Volver

“Las emociones son imprescindibles en la gestión patrimonial del paisaje”

Por: Quehacer Cultural

Fecha de publicación: 31/10/2018

Dice el español Francisco Javier Boya Alós quien participó en el II Encuentro Internacional de Paisajes Culturales realizado en el mes de Octubre en Manizales,  organizado por el Centro Cultural del Banco de la República, la Universidad de Caldas y la Universidad Nacional. Es  legislador en temas ambientales, de ecosistema y zonas de montaña. Proponente y ponente del estudio sobre el desarrollo de las zonas de montaña en España además en diversos procesos legislativos sobre política forestal, agua, cadena alimentaria. Intervino con la conferencia “El paisaje de las emociones. La construcción política y cultural de los paisajes en Los Pirineos”.

En el encuentro se habló de la concepción y gestión del paisaje desde lo económico, lo social, lo político. Usted se interesó en mirarlo desde las emociones ¿por qué?

Hay muchos motivos. Ciertamente la mirada sobre el paisaje es subjetiva y yo digo que hay dos formas de hacerlo: una eminentemente externa que nos permite ver la naturaleza como paisaje, pero hay otra que es interior, es decir, cada uno evoca en el paisaje algo que de alguna manera le proyecta sus sentimientos, sus nostalgias y a veces sus recuerdos. Yo desarrollo  la idea de la mirada interior sobre el paisaje que de alguna manera corrobora algo que ha sido muy estudiado y que no lo descubro yo: es la nostalgia, es decir, el momento en que la humanidad se separa de la naturaleza y automáticamente surge la necesidad de descubrir el paisaje, que es una invención relativamente moderna, y de reproducir aquello que vemos en la naturaleza a través del arte. Aquí hay una interacción enorme entre el paisaje, los sentimientos y la subjetividad que cada uno expresa respecto a ese paisaje.

Esa posibilidad subjetiva de mirar el paisaje, ¿objetivamente qué le aporta a una declaratoria de paisaje cultural?

Yo la entiendo como una definición que tiene mucho que ver con una reflexión intelectual sobre el paisaje. Yo creo que estamos en un momento de cambios importantes. La definición y la estructuración de una política del paisaje hasta ahora se han  planteado en unos términos relacionados con unas estructuras territoriales muy cartesianas que han tenido en cuenta criterios básicamente urbanos, de ordenación territorial en el más puro sentido cartesiano. Pero no se ha tenido en cuenta esta perspectiva emocional que tiene mucho que ver con lo cultural. Yo creo que incorporar esta visión a la gestión patrimonial de estos paisajes, sobre todo la gestión política,  nos aporta una riqueza imprescindible para afrontar los retos que tenemos en el futuro. Acabé mi conferencia hablando de identidad y como relacionamos el paisaje con la identidad. Evidentemente la identidad no se construye solo a base de una idea, digámoslo así, cartesiana del paisaje, o incluso una idea ambientalista del paisaje. La identidad se construye si somos capaces de proyectar ese paisaje, esos sentimientos y todo aquello que acompaña el arraigo. Por tanto desde ese punto de vista las emociones son imprescindibles. Entonces hay que incorporar esta idea del paisaje emocional como una faceta más de abordarlo, incluido lo que tiene que ver con su estudio y con su gestión.

¿Está cambiando la forma de relacionarlos con el paisaje?

Hoy nuestros paisajes en Europa y en América Latina cambian cada día,  pero sobre todo lo que está cambiando es la forma de relacionarnos con ellos. Yo me doy cuenta que mi nieto se va a relacionar con el paisaje básicamente a través de la tecnología. Cuánta gente lo que hace es colgar en instagram los paisajes que acaba de ver. Es lo que viene,  por lo tanto crear nuevos imaginarios sobre el paisaje nos va a obligar a entender exactamente cómo el ser humano adopta esos medios tecnológicos, de alguna manera los metaboliza y los convierte en una nueva forma de relación con el entorno, con el paisaje y con todo lo que tiene que ver con su propia interpretación. Eso será mucho más complejo que antes porque los románticos descubrieron los paisajes bucólicos,  y de alguna manera los elevaron a una categoría de sublimación y de ello hicieron mucho arte y mucha cultura y mucha poesía. Para nosotros va a ser más difícil,  por tanto es allí donde yo creo que los intelectuales, sobre todo en el mundo del arte,  tienen un papel muy importante, va a redefinir un poco esta relación con los entornos, con los paisajes. Este es un proceso abierto, dinámico que iremos sabiendo lo que va a suceder a medida que pase el tiempo y a medida que haya gente con mucho talento que nos ayude a entender la nueva dimensión del mundo que viene.

En la conferencia que dictó en Manizales leyó un poema en occitano, una lengua que solo hablan 3.000 personas en su territorio. ¿Cuál cree usted es el aporte de la lengua a la valoración de los paisajes culturales en el mundo contemporáneo?

