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Los colores del despojo

Por: *Germán Sarasty Moncada

Fecha de publicación: 01/09/2022

Mas tarde, un día apareció ese maldito Mohammed Abdalla, nos cogió a mi hermana y a mí y nos trajo aquí. Nos retendrían como rehenes hasta que nuestro padre pudiese pagar la deuda.
Abdulrazak Gurnah

El África, ese gigantesco continente con montañas, colinas rocosas, valles, volcanes, desiertos, lagos, ríos, cataratas, mares, vegetación exuberante, fauna fantástica; con infinidad de lenguas, variedad de climas, pueblos aguerridos y muchos pacíficos, casi sumisos; con invasiones permanentes, conflictos locales e internacionales de diferente índole, constituye un crisol en donde lenguas, religiones, razas, nativos y foráneos, compiten los unos, por sobrevivir y los otros por usurpar y explotar a los demás.

Su larga historia esta signada por el llamado Reparto de África o eufemísticamente, Conquista de África, con ella, la invasión, ocupación, división y colonización de la mayor parte de África por parte de algunas de las potencias europeas durante el breve periodo conocido por los historiadores como el Nuevo Imperialismo (entre 1881 y 1914). El 10 % de África que estaba bajo control europeo formal en 1870, aumentó a casi el 90 % en 1914. Lo correspondiente a Bélgica y su explotación del Congo, ha sido magistralmente narrado por Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. En una entrevista realizada al premio nobel africano, Abdulrazak Gurnah, mencionó al respecto: La metáfora del «corazón de las tinieblas» que usó para el título no es un invento suyo. Era una imagen que utilizaba Europa para representar a África, para decir que, cuanto más se adentraba alguien en el centro del continente, más salvaje se volvía la realidad.

Otra visión sobre su continente es la que nos ofrece Abdulrazak Gurnah, nacido en 1948 en Zanzíbar, una isla de Tanzania, entonces protectorado británico, la isla cuenta con una cultura históricamente diversificada, desde la trata de esclavos hasta las diversas formas de opresión bajo diferentes potencias coloniales (portuguesas, indias, alemanas, árabes y británicas) que mantenían relaciones comerciales con gran parte del mundo; de ahí que mucho antes de la denominada globalización, Zanzíbar era una sociedad cosmopolita. Gurnah abandonó su archipiélago cuando tenía 18 años y se refugió en Inglaterra huyendo del clima de violencia que estalló inmediatamente después de la independencia y de la llamada Revolución de Zanzíbar. Una hostilidad dirigida en particular contra las minorías asiáticas y árabes.  En Inglaterra ejerció la docencia hasta su reciente jubilación en la Universidad de Kent, en Canterbury, como profesor de Literatura Inglesa y Poscolonial, con un foco especial en la diáspora.

Este escritor, a la manera de un arqueólogo social, se propuso escudriñar el pasado colonial de su extenso territorio y para ello, en solitario, realizó un largo viaje a través del continente; así captó no solo paisajes sino pasajes, relatos, mitos, religiones y sus dioses, indígenas, nativos, usurpadores, regímenes políticos, relaciones sociales, costumbres y todo lo que forma las diversas sociedades existentes, su forma de regirse, comportarse y permanecer.

Será su novela Paraíso la que nos permitirá descubrir ese maravilloso mundo, a su vez horrendo, por las descripciones casi cinematográficas que a veces nos ofrece:

Al amanecer unos gritos y unos quejidos desesperados despertaron al campamento, y descubrieron que las hienas habían atacado a uno de los porteadores mientras dormía y le habían arrancado buena parte del rostro. De la herida manaba sangre y un repugnante liquido viscoso. El hombre, completamente fuera de sí, se debatía en el suelo   presa de dolores inimaginables.

Yasuf será informado por sus padres que al partir su tio AZiz, el comerciante, quien estaba de visita en su correría, se irá acompañándolo para que, desde sus doce años recién cumplidos, aprendiera a trabajar en un negocio tan promisorio. Pensó que al menos ya no tendría que alimentarse con la sopa con huesos que preparaba su mamá en la que solo echaba trozos de médula esponjosa y en otros casos había guisado de quingombó, que por hambre que tuviera era incapaz de tragarse esa salsa viscosa. La despedida fue muy seca, no se sabe si por no hacerla más difícil o por dignidad.

Al terminar el viaje en tren, en cuyo recorrido pudo disfrutar de todo tipo de paisajes al cruzar territorios muy disimiles, arribaron a la casa del tío Aziz, y de la tienda de al lado de la vivienda salió Khalil, un joven de diecisiete o dieciocho años, quien la atendía, quien de inmediato lo acogió como a su hermano y así lo presentaba a los clientes. Desde ese encuentro se empezaron las aclaraciones y decepciones. Khalil, le puntualizó que Aziz, no era su tío, que Yasuf, al igual que él, estaban allí porque sus padres le debían dinero al comerciante y esa era la moneda de cambio.

