Volver

Lenguaje del amor

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 06/10/2022

Una obra con titulo en francés Amour, de un grupo español y en la cual no hay ningún parlamento, nos sugiere que el amor tiene su propio lenguaje y que, para comprenderlo, igual que a la obra, se requiere atención y concentración, pues, además, aparece en los personajes la simbología de las máscaras.

La obra está protagonizada por Ana Martínez, Jokin Oregi, Ana Meabe, Javier Renobales y Anduriña Zurutuza, es de Marie De Jongh, cuenta con la dirección y dramaturgia de Jokin Oregi. Diseñada para un público infantil pero que disfrutamos los que aun tenemos nuestro niño interior. Presenta, inicialmente, a dos parejas de niños jugando inocentemente y con sus exploraciones y descubrimientos. Al comienzo solo las niñas con sus travesuras e inventos de distracción, luego aparecen los niños que complementan sus juegos y comienza la atracción y las curiosidades propias de esa edad.

Juegan con tizas haciendo o creando mundos imaginarios, usan cuerdas para saltar o hacer trencito, una pelota servirá para simular el embarazo y luego será una carita feliz de quitar y poner según el ánimo. Con los niños interactuando aparecen asomos del amor, luego los celos, pero todo más bien por imitación, como lo es tantas veces la formación. Las peleas entre ellas, por nimiedades, escalan hasta borrar los dibujos de la otra o peor ignorarla y qué decir cuando en estas rencillas intervienen los niños.

Siempre el trasfondo es una música que matiza los momentos según el carácter de los mismos, a veces suave, a veces alegre, que aprovechan las parejas para bailar, otras veces perturbadora para acrecentar o enfatizar los sentimientos. La música acompaña sus vidas. La infancia les servirá para aprender a manejar sus frustraciones y aceptar al otro, las reconciliaciones serán tan espontaneas como lo fueron los desencuentros, no han aprendido a odiar y menos a no perdonar.

De la infancia se pasa a la senectud, con toda la carga de negativismo y limitaciones con que la vida los ha cargado. Se han convertido en dos parejas que se entienden y complementan. Cohabitan como buenos vecinos, se colaboran y se divierten juntos, hasta que surgen los problemas inesperados y las dolencias propias de la edad. Por nimiedades se enemistan, se aíslan y se evitan, hasta tal punto que se diluye la cohabitación vecinal.

Al final será el interés mutuo, los remordimientos, los bellos recuerdos o la nostalgia lo que los aproxime en sus causas comunes y los lleve a rescatar ese amor que se tuvo, ese respeto por el otro y esa sana relación. El amor subsana todo mal.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.