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Los escenarios de Caldas, espacios de creación

Por: Giovanny Largo León*

Fecha de publicación: 18/01/2023

El olor a pinos contrasta con un aire fresco que baja de las montañas y le da a Pensilvania una especial condición y atmósfera que sus habitantes describen con una sonrisa, mientras abrazan una taza de café humeante para el frío. En este municipio de Caldas de difícil acceso se realizó el XXV Festival Departamental de Teatro y Circo, que para el año veintidós contó con la participación de catorce colectivos provenientes de diferentes regiones de Caldas, una cita fundamental y urgente con el quehacer escénico, que, después de sortear múltiples inconvenientes, tuvo un público inquieto y acostumbrado al convivio, al ritual único y mágico entre una producción escénica y una mirada contemplativa y pasiva que le da sentido a la tarea del arte de generar reflexiones que nos motiven a pensarnos socialmente de otra manera, como seres vivos parte de un todo y conscientes de una multiplicidad de sensaciones que de igual manera nos dan una identidad.

El Festival Departamental de Teatro tiene una larga y bella historia. Ha sido sin duda cuna de agrupaciones fundamentales en la dinámica del arte escénico regional, en su época dorada acompañado por el Consejo Departamental de Teatro y liderado en diferentes periodos por Wilfredo Garcés, Gilberto Leiton y Augusto Muñoz, animando procesos como los de las agrupaciones Eureka de La Dorada, Teatro Guiar de Supía, Teatro Popular Riosucio, Exosto Teatro de Pensilvania, Canta Rana de Neira, entre otros.

Gracias al Consejo Departamental de Teatro, en aquellos tiempos contó con dos publicaciones, la primera la revista ¨No me nombres teatro¨, y con cuatro ediciones la revista “Acto público”. Tenían como objetivo publicar diferentes artículos sobre el acontecer dramático del departamento y consignar en sus páginas reflexiones de los maestros nacionales e internacionales.

Desde el consejo se puntualizó la importancia de la creación del programa de la Licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad de Caldas y en armonía constructiva con el Festival Internacional de Teatro de Manizales, se coordinaron mesas de trabajo que le dieron génesis a un proyecto de región que hoy se fortalece.

Por esos días se respiraba en el Festival Departamental de Teatro una ansiedad por descubrir el teatro a pesar de las carencias y dificultades, pero su importancia también radicaba en lo que significa para cada grupo la participación en el evento, la posibilidad del encuentro y la natural conversación sobre la dinámica misma, así como el espacio académico y de formación que logró el acercamiento entre la región. Todos recordamos con una bonita nostalgia los talleres y conversaciones con los maestros Henry Díaz, Alonso Mejía, Oscar Jurado, Cristóbal Peláez, Anselmo Parra y Farley Velázquez. Los cafés y tertuliaderos de los pueblos de Caldas fueron testigos de la pasión y emoción de los creadores escénicos de estas tierras que, en palabras del maestro Diaz, descubrieron en el teatro una manera de ver la vida con los ojos del alma. Quizás en esos festivales del ayer reconocimos el territorio, aprendimos de las diferencias y del paisaje y hoy sabemos que es fundamental recuperar un tejido que desde el teatro nos permite tener una conciencia del espacio tiempo, del entorno.

En uno de los años más difíciles para la cultura escénica del país, pero donde la reflexión sobre la tarea y el papel del estado en ese vital proceso de construcción ciudadana se hace latente enfrentarnos a disyuntivas que susurran respuestas a esas preguntas urgentes sobre el futuro del arte escénico nacional, donde al parecer se respiran nuevos aires y, sobre todo, después del Congreso Nacional del Teatro de La Tebaida (Quindío), donde se plantean encuentros decisivos para el diseño de una política pública que permita el verdadero desarrollo del arte escénico en las regiones, en los lugares más apartados, con estrategias de creación y formación de públicos. Quizás es el momento de pensar en el teatro popular pero desde la óptica de los protagonistas y no del gobierno central, para muchos el momento que vivimos es políticamente coyuntural y esperanzador, con o sin estallido, es una respuesta al trabajo de agremiación y encuentros de tejidos durante dos décadas, la motivación general es la verdadera unidad del gremio teatral nacional en una apuesta que beneficie todos los aspectos del quehacer escénico.

Para Juan Diego Gaspar esa lucha era prioritaria, su visión contemplaba el análisis minucioso de las necesidades regionales para priorizar las tareas de fortalecimiento de nuevos públicos y garantías laborales para los trabajadores escénicos, en un compromiso que asumió con la profesionalización de dos camadas de luchadores, veteranos y dedicados artistas de las tablas del eje cafetero. Gaspar insistió en la descentralización de los procesos culturales en el país, analizó desde muy temprano los tópicos de esa Colombia rural y profunda, llena de matices teatrales, donde, afirmaba, hay otra manera de ver la cultura más allá del folclore, la antropología y la sociología cultural. Puntualizó en repetidas ocasiones que el panorama teatral del eje cafetero no debía ser señalado, pontificado o definido desde la lupa antioqueña, pues son otros los caminos que nos depara el futuro.