Cada vez iba sabiendo más de las actividades de Aziz, al preguntarle a Khalil adonde iban en las correrías, éste lo enteró: –A comerciar con los salvajes—Esta es la vida del seyyib. Para esto está aquí. Va en busca de los salvajes, les vende todas estas mercancías, luego compra lo que ellos tengan para ofrecerle. Le aclaró que la expedición era organizada por el mnyapara, Mohammed Abdalla, quien se encargaba de asuntos complejos. Más bien debía ser algo vergonzoso, como organizar contrabando, zanjar un ajuste de cuentas, amañar un trapicheo o alguna cosa por el estilo. Aquel hombre siempre estaba metido en asuntos turbios.

Hasta que llegó el día en que le comunicó Mohammed Abdalla. Vendrás, comerciarás con nosotros y aprenderás la diferencia entre las costumbres de la civilización y las costumbres de los salvajes. Es hora de que madures y veas como es el mundo… en lugar de jugar en tiendas sucias. Además le explicó en qué consistía esa profesión:

Vamos a los desiertos mas áridos y a las selvas más oscuras, y nos da igual comerciar con un rey o con un salvaje, o si vivimos o morimos. En algunos lugares por los que      pasamos verás que el comercio aún no ha entrado en la vida de sus gentes, que viven como insectos paralizados. No hay personas más listas, por no decir más nobles, que los comerciantes.

La organización de la expedición, pues en eso consistía fundamentalmente esas correrías, demandaba mucho preparativo, no solo la selección de los participantes, la negociación de su remuneración y otro tipo de recompensas, la búsqueda de financiación adecuada, su forma de pago posterior, la mercancía a negociar, el mismo recorrido como tal y toda la parafernalia que acompañaría a la caravana como si fuera un circo rodante o más bien un espectáculo itinerante, con tambores, danzas y otros instrumentos musicales de animación, toda una fiesta. Mas la que hacían por la noche algunos cargueros seleccionados por  Mohammed Abdalla, sodomita conocido, por sus gustos.

El cargamento  estaba constituido por herramientas de hierro, tales como azadas y hachas de India, navajas americanas y candados alemanes, así como por telas de diferentes clases: percal, kaniki, algodón blanco, bafta, muselina, kikoi. También botones, abalorios, espejos y otras bagatelas que se usarían como obsequios.

Las excursiones no estaban exentas de peligros, amenazas y riesgos por la propia vida, como el caso que les ocurrió frente al impredecible Chatu, a quienes previamente una avanzada le había ofrecido regalos que rechazó, pues ya había manifestado No os hemos pedido que vinierais y no sois bien recibidos. Vuestras intenciones no son generosas, y vuestra visita solo nos ha traído desgracia y calamidad. Habéis venido para hacernos daño. Cuando estuvo frente a ellos, furibundo, agregó:

 ¿Creéis que somos unas bestias que deberíamos seguir aceptando que nos traten así? Todos esos artículos que traéis con vosotros nos pertenecen, porque todo lo que produce la tierra es  nuestro, por eso vamos a quitároslo.

A lo que Aziz. osadamente, respondió: todo lo que traemos es nuestro con justicia y hemos venido a trocar estos artículos por marfil, oro y cualquier cosa de valor. Chatu antes de expulsarlos manifestó el interés de enseñar modales a uno de los integrantes de la caravana y escogió a Mohammed Abdala, a quien dos hombres sujetaron y otros empezaron a apalearlo, casi hasta el desfallecimiento, y con la sangre que manaba más se enardecían en la enseñanza. Cuando pararon, su cuerpo se sacudía espasmódicamente.

Estaban en una encrucijada, si se quedaban en el pueblo, morirían de hambre, igual si se iban sin sus pertenencias, o podían ser recapturados. El destino les sonrió el día en que a media mañana, una columna de hombres entró en el pueblo. Al mando de los recién llegados iba un europeo, que los condujo directamente al claro que había delante de la residencia de Chatu.

Las ricas descripciones de todo tipo de situaciones nos permiten casi que conocer ese ignoto territorio, sus diferentes comidas, costumbres, tipos de pobladores, sus mitos, leyendas, supersticiones, creencias, formas de expresión, tipos de familias, etc. Su lectura es como participar varios meses en dicha caravana y soportar inclemencias, sufrir desprecios, castigos, humillaciones, pero también disfrutar instantes inolvidables que marcaron a sus protagonistas.

Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas*