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La ternura de una profunda mirada

Por: Germán Sarasty M.*

Fecha de publicación: 19/02/2020

El pasado diez de octubre la Academia Sueca anunció que retomaba los premios de Literatura de los cuales se había suspendido la convocatoria del 2018, por escándalos internos en la institución, que incluían acusaciones de acoso sexual, corrupción y filtración de algunos veredictos anteriores. Esta vez fueron seleccionados para los premios correspondientes a los años 2018 y 2019, dos autores muy comprometidos con la realidad, con su presente y los derroteros del mundo, se trata de la polaca Olga Tokarczuk (1962) y el austriaco Peter Handke (1942), respectivamente.

Olga Tokarczuk lo obtuvo «por una imaginación narrativa que con pasión enciclopédica representa el cruce de fronteras como una forma de vida». Se trata de la segunda escritora polaca que recibe el Nobel de Literatura (la primera fue la poeta Wislawa Szymborska, en 1996) y la decimoquinta mujer en la historia del premio, que completa 116 versiones.

El siete de diciembre, en su discurso de aceptación del galardón, que denominó “El narrador tierno”, afirmó:
La vida es creada por los acontecimientos, pero solo cuando somos capaces de interpretarlos, tratamos de entenderlos y de darles un significado, se transforman en experiencia. Los acontecimientos son hechos, pero la experiencia es algo inexpresablemente diferente. Es la experiencia, y no cualquier evento, lo que constituye el material de nuestras vidas. La experiencia es un hecho que ha sido interpretado y situado en la memoria. También se refiere a una cierta base que tenemos en nuestras mentes, a una estructura profunda de significados sobre la cual podemos desplegar nuestras propias vidas y examinarlas completa y cuidadosamente.

Esto es realmente lo que nos aporta en su libro “Los errantes”, el cual está constituido por una serie de cuadros descriptivos presentados como un caleidoscopio de una abigarrada mezcla de temas sociales, políticos, económicos, históricos, geográficos, y un etc. al final. Constituyen paradójicamente minuciosas descripciones que a vuelo de pájaro recorren este mundo y otros posibles, mostrándonos el continuo movimiento de la vida en lugares muy conocidos, como aeropuertos, estaciones de ferrocarril y de metro, paradas de autobuses, lugares inhóspitos, desiertos reales y muchos otros imaginados. Definitivamente una escritura sin fronteras.

No hay espacio, ni lugar para la monotonía, ni el aburrimiento, pues constituye una apropiada mezcla de relatos cortos, otros un poco más extensos y finalmente unas historias que no quisiera uno se terminaran, pero el suspenso continua en algunas, pues cuando uno cree que se han completado, mas adelante resurgen con nuevos ímpetus, aunque otras nos dejan como un sabor extraño al concluir. Pasa de unos relatos kafkianos, a otros surrealistas y unos arribos a ninguna parte, así son nuestras vidas, de allí lo magistral de la narración.

Las calidades narrativas de Olga Tokarczuk las podemos apreciar en un extracto de su relato KAIRÓS, en el cual describe el derrame cerebral que alguien acaba de sufrir:
Pero el océano rojo instalado en la cabeza del profesor, alimentado por ríos sanguíneos no paraba de crecer y poco a poco inundaba más y más territorio, primero las llanuras europeas donde nació y creció. Desaparecieron bajo las aguas ciudades, puentes y presas que con tanto esfuerzo habían construido generaciones enteras de sus antepasados. El océano se acercaba al umbral de su casa con tejado de caña e irrumpía sin contemplaciones en el interior…

Y así continua el derrumbe interior causado por el derrame cerebral que finalmente va borrando todo en la mente, hasta agotar el último recuerdo y finalmente traer la muerte.

Con todos sus relatos y su forma de captar nuestro interés, pues sostiene, la creación es un trabajo colectivo entre la propuesta del escritor y la interpretación del lector, definitivamente dan ganas de arriesgarse y deseos de detenernos a contemplar la vida y el mundo con esa aguda mirada tan penetrante de la cual no escapan los minuciosos detalles de sus descripciones, que para lograrlas, afirma, se vale de la ternura:

La ternura es espontánea y desinteresada; va mucho más allá del sentimiento de empatía. En cambio, es el compartir consciente, aunque quizás un poco melancólico, del destino común. La ternura es una profunda preocupación emocional por otro ser, su fragilidad, su naturaleza única y su falta de inmunidad al sufrimiento y los efectos del tiempo. La ternura percibe los lazos que nos conectan, las similitudes y la similitud entre nosotros. Es una forma de mirar que muestra al mundo como vivo, interconectado, cooperando y codependiente de sí mismo.

Tenemos una mezcla de lo real con lo imaginario, lo posible y lo concreto, lo realizado y lo por hacer, lo histórico con lo proyectado y obviamente el continuo cotidiano en el cual estamos inmersos y muchas veces nos limita a disfrutar esas experiencias ofrecidas en su literatura. Después de ese viaje sin fin en el que nos hemos sumergido de la mano de esa experta, nos resta revisar nuestro equipaje para el próximo viaje y con un sincero análisis determinar si estamos o no livianos para continuar nuestro siguiente trayecto.

*Profesional en Filosofía y Letras
Universidad de Caldas