarnos.

El día del evento de finalización de ‘Laberinto Egipto’ subimos de nuevo al barrio e hicimos la caminada planeada, visitando todos los murales hechos por los mismos pandilleros, recordando que Egipto es el segundo barrio más antiguo de Bogotá y que fue fundado en 1546. Me gustan las fotos de ese día, usted sobresale con su peinado, sus botas y su mochila, en las fotos se ve que está interesado en conocer el barrio, leer las placas de memoria, por ejemplo de la casa donde vivió Gaitán, en compartir con las personas. Cuanto ejemplo nos dejó Antonio haciéndose el de la visa gorda pero con los ojos afilados, observador y crítico.

Por esos días, o en los meses posteriores, usted trabajaba en el desarrollo del libro ‘El lobo’. Eso hizo que apareciera en mi cotidianidad también, porque invitó a Fátima, la mamá de mis hijes, a escribir un texto para ese libro. También porque el diseño editorial del libro lo hizo Santiago Reyes, compañero mío de vieja escuela (estudiamos un semestre juntos en la facultad de Artes de la Universidad de Sao Paulo en 2006). Yo estaba pendiente de qué pasaba con el libro, ustedes me iban contando, pero no me imaginé que el libro fuera a ser tan importante, por lo menos para mí, o un referente tan claro y necesario para todes nosotres. Usted está hablando ahí de sus talleres de arte y creatividad que dictaba por todo el país a través de programas educativos de arte del Ban Rep. Enseñar como extensión de la practica artística, compartir diálogos, profesionalización, hacer ver y pensar. Cómo acercarse a la obra de arte, mucho mucho antes de enseñar, cómo hacer arte, diría usted, no sé, me atrevo a especular. Supe que usted por esos días le regaló a Santiago el editor del libro, un libro que usted había traído de Brasil sobre Bispo do Rosario, me lo contó Santiago entonces y yo me mordí un codo de envidia pues este artista es importante para mí y sé que no es tanto el estilo de Santiago que ha sido siempre más racional y teórico. Bispo por el contrario era un loco de manicomio que creaba arte por instinto. Fui en bus en el año 2007, fui solo, al hospital psiquiátrico donde Bispo pasó sus últimos años cerca de Rio de Janeiro y donde además guardan y exhiben su obra, sublime. Y aunque la gente que dice tantas, pero tantas cosas, pueda llegar a decir que usted Antonio, o inclusive yo, estamos locos, pues al lado de Bispo queda claro que la locura no es lo que nos rige, por el contrario, nos esforzamos por no perder la sensatez y continuar enfocados en la realidad asumiéndola sin matices ni palabras complacientes. De todo lo que se pudo decir de usted, lo que habrá quedado más desacreditado o desmentido, es la locura, siempre respondió con sentido crítico y objetivo ante lo que se le preguntó. Siempre mostró y presentó su trabajo dentro de los códigos establecidos, dentro de lenguajes ya existentes y discursos contemporáneos a su momento, corriendo riesgos grandes y de nuevo escapando a la complacencia de la gente, menos mal y menos bien.

No quiero teorizar sobre la amistad o este tipo de relación maestro alumno. Espero que sea más bien a través de deducciones subjetivas y personales que saquen el la los las les los lectores a partir de este texto de donde salgan las propias conclusiones. Como siempre proveché para dibujarme también, intentos de honestidad ojalá de manera divertida. Lo melancólico también siempre está ahí. Sobre todo ahora que usted ya no está físicamente entre nosotros. La semana pasada, el día que murió, la noche, prendí un velón anaranjado que tengo y fumé cigarros pensándolo y recordándolo. Creo que sentí que usted había venido a despedirse, le dije que bienvenido siempre y que a pesar de que sabía que tenía muchos más a quien visitar podía quedarse si quería. ¡Es siempre bienvenido Antonio!

*Artista visual.