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Nueva Odisea

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 31/03/2022

La realizaremos de la mano de Irene Vallejo Moreu (Zaragoza1979). Doctora en Filología Clásica de las universidades de Zaragoza y Florencia, y escritora española, cuya principal labor ha sido la investigación y divulgación de los autores clásicos. Su más reciente galardón fue el Premio Nacional de Ensayo 2020, por su libro El infinito en un junco.

Al respecto, en septiembre del año pasado, en la Feria del Libro de Madrid, se informó que con más de 400.000 ejemplares vendidos, 41 ediciones y traducido a 32 idiomas, este libro se ha erigido como fenómeno literario, una “insensatez” en forma de ensayo de 400 páginas que nació como el más loco de todos los proyectos, del cual expresó su autora:

No contábamos con tanta gente que después de todo, sí valora los libros y la literatura, la historia e incluso la filosofía, el pensamiento, todas esas cosas que nos dicen que se agotan y, sin embargo, demuestran tener una vitalidad perenne, infinita… La sociedad condena o arrincona a las humanidades y la gente siente necesidad de conocer su pasado, de relacionarse con las generaciones anteriores, de ver cómo hemos llegado a ser quienes somos. Quizá alrededor de “El infinito en un junco” ha aflorado una comunidad, una tribu del libro, que en estos últimos años ha estado escuchando todas estas profecías tan apocalípticas

Como filóloga se dedicó a escudriñar en bibliotecas, museos, centros de pensamiento e instituciones similares, documentos de toda índole, época y presentación con el fin de reconstruir con fidelidad los orígenes, desarrollo y evolución de diferentes aspectos de la cultura, básicamente desde los griegos, posteriormente los romanos, y luego con un exhaustivo recorrido a través de los siglos, hasta nuestros días. Dicho estudio interpretativo del lenguaje, la literatura y sus diferentes manifestaciones, de cada una de las civilizaciones analizadas, constituyeron su tesis de grado. Lo más meritorio de este trabajo es la forma como logró darle presentación, de tal manera que fuera un texto a la vez científico y accesible al público en general.

Así como el filósofo francés Michel Foucault exploró a profundidad lo relacionado con el conocimiento, en su obra La arqueología del saber, lo relativo a la alienación, en Historia de la locura, y sobre el sexo, en La Historia de la sexualidad, Irene Vallejo en su ensayo El universo en un junco, nos hace una inmersión a profundidad sobre el mundo de las ideas y la concreción de ellas en la realidad.

En un recorrido desde la antigüedad, en dos grandes acápites, Grecia imagina el futuro y Los caminos de Roma, nos muestra desde diferentes perspectivas la forma como ese soplo con sonido que constituye la palabra, se transforma en relatos orales que aun conservamos y que luego al poder plasmar esas palabras en algo concreto a través del alfabeto, se logra preservar utilizando diferentes medios físicos.

Se trata de la historia no solo de la conquista de diferentes reinos, sino de la creación, difusión y almacenamiento del conocimiento universal. Nos expone sobre las palabras, las lenguas, las narraciones, las representaciones, las discusiones, los soportes de ese conocimiento por medio de las tabletas de arcilla, los papiros, los pergaminos, las cortezas de los árboles, y otros medios hasta llegar a las hojas de papel que permitirán la elaboración de los libros.

También de ellos nos presenta en apasionante relato su creación, transformación y perfeccionamiento. Estos serán la materia prima de las bibliotecas, los museos, las exposiciones y otros sitios de privilegio, todo lo cual también aparece relacionado cronológicamente en su obra. La escritura como testimonio, su uso para el manejo de inventarios y catalogación, la lectura como acceso al conocimiento, entretenimiento, extensión de la memoria, manifestación de la voluntad, creación de otros universos, etc.

Para referirnos a uno de los iconos de esa narración, mencionemos a Alejandría fundada por Alejandro en el año 331 a.C. cuando tenía veinticuatro años. Se constituiría en la ciudad de los placeres y los libros, la capital del sexo y la palabra. Allí se establecería la Gran Biblioteca con el fin de albergar las obras de todos los autores desde el principio de los tiempos, ya que reunir todos los libros era en cierta forma pacífica, poseer el mundo. Nos enseñaron la forma de preservar los libros de las polillas, del óxido, del moho y de los barbaros con fósforos. Y sobre todo del olvido, haciendo renacer las obras con el contacto de los lectores.

