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«Las películas son cada vez menos producto de las decisiones unánimes del director»

Por: Rafael Santander *

Fecha de publicación: 30/09/2023

Entrevista con Adriana Bernal-Mor.

La historia de Hernando Toro, un fotógrafo encerrado en la Cárcel Modelo de Barcelona por narcotráfico y del proyecto artístico que allí elabora, en el que hace de su estudio fotográfico un espacio para ejercer la libertad de expresión, con una obra que exhibe la belleza diversa de cuerpos que no se ajustan con los estándares tradicionales, nos ofrece un argumento más a favor del proceso transformador y sanador del arte, con el valor agregado de ser uno de los más fascinantes en términos visuales y de técnicas narrativas que se aprovecha de la gran libertad que ofrece la forma documental. A propósito de la exhibición de Toro en FICMA 14, conversamos con una de sus directoras, Adriana Bernal-Mor sobre la película.

 ¿Por qué deciden hacer una película codirigida en lugar de la tradicional “yo dirijo, tú produces”? ¿Cómo nace esa “llavería de la imagen”, como la llama Toro con tanto escepticismo, entre tú y Ginna Ortega?

Hubo un trabajo anterior en el que Ginna fue la directora y yo la productora y posteriormente conozco a Toro en unos talleres que él estaba dictando en una prisión, ahí es cuando la busco a ella con la intención de hacer un trabajo codirigido. Esa posición de ambas como directoras nos permitió generar unas nuevas dinámicas en cuanto a decisiones en el set, en la post y en la creación misma del proyecto.

Tenemos una amistad desde hace años que permite que se vaya dejando atrás el ego, porque la figura del director, en mi opinión, está cargada de ego. En cambio nuestra relación está en un punto en el que tomamos decisiones conjuntas, vemos todos los puntos de vista como válidos y siempre juzgamos las ideas por el bienestar del proyecto más que por una idea arraigada que consideramos la mejor. Había mucha gente que nos decía que íbamos a pelear y pensaba que íbamos a terminar agarradas, pero hasta el día de hoy no ha pasado.

Progresivamente vemos la disolución de la concepción romántica de la creación artística como producto de una mente única y genial, como la figura central que tiene la palabra final y la solución de todo ¿Piensas que se está reevaluando o desdibujando la figura del director?

Más que pensar que se está desdibujando, yo, que cada vez estoy más inmersa en las posibilidades de la creación, pienso que las películas no son netamente del director sino de lo que cada integrante del equipo aporta desde su posición. Ginna es una mujer absolutamente talentosa y tiene también una trayectoria en la ficción; yo, desde una tradición netamente documental, aporto mi conocimiento, y generamos un espacio en el que nos podemos complementar, eso hace que el proyecto crezca. Las películas se debilitan con cualquiera de los eslabones de la cadena que removamos.

Aparte contamos con Jorge Caballero y Ana Giralt en la producción, así como la de Rosa Ramos que también es productora de GusanoFilms. David Rojas en el montaje con Ginna, Roberto Montoya en la parte gráfica, las personas de Imán music que musicalizaron e hicieron el diseño sonoro, a nuestro colorista Stiven e incluso la locución que la hace una actriz; cada persona aporta de manera significativa. Por eso siento que las películas son cada vez menos producto de las decisiones unánimes del director y cada vez más del enriquecimiento con los talentos de todo un equipo. Pensar así hace que la codirección se vuelva, entre comillas, “fácil”.

Ya que hablas del equipo de producción ¿a cargo de quién estuvo y cómo se elaboró la secuencia de animación que nos muestra la juventud de Toro y su llegada a España?

Más que una animación es una apuesta gráfica al tratamiento del archivo. Como el trabajo se componía de tantas fotografías, estuvimos buscando todo el tiempo que hubiera mucha diversidad al momento de mostrar las imágenes porque no queríamos que hubiera un agotamiento por parte del público que podía ocurrir si no variábamos la forma de mostrar. Queríamos también que hubiera varias formas de narrar la parte fotográfica de forma entretenida y poder darle un toque específico a cada uno de los diferentes momentos del archivo fotográfico de Toro. David Rojas y Ginna trabajaron desde el montaje después de que haber hecho una selección de las imágenes y de tener una idea de lo que queríamos narrar de la vida de Toro, luego pasamos a trabajar con Roberto Montoya, nuestro diseñador y con él trabajamos la parte gráfica: el tema de color, la composición y la diagramación, para darle ese “toque” que queríamos que tuviera la secuencia.

¿La diversidad de representación del archivo parte solo de la intención de dinamizar la narración o también de una reflexión formal?

Siempre estuvimos muy pendientes de la forma y del contenido y buscamos muchos referentes para poder mantener la variedad en la exhibición del archivo. Esta también viene de la diversidad de formatos en la carrera fotográfica de Toro y de la diversidad de las personas del equipo que lograron captar, interpretar y representar las ideas y los momentos de la película dotándola de nuevos significados u ofreciendo las mejores maneras de presentarlas.

Toro es un ejercicio de ética documental, del respeto por el personaje, pero también respeto por el espectador, una búsqueda de remover las máscaras ficticias y revelar la autenticidad. ¿Cuál es esa posición ética de la que se parte y cómo la reflexión ética se hace planteamiento estético en Toro?

Desde el principio teníamos claro lo que queríamos y no queríamos contar. Por ejemplo, algunos temas que pueden resultar atractivos para un tipo de público como el narcotráfico. Teníamos más interés por mostrar la belleza y el valor que tiene la obra de Toro. La ética tiene que ver con tener una claridad sobre lo que quieres contar y mostrar y con mostrarle eso también a tu personaje.

La ética también viene acompañada del respeto a la confianza que el personaje nos da: porque nos comparte su historia y su archivo, un elemento muy importante en su vida. Nos mantuvimos firmes en la línea de “lo que queremos contar” para evitar caer en lugares que pudieran afectar a la persona que nos dio la confianza. Y por ese mismo lado, tampoco quisimos ocultarlo, sino mostrar otros espacios, historias y lugares que significaban mucho más para nosotras.

 En Toro vemos cómo la cámara se convierte en un dispositivo terapéutico, cómo los reos inician un proceso de sanación a través del ser retratados y de su relación con Toro. ¿Este documental replica la misma terapia que aplica Toro?

Yo creo que sí. De alguna manera se abrió un espacio de diálogo muy importante y con tantos años juntos la cámara se vuelve una confidente también, además como Ginna y yo estábamos ahí detrás el distanciamiento con el personaje era cada vez menor. La cámara estableció un puente de amistad y nos permitió acompañar desde otro lugar a un personaje que fotografía mucho, pero no es muy retratado, entonces sí se volvió como una terapia, pero más que por el dispositivo mismo, fue por la relación tan estrecha que formamos los tres. La cámara fue más como un puente de comunicación y amistad.

* Escritor. Realizador de cine.