Volver

¿Qué hay del telón de boca del Teatro Los Fundadores del Maestro Luciano Jaramillo?

Por: Octavio Hernández Jiménez*

Fecha de publicación: 20/07/2022

Con el autor de este artículo nos preguntamos ¿Qué hay del telón de boca del Teatro Los Fundadores del Maestro Luciano Jaramillo? Y agregamos ¿Por qué no lo volvieron a exhibir al público? ¿Está en buenas condiciones? Este texto nos ayudará a conocer y entender el inmenso valor patrimonial de esta joya del artista nacido en Manizales (Noviembre 29 de 1938 – Bogotá, diciembre 1984).

EL TELÓN DE FUNDADORES

Estaban en la fase final de la construcción del Teatro Los Fundadores (1964-1965). Mientras el arquitecto Jorge Gutiérrez Duque dirigía la construcción, Fausto Galante y Doménico Parma hacían cálculos, el ingeniero Alberto Montes Sáenz se dedicaba a la interventoría; algunos de estos arquitectos: Hernando Arango G., Germán Arango L., Jorge Arango Uribe, Gonzalo Botero J., Alfonso Carvajal E., Hernando Carvajal E., Enrique Gómez G., Roberto Vélez y Agustín Villegas B se movían de un lado para otros e impartían órdenes, el Maestro Luciano Jaramillo pintaba el telón de boca.

Por otro lado, instalaban las tramoyas y equipos especializados diseñados por el ingeniero alemán Wolfang Hannemann; los trabajadores del belga Paúl Parent extendían las instalaciones eléctricas, tableros de control y fosos móviles y los enviados de Akoestach Advies Bureau, de la Phillips, de Holanda probaban la acústica.

En silencio, Guillermo Botero ensamblaba en las paredes sus magníficas tallas sobre la colonización de Manizales mientras que Luciano Jaramillo, trepado en un andamio, como un Miguel Ángel rejuvenecido, pintaba el telón de boca para el escenario central.

En mi memoria quedó grabada aquella visión como si estuvieran construyendo una nueva Capilla Sixtina o la fastuosa Ópera de París. Febril entusiasmo y admirable acoplamiento de un grupo de profesionales guiados por una causa noble y común a ellos.

Ese Luciano Jaramillo, encaramado en ese andamio, era el mismo que había representado a Colombia en la Bienal de Sao Paolo (1963), había expuesto con Antonio Roda y Augusto Rivera, en 1964, y quien, a pesar de su juventud, había colgado sus obras en galerías de Estados Unidos, otros países suramericanos y Colombia.

El telón, con una superficie de 162 metros cuadrados de lienzo pintado en tonos ocres, se descubrió al público asistente a la ceremonia inaugural del Teatro Los Fundadores el 22 de octubre de 1965, acto en el que el Maestro Jorge Zalamea leyó, de viva voz, El Sueño de las Escalinatas.

La temática del telón de boca es una soberbia alegoría del teatro griego. No es un simple telón. La obra de Luciano Jaramillo pintada para Fundadores, como vimos arriba, hace parte integral de la obra arquitectónica y se gestó al mismo tiempo que el resto de la estructura. No fue comprada a última hora, ni mandada a traer para decorar un espacio. Se trata, si se quiere, de un elemento estético relacional e irremplazable.

Los caldenses, en general, sienten que este magnífico lienzo hace parte de su patrimonio cultural y por eso tienen las siguientes preguntas para que los encargados del Teatro Los Fundadores las respondan: ¿cuál es su estado de conservación?, ¿hay que restaurarlo?, ¿quién estaría en capacidad profesional y técnica para acometer semejante compromiso y quién sufragaría los costos?

Se supone que quienes, en la década de los noventa del siglo XX, cambiaron el telón de boca de Luciano por otra cosa con discutible valor en cuanto a creatividad artística, no conocían el gigantesco valor para el arte colombiano de ese lienzo. Fue como cambiar el baldaquino de la catedral por una simple mesa de altar de menor trascendencia. Sustituir la obra de Luciano Jaramillo ha sido un atentado cometido contra el Arte (con mayúsculas) para instalar una obra de arte (con minúsculas).

LUCIANO JARAMILLO, ARTISTA MAYOR DE CALDAS
A estudiosos del arte moderno en Colombia ha intrigado por qué, en la década de los sesenta del siglo XX, Luciano Jaramillo no disfrutó el nombre y la gloria que compartían otros artistas de la plástica, también de provincia, (eran de Medellín, Cartagena, Pamplona, Popayán, dos españoles de origen y un peruano), recién llegados a la capital del país, en donde se conocieron, compartieron ocio y juicios de la papisa Marta, fuera de que disfrutaban de una juventud y unos arreos no muy diferente que los suyos.

Los otros colegas nacieron alrededor de los años treinta, como Luciano (1938), el más joven de esa camada, con Luis Caballero, viajaron al exterior a estudiar como lo hizo el caldense cuando estudió en París (1951-1958); regresaron y se dedicaron a enseñar lo que habían aprendido, como Luciano y Luis Caballero a la sombra de Roda, en la Universidad de los Andes; a participar en el prestigioso Salón Nacional, como lo hizo Luciano, en los años 1958,1959,1961,1962,1964, y a producir sin descanso un cuerpo de obras de sobresaliente valor artístico.

DENTRO DEL EXPRESIONISMO

Luciano Jaramillo se puede ubicar, con mucha holgura, en la prestigiosa escuela del expresionismo alemán, que, en Colombia, tuvo aventajados discípulos de la talla de Norman Mejía, Carlos Granada, Manuel Camargo y Leonel Góngora con las variaciones que los diferencian e identifican.

El mirar atrás de los jóvenes artistas colombianos llevó a Marta Traba a hablar de los sesenta como la década de los artistas menos convencionales del país. Ellos no se lanzaron al vanguardismo sino que continuaron como discípulos de sus maestros en París, Madrid, Londres, Nueva York. Otros jóvenes recurrieron al expresionismo alemán vigente en la primera mitad del siglo XX para investigar, aproximarse y experimentar con los movimientos de arte internacional en el hemisferio norte, para realizar su propia obra en un ambiente sofocante como era el trópico.
Con contadas excepciones, los anteriores expresionistas centraron su trabajo creador en la figura humana más que en paisajes, naturalezas muertas, objetos independientes, escenografías atiborradas de personajes y muebles, hazañas históricas para exaltar nacionalismos o recrear situaciones. Hicieron retratos expresionistas al estilo de Francis Bacon.

La mayor parte de las obras se presenta en ambientes provocadores que convierten al espectador en un auténtico voyerista de situaciones no tratadas en estos medios pacatos o poses salidas de las normas tradicionales. Hay que observar, por ejemplo, el sensual movimiento de los pies de la mujer en Striptease o la forma como se desnuda ante los dos viejos verdes que seguramente la han invitado.

En la mayoría de las obras el fondo es difuso; no confuso. Edward Munch es uno de los grandes maestros del expresionismo que se preocupó por hacer la escenografía minuciosa del lugar o, como en sus obras básicas, corrientes de aire de colores vivos que sobrecogen por el frío glacial que transmiten. James Ensor diluyó ese fondo en los que ubicó las figuras grotescas o dolientes. Ernst Kirchner empasteló de colores vivos lo que serían pisos en los que resaltan sus mujeres elegantemente vestidas.

Luciano Jaramillo estudió con dedicación las escuelas de arte moderno y sus principales representantes arrancando con Matisse hasta los agresivos expresionistas. Si fuese posible extraer con bisturí ciertas influencias diríamos que tiene de Ensor las figuras grotescas y de Nolden y Kirchner los fondos difuminados.

Fotografía del telón de Carlos Pineda.

*Escritor.