El Festival Departamental de Teatro en Pensilvania demostró la necesidad de fortalecer los procesos de capacitación, recuperar los espacios que antaño se denominaron semilleros teatrales y escuelas de formación escénica para Caldas, donde se brindaron talleres de actuación, dirección, puesta en escena, y un conjunto del A, B, C del teatro y así mismo se realizaron diplomados, en asocio con la Universidad de Caldas y el Ministerio de Cultura. Vale la pena recordar que esos espacios generaron una amalgama de posibilidades escénicas que repercutieron favorablemente en las agrupaciones y colectivos,  así que es necesario y urgente, analizando el panorama actual, brindar espacios de aprendizaje formal que alimenten el deseo de los jóvenes, de los docentes de escuelas y colegios de la provincia de mejorar sus productos escénicos para que con herramientas adecuadas descubran las bondades del teatro, el desarrollo de la intuición y la creación artística de la mano de su espíritu.

Diecinueve propuestas se inscribieron al Festival de Teatro y Circo en Pensilvania y catorce fueron escogidas por un jurado calificador que señaló la importancia del evento desde la diversidad de temáticas. El ejercicio de producción se realizó priorizando las necesidades técnicas de los colectivos y una convocatoria al público con diferentes estrategias, público que respondió a la cita con entusiasmo y sentido crítico. La apertura la realizo el colectivo Eureka de la Dorada con una hermosa pieza interpretada por su director, Diego Armando Rojas Rubiano, un hombre formado en las tablas con tesón y conciencia del trabajo escénico desde las poéticas del entorno, “Un tal Pascual” sobresale como una propuesta llena de matices y realidades sociales. Caza Retazos con su propuesta “La madriguera cercenada”, develó al espectador un trabajo que se preocupa por la construcción de personajes y logra una gran interpretación. Caña Brava de Pensilvania nos sumergió en historias míticas con una puesta en escena obvia, entretenida que de seguro está en una búsqueda de nuevos matices. La agrupación manizaleña Resonantes nos compartió su creación “Bio-Cruses”, una exploración del ritual para el teatro de calle o espacios no convencionales, resalta sus cualidades plásticas que van en desarrollo en razón de su proceso, para muchos de los espectadores aún falta ajustar la partitura corporal, la voz y la interpretación actoral, la pieza está desde luego en un proceso de construcción, los jóvenes actores-músicos en sus búsquedas particulares, una grata sorpresa, el encontrarse con esta nueva energía para nuestro arte callejero. Punto de Partida compartió con el público una pieza inspirada en los recuerdos de sus protagonistas, “La casa de guadua”, un viaje de sus vidas y sus pasiones dentro y fuera del escenario, una mustia reflexión desde el oficio, una dramaturgia en tejidos emocionales que en la puesta en escena desarrolla imágenes nostálgicas pero que el ritmo poco a poco se ira encontrando tras las funciones. La Luciérnaga participó con la obra “Sin cargos de conciencia”, pieza de creación en dramaturgia cercana al grupo que en su puesta en escena plantea interesantes espacios dramáticos en un tinte de narco realidades, dilemas de relaciones de pareja en tratamientos psicosociales. Ópalo Teatro viene trabajando su propuesta desde el payaso para espacios no convencionales, la pieza “Nadie sabe para quien trabaja” brindó una entretenida jornada de diversión que el público de Pensilvania valoró con calurosos aplausos. La cuota de circo contemporáneo representada por Circo de Asfalto, nos confirmó que aún hay un largo camino por recorrer en la tarea de afinar las propuestas de este género que poco a poco se define y consolida en la escena del espectáculo de la región. Es evidente la necesidad de estructura que tienen los espectáculos de circo en nuestra geografía, que defina una distribución dramática y así el espectáculo tenga algo que narrar y los números de circo se concreten en un acontecer dramático, un hilo conductor que perfile intereses narrativos. El movimiento del circo lleno de juventud y energía es un aliciente para construirnos desde la diversidad.

De Risaralda consideramos urgente mencionar la obra de teatro del grupo Caos, “La gruta de los pecados”, una ingenua partitura escénica que plantea un teatro costumbrista picaresco, insípido y desafortunado. Quizás es el momento de plantear nuevas preguntas sobre las necesidades de nuestro público rural, inteligente, perspicaz, preguntar sobre lo que ofrecemos en nuestros discursos sociales y políticos, porque con esta obra en particular nos asalta la duda sobre si aún es necesario recurrir al chiste flojo como salida, olvidando los maravillosos entrelazados posibles en la comedia, sobre todo la exhortación es en este caso la permanente formulación de preguntas,  la palabra y sus poéticas jamás nos dejarán solos.

