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Peligra la democracia

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 02/03/2023

Los problemas que han implicado los usos de las tecnologías, las nuevas formas de vida, la manera de relacionarnos, la convivencia y muchas otras consideraciones, han hecho incursionar a grandes pensadores en temas que antes no eran de su interés. El envejecimiento, la claustrofobia, la posverdad, las noticias falsas, el otro tipo de realidades diferentes a la basada en hechos comprobables, en fin, una lista bastante larga de aspectos que nos conciernen y nos afectan directamente y que se han constituido en temas de investigación.

Uno de estos destacados estudiosos es el filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han  (Seúl1959). Inició sus estudios de metalurgia en la Universidad de Corea que pronto abandonaría. Su destino estaba en Alemania a donde viajó cuando tenía veintiséis años, sin saber alemán, ni haber leído sobre filosofía, pero con una mente abierta al conocimiento.

Estudió filosofía en la Universidad de Friburgo y literatura alemana y teología en la Universidad de Múnich. En 2000, ingresó al Departamento de Filosofía de la Universidad de Basilea. Desde 2012 es profesor de estudios de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín, en donde dirige el programa de estudios generales. ​

Estamos ante un filósofo que ha sabido interpretar de una manera clara nuestra sociedad, no solo globalizada, tecnificada, deshumanizada, sino también desconcertada, por lo cual se ha dado a estudiarla y transmitirle los resultados de sus investigaciones en un lenguaje tan fácil de comprender que de ahí su visibilidad en el medio no solo académico, sino entre el público en general. Los títulos de sus libros nos pueden dar una idea de sus preocupaciones, los temas de su estudio han sido: Psicopolítica, Buen entretenimiento, Hiperculturalidad, Ausencia, La sociedad del cansancio, La agonía del Eros, Topología de la violencia, La sociedad de trabajo y rendimiento, El aroma del tiempo: Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, En el enjambre, Sobre el poder, Capitalismo y pulsión de muerte.

Uno de sus últimos libros, Infocracia publicado en Colombia el 2022, nos descoloca de esa pasividad con que normalmente solemos afrontar los cambios que aunque no son inminentes, si comienzan a alterar nuestra sociedad y la percepción que tenemos de ella, sus planteamientos nos  interrogan, nos interpelan y nos inquietan. Comienza su análisis al contraponer el régimen de la disciplina que siempre nos controló, con el régimen de la información que nos hace sentir libres y autónomos, pero en el que estamos sutil, pero efectivamente vigilados.  En el primero se explotan cuerpos y energía, en el otro información y datos que mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan los procesos económicos, políticos y sociales, pronosticando comportamientos.

La tecnología de la información digital hace de la comunicación un medio de vigilancia. Cuantos más datos generemos, cuanto más intensamente nos comuniquemos, más eficaz será la vigilancia. El teléfono móvil como instrumento de vigilancia y sometimiento explota la libertad y la comunicación. Además, en el régimen de la información, las personas no se sienten vigiladas, sino libres.

Entendido como democracia, el sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de este a elegir y controlar a sus gobernantes, veamos que ha estado sucediendo para socavar los principios de este sistema. Con la aparición de los libros, obviamente la cultura tuvo su momento de expansión, por el acceso al conocimiento de una mayoría que de esa manera podía plantear sus puntos de vista y el distanciamiento de los otros con una regulación coherente y regulada de hechos e ideas, con una disensión civilizada y desacuerdos argumentados.

Hoy en día los medios de comunicación contribuyen a deteriorar esa práctica discursiva, conduciendo a los receptores a la pasividad, por ausencia de interlocución, así predominan el intercambio de gustos e inclinaciones de los consumidores. En la mediocracia, también la política se somete a la lógica de los medios de masas. La diversión determina la transmisión de los contenidos políticos y socava la racionalidad. En los debates políticos televisivos cuenta mas la escenografía, el desempeño de los protagonistas, la fácil respuesta, así no sea la correcta, las preguntas no resueltas, las respuestas equívocas y sobre todo el argumento de que como el tiempo es corto, no hay forma de desarrollar los planteamientos o de controvertir a los otros.

Como la velocidad es lo primordial y el incesante bombardeo de información no deja el tiempo que requieren las practicas cognitivas, como son el saber, la experiencia y el conocimiento, bajo esa presión se recurre a la inteligencia que se orienta a las soluciones a corto plazo, en contraposición a las decisiones racionales basadas en reflexiones que implican no solo el momento, sino el pasado y el futuro. Para agravar surge otra amenaza.

 Hoy la racionalidad discursiva también se ve amenazada por la comunicación afectiva.   Nos dejamos afectar demasiado por informaciones que se suceden rápidamente. Los afectos son más rápidos que la racionalidad. En una comunicación afectiva, no son los mejores argumentos los que prevalecen, sino la información con mayor potencial de excitación. Así, las fake news concitan más atención que los hechos. Un solo tuit con una noticia falsa o un fragmento de información descontextualizado puede ser más efectivo          que un argumento bien fundado.

Para tratar de contaminar nuestras decisiones políticas, económicas o sociales, se han servido de diferentes herramientas que lo posibilitan, pues sin darnos cuenta hemos ido entregando nuestros perfiles a través de las redes, con las compras que realizamos, las búsquedas que hacemos, las canciones que escuchamos, las series y películas que vemos, los medios de comunicación que consultamos, nuestras lecturas, etc. Hemos ido generando tal información que a veces se logra saber más de nosotros, que nosotros mismos. Esto conduce a que me muestren visiones del mundo acordes con mis preferencias, por eso me llegan las noticias de lo que me gusta u ofertas de aquello que quisiera tener. Solo la voz del otro presta a mi afirmación, a mi opinión, una cualidad discursiva. En la acción comunicativa, debo ser consciente de la posibilidad de que mi discurso sea cuestionado por otro.

La variedad de elementos que son utilizados en la red para tratar de encausar nuestras preferencias, gustos y finalmente nuestras decisiones, han ido permeando nuestra voluntad, de manera casi imperceptible. El uso de boots, memes, influenciadores y otro tipo de artillería, actúan de forma incansable tratando de lograr nuestra aceptación. Los boots no son más que cuentas falsas automatizadas en las redes sociales que actúan como personas reales, como una mayoría induciendo a crear falsos escenarios, difunden noticias, falsas, difamaciones y odios.  “Un meme es un texto, una imagen o un video que se presta para propagarse exponencialmente en internet con modificaciones del mensaje original a menudo con fines humorísticos.” Y los influenciadores son aquellas personas que han sabido crear  en la red una imagen de conocedores de temas específicos y así han logrado una cantidad de seguidores, quienes al haber sido deslumbrados por aquellos, han comprometido muchas veces su criterio.

Los peligros latentes apuntan a lograr una subordinación silenciosa a una subliminal manipulación, primero de nuestras preferencias y luego de nuestra voluntad. Debemos continuar alertas. Ejemplos hay suficientes con los usos indiscriminados de Facebook, Twitter, Instagram, Tinder  y otros con diferentes nombres, pero funciones similares. Por no mencionar todo el daño causado con sospechosas ofertas de diferente índole, con el fin de hacerse a nuestras contraseñas y acceder a nuestras cuentas. Ha pasado más veces de las que imaginamos.

Lo que aquí está en juego es la expectativa que cada ser humano abriga de ser dueño de su propia vida y autor de su propia experiencia. Lo que está en juego es la experiencia interior con la cual conformamos nuestra voluntad de querer y los espacios públicos en los que actuar de acuerdo con esa voluntad.

En cuanto a la verdad considerada por Nietzsche como una construcción social que sirve para hacer posible la convivencia humana, es necesario tener muy claro el concepto para rechazar la posverdad, la realidad alternativa y otros conceptos que han comenzado por ser aceptados como válidos, minando así la credibilidad. Hay que saber diferenciar el mundo verdadero y el de la mentira. La verdad ejerce una fuerza centrípeta que mantiene unida a una sociedad. Y la fuerza centrifuga inherente a la información tiene un efecto destructivo sobre la cohesión social. Otro insigne pensador francés, Foucault planteaba: El futuro es la forma en que respondemos a lo que está sucediendo, es la forma en que hacemos un movimiento consistente en convertir la duda en verdad.

En gobiernos anteriores, con una desafortunada posición populista, logró afirmarse: Nosotros creemos que, en un Estado de opinión, donde no prevalece el capricho del gobernante, sino el imperio de la ley, y más allá de la misma interpretación de los jueces, la superiormente (sic) importante es la opinión pública.

Hoy estamos bien informados, pero desconcertados, son tantas las mentiras que circulan en las redes, tantos los montajes sobre supuestos hechos reales, pero que corresponden o a otros sitios, a otras épocas o que definitivamente son mentiras, que debemos actuar con precaución. La premura en reaccionar reenviando todo lo que nos llega, nos convierte en difusores de esas cadenas de mentiras, dislates o exabruptos. Tenemos que ser muy críticos con lo que leemos, escuchamos y vemos, pues las trampas son muchas y nos pueden conducir a situaciones inesperadas. No caigamos tan fácilmente en la red.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas