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Lecturas insospechadas sobre la obra de Shakespeare

Por: Por: Azriel Bibliowicz*.

Fecha de publicación: 22/06/2022

El siguiente es el prólogo del libro Shakespeare y la Clínica del escritor y profesor de la Universidad de Caldas, Orlando Mejía Rivera, médico y filósofo, miembro de la European Shakespeare Research Association ESRA.

Escribo este prólogo para el libro Shakespeare y La Clínica del médico y escritor Orlando Mejía Rivera, en medio de la pandemia del virus Covid 19, que golpea y encierra en estos momentos a la humanidad. Ya conocía su trabajo sobre Medicina Antigua: de Homero a la peste negra y había experimentado a lo largo de sus páginas su gran erudición. Por lo tanto, no me sorprende la cuidadosa investigación que subyace en este texto sobre las enfermedades que atraviesan la obra del gran bardo inglés. Es una obra importante no solo porque es la primera investigación de su tipo en idioma español sino por el cuidadoso escrutinio alrededor de la ciencia y lenguaje médico de la época. También habría que destacar, que esta investigación abre posibilidades y lecturas insospechadas sobre la obra de este gran dramaturgo.

Quizás debido a que nos encontramos en medio de otra peste, diría que resulta pertinente aproximarse a vida y obra de Shakespeare. Sin duda las pandemias, también exacerban las pasiones humanas y las incertidumbres y ante a ellas el bardo inglés siempre será una guía y un tutor. Y como bien lo revela el libro del Dr. Mejía Rivera, las enfermedades jugaron un papel relevante tanto en la vida de este autor como a lo largo de su canon dramático y poético. Shakespeare padeció y fue testigo de múltiples plagas que azotaron a la Inglaterra Isabelina y Jacobina tanto a finales del siglo XVI como a comienzo del siglo XVII.

Sabemos que durante la época en que Shakespeare escribió su obra, Inglaterra padeció entre otras, la peste bubónica y ella afectó su producción dramatúrgica, ya que un largo período entre 1603 y 1611 no escribió ninguna obra de teatro o comedia debido a que en este lapso muchas de las principales salas estuvieron cerradas. En dichos años, Shakespeare se dedicó a escribir sus poemas extensos Venus y Adonis y La Violación de Lucrecia, que resultaron fundamentales para su reconocimiento como vate y poeta. Estos poemas narrados terminaron por ser muy populares y la gente los solicitaba con entusiasmo y terminaron por ser éxitos de librería. Por cierto, tuvieron que ser reimpresos en múltiples ocasiones y resultaron inmensamente populares debido a la forma en que se examinaba el tema de los deseo y la elegancia de sus pasajes eróticos. Sin embargo, sus poemas, pesar de estar ubicados en tiempos míticos no dejaban de referirse sutilmente a los males que aquejaba a la Inglaterra de sus días.

Una lectura meticulosa de las grandes tragedias, comedias y poemas como la que lleva a cabo el Dr. Mejía Rivera, nos revela que Shakespeare, no solo poseía una intuición y visión genial sobre la condición humana sino que era un “scholar”, un hombre estudioso que manejaba no sólo un conocimiento histórico y literario sino una comprensión amplia sobre la ciencia médica del momento.

Siempre me ha impresionado que Shakespeare conociera la primera parte de El Quijote de Cervantes que fue traducido por Thomas Shelton en 1.612. Por cierto, el bardo escribió una obra en colaboración con John Fletcher en 1.613 titulada Cardenio, e inspirada en el personaje Cervantino, pero lamentablemente esta se perdió. No obstante, resulta evidente que Shakespeare estaba a la vanguardia de la producción literaria, más allá de las fronteras inglesas.
La gente tiende a creer que el talento y la genialidad es algo innato y no una labor que se cultiva con dedicación, estudio y esfuerzo. Pero, como bien lo explicaba otro genio de la literatura, Gustave Flaubert, el talento ante todo es producto de una gran disciplina.

Shakespeare sin duda conocía las diferentes teorías científicas y médicas que permean sus tragedias, comedias y poemas. A lo largo de este trabajo del Dr. Mejía Rivera recorre los textos de los principales médicos, que sirvieron como fuente y alimentaron el canon Shakesperiano. Por ello no debe sorprendernos que este bardo describa con tanta precisión la sintomatología de las diferentes enfermedades que padecen sus personajes y que conociera con exactitud sus tratamientos. Shakespeare estaba al tanto de las diferentes concepciones y debates que surgían sobre el cuerpo humano y conocía las teorías de los grandes tratadistas de la ciencia médica como Galeno, Hipócrates y Paracelso para sólo mencionar algunos de los más reconocidos.

Shakespeare y la Clínica, señala que no es casual, que la palabra peste sea una de las más usadas a lo largo del canon shakesperiano, repitiéndose en más de cien ocasiones. Sin embargo, es una palabra con un paisaje amplio, porque fueron muchas las pestes que le tocó conocer durante su vida. Entre ellas, se cuentan la peste bubónica, la sífilis, la viruela, la fiebre tifoidea, el sarampión, la malaria, entre otras y también entraron a ser parte de su obra.

Sin duda, las pestes marcaron el lenguaje shakesperiano y crearon un buen número de eufemismos, los cuales sin una guía adecuada pueden terminar por confundir al lector lego. De ahí la importancia de textos como éste que ayuda a dilucidar el significado que esconden algunas palabras, y como su sentido puede ser totalmente diferente al que uno imagina a primera vista. Por ello, uno de los grandes aportes de esta obra investigativa tiene que ver con el lenguaje de la época y cómo devela el juego irónico que subyace a lo largo de los textos. Este trabajo investigativo nos señala la manera que se referían a estas enfermedades a partir de indirectas, rodeos e insinuaciones y como se escondían las lesiones dermatológicas de ciertas enfermedades, refiriéndose a ellas como: joyas, cadenas, perlas o broches.

En la medida en que uno entra a este trabajo crítico, vemos como las descripciones fisiológicas de Shakespeare permiten replantear a algunos diagnósticos que prevalecieron y se dieron por sentados durante años. El doctor Mejía Rivera al analizar la tragedia de Otelo, para dar solo un ejemplo, nos señala como el moro se desmaya ante la infidelidad de Desdémona y Casio, pero, que en este caso específico más que un simple desmayo, es probable que estemos frente una enfermedad neurológica cuando se analiza toda la escena, y debemos considerar la posibilidad que quizás el protagonista padezca epilepsia. Pero, ni en Otelo ni en Julio Cesar, el bardo inglés considerara que la epilepsia fuera una enfermedad contagiosa o causada por una posesión demoniaca, como se creía popularmente. Es evidente que Shakespeare estaba informado sobre los avances científicos y tratados médicos sobre la enfermedad. No caía en la trampa de las supersticiones ni de las explicaciones fanáticas ni religiosas, tan comunes en sus días. Shakespeare, no fue solo un gran artista sino un pensador que respetaba y tenía claro el valor del conocimiento tanto literario como el científico, para un autor.

Una de las plagas que afectó tanto a sus contemporáneos como probablemente al propio Shakespeare, fue la sífilis. El capítulo dedicado a esta enfermedad, que al principio se denominó la “enfermedad napolitana”, porque surgió por primera vez a esa ciudad, y luego tomó el nombre del “enfermedad de la corte” o “morbo gallico” aparece mencionado en varios dramas y poemas de Shakespeare. Varios biógrafos y críticos, sostienen que es muy probable que el propio Shakespeare hubiera padecido la enfermedad.

Todo parece indicar, que el poeta conoció, entre otros, la obra de William Clowes el famoso “sifilógrafo” inglés. Y la lista de obras en los cuales Shakespeare menciona la enfermedad como bien lo revela el Dr. Mejía Rivera hace suponer que conocía la enfermedad de primera mano. También nos comenta que la misoginia marcada en algunos de sus textos, así como en algunos momentos su rechazo al sexo, probablemente se deba a esta enfermedad que atacó no solo a este dramaturgo y poeta, sino a gran parte del mundo del teatro que vivía al lado de los lupanares. Por cierto, el término “chancro”, lo tomó Shakespeare del francés y sus lecturas de François Rabelais.

En Shakespeare y la Clínica recorremos las diversas enfermedades que padecían los protagonistas de sus obras, las creencias que prevalecían sobre ella en sus días, así como las dolorosas y terribles curas que se efectuaban, con base en el mercurio, y los baños de cinabrio, el famoso polvo bermellón de los alquimistas, que conducían no solo la perdida de los dientes y el pelo sino a todo tipo de padecimientos secundarios.

Sin embargo, dice el Dr. Mejía Rivera que a pesar de que algunos biógrafos sostienen que el propio Shakespeare tal vez murió de una sífilis terciaria, y llegan a esta conclusión debido a las alteraciones en su escritura al final de sus días. Él, considera que quizás pudo haber sido más bien una blenorragia, enfermedad que se confundía en sus días con el “mal francés” como también se denominaba a esta enfermedad. Más aun, los tratamientos con hipertermia, quizás le sirvieron. Llega a esta conclusión al analizar la sintomatología que describe el propio Shakespeare, abriendo así la duda sobre como pudieron ser los últimos días del vate. También nos recuerda que algunos biógrafos creen que quizás Shakespeare murió después de una gran velada con su amigo Ben Jonson y Michel Drayton en la que bebieron y comieron hasta la saciedad acompañados por la alegría de su gran personaje Falstaff. El fin que merece todo gran artista, la muerte de los justos: y un desenlace hedonista.

Para terminar sólo quiero subrayar que Shakespeare y la Clínica, es un trabajo seminal e importante aporte para la lectura y estudio de la obra de Shakespeariana, no sólo por su cuidadoso y delicado conocimiento tanto del lenguaje de la época como la ciencia medica. La sutileza, finura y forma en que coteja las diferentes traducciones al español para dilucidar algunos pasajes, así como los que traduce el propio autor terminan por ser esclarecedores.

Sin duda, una obra que abre las puertas a nuevas y sorprendentes lecturas e interpretaciones sobre los textos Shakesperianos. Y una valiosa contribución a las humanidades médicas.

*Escritor y periodista cultural. Doctor en Sociología de la Universidad de Cornell. Es una autoridad en Shakespeare.

Editorial Universidad de Caldas. Primera edición 2022.