La agrupación Viraje Compañía en su proceso ha demostrado la pasión y profesionalismo con la que asume la danza-teatro poco investigada en el territorio, su contribución ha sido fundamental en la exploración de nuevas formas para traducir, desde el cuerpo, imaginarios de ciudad, imaginarios individuales del ser en relación con los paisajes humanos compartidos. La obra “Murmullos” del municipio de Chinchiná, un ejercicio de taller escolar realizado con la fórmula comprobada Caicediana, nada nuevo en sus imágenes, reiteradas en montajes de otros grupos, aún con el mismo director. Esperamos en el futuro más riesgo en su papel de director de este talentoso actor.

El festival cierra el telón con la participación de Chicos del Jardín y su pieza la “Letra con sangre entra”, una bella factura y un cuidadoso equilibrio escénico. La obra juvenil nos recuerda los buenos y no tan buenos momentos de la escuela, la infancia, los primeros anhelos, y nos pasea en el recuerdo de manera gratificante. El grupo realiza una profunda reflexión sobre el sistema de educación de nuestro país, evoca el tema tratado en la exitosa pieza El florido pensil, de Ttanttaka Teatro de Guiillen Jordi, sin duda una de las joyas del teatro contemporáneo español. La puesta en escena de Chicos del Jardín es una refrescante muestra de las posibilidades de nutrir nuestra escena desde el espejo conceptual.

Proyectar el festival como un espacio de posibles aprendizajes y encuentro vital de sus hacedores, nos invita ineluctablemente a la reflexión sobre el quehacer de cada escenario posible desde la periferia, la ruralidad y las particularidades de cada agrupación. Los esfuerzos en esta tarea han sido arduos y a pesar de sus frutos, es urgente consolidar un verdadero proceso de capacitación y otros espectros que alimenten las acciones de los festivales asociativos como los organizados por instituciones educativas y casas de la cultura. Teatro Caos de Risaralda coordinado por su director, realiza el encuentro Teatro Ventiao que poco a poco se consolida al igual que el festival de Anserma fundado por la agrupación Tean, un evento que tiene una especial acogida y participación de agrupaciones del entorno. PAZCO, el Festival Internacional de Teatro para la Paz y la Convivencia en Riosucio, itinerante en su programación de calle, se perfila como un escenario para compartir las nuevas propuestas y las agrupaciones emergentes. Supía por más de quince años ha realizado el Festival Internacional de Teatro en una dinámica de intercambio y circulación con el occidente antioqueño. El Festival Internacional de Teatro de Títeres Manuelucho se perfila como una escuela para nuevos colectivos y artistas de la manipulación de muñecos y objetos.

Quizás venciendo la indiferencia del estado y recuperando el aliento, el teatro en cada municipio logre articularse, libre de envidias sinónimo de inseguridades, y la venda en los ojos impuesta por la idea errónea que por ser artistas somos seres especiales, extraordinarios y por eso merecemos lo que no hemos trabajado o no hemos ganado a pulso, a lo mejor siendo conscientes de la importancia de realizar un trabajo honesto y juicioso, materializando una verdadera conexión de gremio, con nuevas alianzas y estrategias para ofrecer diversidad y respeto desde las bondades del arte escénico a un público que nos espera y nos reconoce. Los años nos dan la experiencia para afrontar el camino, pero la actualización de las herramientas es fundamental, afinar las voces y recurrir a las poéticas vivenciales sin romanticismod anacrónicos, reconociéndonos en la diferencia, superando la alcahuetería de salas dotadas con cacharos de iluminación que atentan contra los espectáculos y su público, estudiando y asimilando para derrotar la dramaturgia del corta y pegue, enajenados con mentiras que solo nos engañan a nosotros mismos, siendo consecuentes con solidos discursos en tejidos definidos,  pensando el arte y definiéndolo desde nuestro aliento,  respirando más allá con la mirada más allá del rio, creando conciencia no solo cuando tenemos en la boca la tetica del estado y sus programas a medio cocer.

Estas palabras no tienen una pretensión de crítico de arte, tarea hasta el momento abandonada, después de palmaditas en el hombro para no quedar mal con nadie. Hace falta ese renglón en la dinámica del trabajo conceptual de nuestra escena, pero la verdad es que muchos de los que se consideran intelectuales en las esferas de la comarca, ni siquiera frecuentan las salas y descalifican y descartan lo de aquí por sustracción de materias.

Este oficio solitario y testarudo se ha venido desprendiendo de las amarras generacionales, muchos niños y niñas iniciados en el arte creen que han descubierto el mundo, y la verdad, ya casi todo está explorado, la innovación es quizás otro aliento, otro respiro, el llamado es a la concepción de un teatro más consciente de su pasado y presente, una verdadera integración de saberes, un decoroso ofrecimiento en la producción de esas ideas con matices noveles.

Estos párrafos no son críticas teatrales, solo son el resultado de conversaciones con amigos y colegas en un café de Pensilvania, mirando de reojo de vez en cuando las montañas, en el frio de los minutos tras un sorbo de café.

*Dramaturgo. Enero 2023.

Fotos: Juan Guillermo Loaiza.