Es una buena pregunta. Nosotros estamos preservando una legua que tuvo un impacto enorme en la cultura europea,  fue la lengua de la cultura de la  edad media, el occitano que se hablaba desde el centro de Francia hasta abajo, toda esa zona excepto el rincón del mar Cantábrico donde ya empezaba el vascuence, y algo del Pirineo navarro, el resto era todo occitano, prácticamente hasta cerca de París. La política francesa, en aquel momento muy jacobinista, declaró que la única lengua válida en el estado francés era el d´oil, el francés que hoy conocemos, y por tanto el occitano pasó a una situación de marginalidad que ha llegado hasta nuestros días y que prácticamente lo ha conducido a la desaparición. La lengua en relación con el paisaje y la naturaleza es muy importante porque al final lo que explica es un concepto en el que de alguna manera la interacción del hombre con ese espacio se ha verbalizado. Por ejemplo en mi lengua hay muchos términos que se relacionan con la nieve y eso quiere decir que el lenguaje ha impreso algo que es muy importante cuando hablamos de paisaje y de esta concepción emocional del paisaje,  pero también de los lugares que es lo que los franceses  llaman el espíritu. Aquí puede haber una discusión porque alguien dirá los sitios no tienen espíritu o los pueblos no tienen alma. Yo creo que hay algo tangencial que tiene que ver con determinado lugar que es único de aquel lugar y que es la suma de muchas cosas y que cada uno puede interpretarlo subjetivamente,  pero al final determina una característica particular y única a cada territorio. A partir de ahí se verbaliza con el lenguaje y por tanto lenguaje y paisaje tienen una relación muy íntima.

En su conferencia planteó que para construir una identidad global necesitamos de las identidades locales…

Si claro. Es verdad que en este momento la identidad global se está construyendo desde la redes  sociales donde la comunicación ha evolucionado de una forma sorprendente. Hace 18 años apareció la primera página web y parece que toda la vida hemos tenido internet, página web, celulares. Yo entiendo que la evolución meteórica de la tecnología marca nuestros comportamientos, es cierto que cada vez todos nos parecemos más porque los gustos y las modas circulan a una velocidad meteórica y al final la gente termina comprando en internet y vistiéndose igual en un sitio que otro. Eso no ha sucedido nunca antes en la historia. Es verdad también que de alguna manera si no somos capaces de preservar las identidades locales lo que vamos a perder es un enorme patrimonio de diversidad, y por tanto la cultura global puede ser la suma de miles de culturas diversas, de 4.000 5.000 lenguas que en este momento están vivas todavía en el planeta o puede ser sencillamente un producto del mercado. Para mí es fundamental  que seamos capaces de preservar la cultura del paisaje cafetero, la cultura occitana del Valle de aran, las 160 ó 170 égtnias culturales que tiene Colombia. Lo peligroso y lamentable es que no hay una política suficientemente fuerte por parte de la Unesco que destine recursos para la protección de todo este patrimonio cultural. Es por ello que los ciudadanos tienen que ser muy conscientes que el arraigo y defensa de las culturas locales deben ser una prioridad en este momento.

Usted ha visitado a Colombia en varias oportunidades como asesor de un proyecto de cooperación con España relacionado con los municipios de montaña. Asegura que el paisaje no es solo imagen, es comunidad. ¿Qué mirada tiene sobre la gestión del paisaje en nuestro país?

Mi experiencia es muy enriquecedora porque la primera vez vine a Colombia sin ninguna expectativa a hablar de desarrollo territorial y la verdad me fui gratamente sorprendido. Pero después de este encuentro me voy a ir más gratamente sorprendido porque me ha impresionado el nivel del debate académico, sobre todo la preocupación de los colombianos por su entorno y por todo lo que tiene que ver con el paisaje. Eso quiere decir que estamos preocupados por cómo construir la sociedad del futuro y cómo vamos a interactuar en un territorio que va a marcar nuestras formas de vida en las próximas décadas y eso es un grado de civilidad muy importante. Es cierto que Colombia tiene muchas dificultades, pero realmente creo hay una base muy sólida para afrontarlas y es por eso que para mí desde el punto de vista intelectual es muy gratificante venir acá.

Dijo que se han perdido valores en la concepción de los paisajes ¿Es la misma impresión sobre el paisaje cultural cafetero?

Ahora me costaría contestar esta pregunta porque estuve en una mesa muy interesante sobre las problemáticas del paisaje cultural cafetero y la verdad es que cuando uno conoce su historia y conoce los problemas que hay a su alrededor, son de una dimensión muy importante. Efectivamente eso no evita que la capacidad de forjar una identidad en el entorno del cultivo del café y de todo lo que ha generado, en estos momentos sea uno de los elementos claves de su identidad. Desde este punto de vista creo que si el paisaje tiene que ver con la identidad, deberíamos, y digo deberíamos porque yo también me siento involucrado, ver cómo esa identidad suma en positivo y es capaz de generar un espacio que ayude a la nueva sociedad que está surgiendo en todas partes en este siglo XXI, una sociedad más justa que sea capaz de tratar con dignidad a los ciudadanos.