En los anaqueles de Alejandría fueron abolidas las fronteras, y allí convivieron, por fin   en calma, las palabras de los griegos, los judíos, los egipcios, los iranios y los indios. Ese territorio mental fue a la vez el único espacio hospitalario para todos ellos.

En cuanto a los libros, de los cuales se refiere Borges como extensiones de la memoria y la imaginación, sus antepasados, las tabletas de arcilla, tienen más de cinco mil años. Pero el libro de páginas como tal tiene unos dos mil años de edad, pero para su concreción, hubo diversos aportes, siglos de búsquedas, ensayos y errores, a cuya solución contribuyeron muchos anónimos. Umberto Eco afirma sobre ello que pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor. Sobre los primeros afirma Irene Vallejo:

Eran objetos endebles, fabricados con materiales que se deterioraban, se rompían o se disgregaban. La invención del libro es la historia de una batalla contra el tiempo para mejorar los aspectos tangibles y prácticos –la duración, el precio, la resistencia, la ligereza— del soporte físico de los textos.

El entender el pasado, como algo que modela el presente, hace que los clásicos permanezcan y constituyan significados para todas las épocas, razón por la cual cuando Roma subyugó a Grecia, quisieron adaptarse a los géneros por ellos establecidos: la épica, la lírica, la tragedia, la comedia, la historia, la filosofía y la oratoria. Una simple revisión de los planteamientos de Homero justifican ese clasicismo: Aquiles puede elegir entre una vida sin brillo, larga y tranquila, si se queda en su país, o una muerte gloriosa, si se embarca hacia Troya. Por su parte, sobre la vida con sus imperfecciones, sus regocijos, placeres y sabor agridulce, Ulises nos reafirma:

Esa sabiduría nos susurra que la humilde, imperfecta y efímera vida humana merece la  pena, a pesar de sus limitaciones y sus desgracias, aunque la juventud se esfume, la carne se vuelva flácida y acabemos arrastrando los pies.   

Los primeros esbozos de escritura aparecieron en Mesopotamia hace seis mil años, pero sus orígenes son muy oscuros. Luego, en forma independiente, en Egipto, India y China nació la escritura. Por el año 1000 a.C. se encontró, en escritura fenicia, un poema esculpido en la tumba de Ahiram, rey de Biblos. Esa escritura la adoptaron los griegos, quienes a partir de ese modelo inventaron el primer alfabeto sin ambigüedades, no solo con consonantes, sino también con cinco vocales. Lo que facilitó la elaboración de textos, más fluidos. Posteriormente aparecerían los signos de puntuación.

Antes de llegar a concretar los textos que hoy conocemos, fue necesario un largo recorrido, los primeros apuntes eran dibujos esquemáticos, un árbol, una cabeza de res, una jarra de aceite, y todo para manejar inventarios. Luego vendría el dibujar ideas abstractas, el plasmar pensamientos: odio, terror, esperanza, amor, etc. y así la cantidad de símbolos sobrecargaba la memoria y la forma de expresión. La solución fue una de las mayores genialidades humanas, originales y sencillas y de incalculables consecuencias: dejar de dibujar las cosas y las ideas, que son infinitas, para empezar a dibujar los sonidos de las palabras que son un repertorio limitado.

Son muchos aspectos los que faltarían por reseñar: las plumas para escribir y la tinta utilizada, hasta los bolígrafos de hoy en día, los bibliotecarios, los catálogos clasificadores, la prosa y su gran utilización, la lirica y su encanto, el teatro y sus mensajes, la filosofía y sus aportes desde los griegos, hasta los actuales exponentes, en fin, no se puede ser exhaustivo, pues basta con saber sobre la industria editorial, que cada treinta segundos se publica un libro, o sea ochenta y seis mil al mes y de esa producción es mínimo lo que asimilamos, y cada año se destruyen millones de ejemplares, por falta de lectores.

Es así como Irene Vallejo nos brinda una retrospectiva del libro digital al papiro, del mundo concreto al mundo de las ideas. Un largo trasegar desde el origen de las letras a su representación en sistema binario, clave de las tecnologías actuales.

 *Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas