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Otras realidades

Por: Germán Sarasty Moncada *

Fecha de publicación: 01/07/2021

La Gobernación de Caldas por medio de su Secretaria de Cultura, con la Red Departamental de Bibliotecas Publicas, con el fin de apoyar a nuestros autores, y para que los pasajeros aéreos tengan acceso gratuito a unas lecturas que permitan distraer las esperas, y disfrutar con nuestros escritores, tuvo la idea de publicar una colección que denominó Libros al AIRE. Lecturas para viajeros. Así lo puntualiza el Secretario de Cultura de Caldas, Lindon Alberto Chavarriaga Montoya:

Un momento especial vive la literatura caldense. Los premios nacionales, los internacionales, las publicaciones con respetables editoriales y las traducciones hacen pensar en una época brillante de nuestros autores.

Con ellos damos pie a la visibilización de los autores del departamento y a su consolidación como figuras imprescindibles en la construcción de un patrimonio bibliográfico que nos reafirma y enorgullece.

De esta colección hemos tomado atenta nota de lo escrito por Juan Grajales (Manizales, 1998), de quien ya habíamos reseñado su último libro Pinos, editado en España. Su carrera literaria inició muy temprano tanto como lector y como escritor, pues sus primeros cuentos fueron publicados a los trece años. Su primera novela FallsVille la escribió a los trece y la publicaron en el 2015; a los dieciséis La cuarta bestia y a los dieciocho Pinos. Continúa con sus estudios de Biología en la Universidad de Caldas. Su obra La cuarta bestia publicada en el 2016, pareciera ser premonitoria, y de ella habíamos escrito:

“Así como en las diferentes guerras se utiliza todo tipo de armas, las más letales sí han sido y serán las biológicas y de eso se trata ahora, del desencadenamiento de un virus, que no es algo lejano a la realidad, pues con tanta depredación a la naturaleza que hace el hombre, con tanta manipulación genética y supuestas investigaciones científicas, siempre existirá la posibilidad de que aflore el mal y haga prevalecer sus intenciones pretendiendo causas superiores. Lo que parece ciencia ficción no está lejano de la posibilidad.”

En el 2019 apareció el COVID 19 y el resto ya lo sabemos.

Ahora nos sorprende con su libro La luna en un suspiro que trae los cuentos: Nostalgia, La mujer más bonita del mundo y El día de mi muerte. Los tres, cada uno a su manera, nos muestran la existencia de otras realidades, como pueden ser las que vivimos en un sueño, en un estado cataléptico, en un coma inducido, o en los recuerdos.

En Nostalgia, se le ha confiado a un veterano detective viudo y a punto de jubilarse, la investigación sobre la súbita desaparición de personas que después de entrar a una cafetería, nunca más fueron vistas, por ser su último caso a resolver puso no solo toda sus sagacidad, sino todo su tiempo y tenacidad. De por sí el establecimiento en mención y quien lo atendía, tenían algo de fantasmagórico:

Las viejas mas supersticiosas decían que la mujer del sombrero rojo era practicante del   infame arte de la brujería, que era hechicera, que esas costumbres eran normales de   donde ella venia y que las llevaba en su sangre extranjera para corromper aquella tranquila ciudad. No pasaron de ser chismes de balcón, chismes de gente vieja que con el tiempo terminó muriendo, y con ellos murieron los chismes. De todas formas, era bien cierto que el lugar tenía algo muy peculiar, solía atraer a las personas con solo mirarlo, era común ver a la gente detenerse frente a él, incluso cruzar la avenida para echar un vistazo.

Con todo el sigilo del caso, nuestro hombre alquiló un apartamento al frente del establecimiento, por prudencia hizo lentos acercamientos, furtivas grabaciones, lecturas de expedientes relacionados con sus casos, entrevistas a familiares, charlas informales con peatones, etc. antes de abordar el sitio, lo cual hizo con mucho recelo. Con aire de fingida seguridad, se ubicó en una mesa y pidió un tinto que comenzó a degustar, mientras ojeaba un periódico que otro comensal había dejado al irse, pero su primera impresión fue el darse cuenta que era una edición en un papel muy fino y de una fecha diez años atrás. Vendría luego la gran sorpresa

Estuvo leyendo por un rato aquellas noticias viejas y curtidas, muchas de ellas olvidadas en el tiempo y opacadas por los acontecimientos más importantes, como el del atentado terrorista. Nada que mereciera su atención.  Bajó el periódico y, al otro lado de la mesa, se encontraba una mujer que lo miraba fijamente. Al principio le pareció una desconocida, alguien que intentaba decirle algo o que, en el peor de los casos, intentaba inútilmente venderle algo. Los rasgos empezaron a tomar forma, a hacerse más    familiares, más conocidos. Le empezó a faltar el aire cuando supo que debía ser una persona cercana, y sintió que iba a asfixiarse cuando reconoció que ella era su esposa. Su difunta esposa.

En La mujer más linda del mundo, encontramos la paradoja de una vida plena y el ocaso de un lento abandono, al no haber aceptado lo efímero de la juventud y lo permanente de la senectud.

En su adolescencia fue la más perfecta, en su juventud fue la más codiciada. Disfrutó su vida sexual con plenitud, alegría y desenfreno, teniendo la maravillosa oportunidad de elegir lo mejor de lo mejor, de nunca sufrir un rechazo, de nunca sentirse sola.

Nunca pensó que el ocaso estaba más cerca de lo que intuía, por eso siguió creyendo que era joven, linda y merecedora de satisfacer todos sus caprichos y antojos, de dominar y rechazar, de utilizar a los demás hasta que se aburría de ellos, pero…

Desesperanzada, la mujer más bonita del mundo se sentaba en los parques para ver a las personas que caminaban tomadas de la mano, para ver a los niños que jugaban, para ver cómo hasta las tórtolas hacían lo que ella ya no podía. Llorar no quería, sus ojos ya estaban secos y su vida ya no merecía ni una lágrima más. Encontraba en los demás el calor  que a su cama faltaba, y aceptaba con resignación las consecuencias de las dulces mentiras que había bebido toda su vida.

Un sueño puede desencadenar otra realidad, y su despertar ser tan comprometedor, como alucinador, pues nos puede conducir a realizarlo, esto le sucedió al personaje de El día de mi muerte, un empleado normal de una empresa común y corriente, viviendo con una novia protectora y segura de sí misma, pero a veces con poco tiempo para atender las angustias de este hombre. Su sueño lo desubicó:

Fue una pesadilla horrible, asquerosa, aterradora. De ese tipo de sueños en los que, por más que uno quiera, es simplemente imposible despertar y, cuando por fin abandonamos el mundo onírico para sumergirnos en el real, quedamos con una amargura en la boca durante la mañana siguiente. Pero aquella amargura era diferente. Había muerto en el sueño, y sentía que ese día iba a morir.

Al no encontrar apoyo en su novia, lo buscó en un compañero de oficina, sin mucho respaldo. Fue elaborando un ritual de despedida y para no levantar sospechas, simplemente habló de un viaje y cada uno lo interpretó a su manera: vacaciones, cambio de trabajo, desplazamiento a otra ciudad y así todos lo vieron razonable, pero su novia creyó que simplemente la abandonaría. Para acrecentar su desconcierto, hasta fiesta sorpresa de despedida le organizaron esa noche. Sus sentimientos y los de los demás iban en contravía:

Sentí mucha rabia, esto no podía estar pasándome a mí, no era justo para nadie, incluso llegué a pensar que hubiera sido mejor morir sin previo aviso, porque desde que conocía   la fecha de mi muerte, el resto de mi vida se había convertido en agonía anticipada.

En estos tres descarnados relatos vislumbramos lo efímero de la vida, a la vez que lo frágil no solo de la salud física, sino principalmente de la mental. Su lectura nos permite una reflexión sobre lo que estamos haciendo, cómo estamos utilizando el tiempo y que esperamos para hacer los ajustes que hemos ido aplazando.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas