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Reflexiones en torno al ser y la palabra interior

Por: Javier Humberto Arias Ospina*

Fecha de publicación: 09/01/2024

 Al iniciar el año 2020 el mundo asistió a una realidad que trastocaría todas las rutinas: La Pandemia del Virus Covid-19, originada en la ciudad de Wuhan, en la China. En ese momento el espacio escolar de la presencialidad fue trastocado de manera abrupta y en muchos lugares del mundo se recurrió a las herramientas tecnológicas relacionadas con las comunicaciones y la internet.

De un día para otro, la Escuela tuvo que migrar drásticamente a la modalidad llamada hoy Escuela en Casa, en donde los escenarios de la escuela, sus ritos de control, sus gestiones de aula ya se tenían que hacer en plataformas y demás recursos propios de las tecnologías actuales de la comunicación, lo que desde algunos años atrás se implementa en muchos países en el campo laboral, conocido como Trabajo en Casa.

Los grupos familiares vivieron el encierro y tuvieron que compartir las obligaciones laborales con las tareas y rutinas escolares de niñas, niños y jóvenes. Muchos comedores o salas de las residencias se volvieron puntos de trabajo o aulas de clase virtual. De la noche a la mañana los Maestros tuvieron que utilizar sus teléfonos celulares como dispositivo de contacto educativo, convirtiéndose en su nueva aula virtual. En países de poca conectividad a internet, como Colombia aún al momento de la Pandemia, la situación fue dramática, pues muchos padres y madres de familia, por ejemplo, tuvieron que escoger entre utilizar el celular como parte de las herramientas de trabajo, mediante las cuales se prodigaban los recursos económicos para la subsistencia o bien, prestarles a sus hijos el teléfono celular como única mediación educativa y pedagógica para no dejarlos fuera del sistema de enseñanza en plena crisis.

Esta situación, inicialmente asumida con entereza por familias y maestros, a medida que transcurría el tiempo fue tornándose angustiosa debido al estrés del encierro y cansancio de pantalla, lo que fue degenerando en situaciones de conflicto y otras manifestaciones que empezaron a afectar el adecuado nivel de concentración y equilibrio emocional de niños, niñas, padres de familia y maestros. El gran salto, sin querer queriendo, fue pasar del Tablero a las Plataformas Virtuales.

Al irse normalizando en el mundo el regreso a la educación presencial en escuelas y universidades, gracias a los niveles requeridos de la vacunación, es innegable que se observaron secuelas en los comportamientos con-vivenciales y disposición intelectual para los procesos de aprendizaje, entrando en conflicto con las finalidades de formación emocional, social y cognitiva de la Escuela.

Al respecto, en varios conversatorios se han formulado preguntas como las siguientes: ¿Cómo han regresado los maestros a la educación presencial, después de vivir la experiencia de la Educación en Casa? Y ¿Cómo han regresado las niñas, niños y jóvenes al espacio de la Educación Presencial?

¿Qué retos tiene la Escuela y la sociedad hoy, ante estas realidades?

A continuación, intentaré desarrollar algunas reflexiones al respecto, que he denominado “El Ser y la Palabra Interior”. Estas notas tienen el interés de suscitar el diálogo a manera de círculo cultural para ampliar la comprensión de esta realidad del siglo XXI: El mundo de las redes y la virtualidad y el mundo de la presencialidad y la convivencia humana.

Los nuevos tiempos de la velocidad y la aceleración parecen ser el sustento de formas humanas antes impensables en el campo de las relaciones con el conocimiento y la sensibilidad. Se predice, desde algunos pensadores contemporáneos como el Filósofo Coreano Byung-Chul- Han, la instauración de una especie de “dictadura de la emoción”, implícita en los fenómenos de la aceleración, en contraposición al mundo de la Racionalidad, el cual exige lentitud. En tal situación, el problema deberá enfocar los modelos pedagógicos contemporáneos para convertir las tensiones actuales de una escuela fundada en los principios de las normas de la ilustración, en un espacio de humanización que no pierda de vista la lentitud que exigen el sentido y el significado de las cosas, más allá del consumo a partir de las emociones y la velocidad de la información en las redes y demás tecnologías comunicacionales.

EL SER Y LA PALABRA INTERIOR

 Uno de los problemas fundamentales del Paradigma Cultural de la Sociedad del Conocimiento pareciera radicar en que, para las actuales generaciones de niños y niñas en el mundo, no se trata tanto de “estar en “o “tener “la RED únicamente, sino ante todo la necesidad de perfilar EL SER de la RED.

La revolución en la información de tipo escrito y audiovisual generada actualmente por la era digital y la internet, que a simple vista parece haber traído el sueño enciclopédico a todas las áreas de la cultura humana, pone de manifiesto una realidad cuyos nuevos retos están asociados a una forma de estrés sensorial, agenciado por variables como la velocidad y la cantidad de información. En éste mundo virtual electrónico se ponen a prueba características esenciales de la espiritualidad humana como son el deleite, la contemplación y la capacidad intelectiva de la comprensión, las que en conjunto constituyen los mundos de sentido creados única y exclusivamente por la realidad subjetiva del lenguaje. Estamos, nada más y nada menos, en términos del mundo simbólico frente al reto de la velocidad electrónica y los diálogos de sentido.  Algo así como las consabidas imágenes de la” paciencia de pulir un verso” o bien “la natural osadía de la gota por labrar la roca gigantesca”.

Hoy, la inundación informativa de datos en las computadoras y de mensajes audiovisuales de los medios masivos de comunicación, el mundo de las redes y todos los dispositivos de la Inteligencia Artificial, pareciera que, paradójicamente, originaran una especie de atosigamiento del sentido y la comprensión. En tal caso, podría afirmarse ahora que la cultura digital mediática y de redes, conduce de manera acelerada a una especie de crisis de sentido con el riesgo de dejar de ser, de dejar de percibir la realidad.

Puede pensarse ahora en una especie de versión sofisticada del MITO DE LA CAVERNA, en donde ya no estaríamos de espaldas a la realidad, sino de manera ASOMBROSA de frente, pero en la Red. Una especie de sombras electrónicas que nos ponen de igual forma en las sombras del sentido.  Ahora, se puede hacer manifiesta en esta realidad la denuncia del etnólogo francés Levi Strauss cuando expresó en una de sus últimas entrevistas que “el mundo actual no sufre a causa de una falta sino de un exceso de comunicación”.

La situación descrita puede entenderse como una inflación de datos, una especie de neurosis digital bancaria e informativa. Basta percatarse de que ahora los usuarios digitales, no lectores, tienen el mundo a sus dedos y a la vista en las pantallas de sus plataformas virtuales de los dispositivos electrónicos y de los recursos de Inteligencia Artificial. La otra situación patética, por ejemplo, se da en aquellos centros académicos en donde profesores y estudiantes resuelven por internet cualquier trabajo informativo de consulta sobre cualquier tema, pero importándoles muy poco el nivel comunicacional, deconstructivo y crítico. En este campo, la era del Copiar y Pegar hace público el plagio y desconocimiento del respeto a la producción intelectual de sus autores.  Los centros educativos certifican su calidad, casi en todos los casos, como una estandarización internacional de mercado, y no por la necesidad, el impacto, la innovación o desarrollo del conocimiento.  Esto podría ser una manifestación de la avaricia del sentido.  Nadie puede resistirse a los encantos del prodigio de la velocidad y cantidad otorgados por los dispositivos tecnológicos de la computación, las Redes y los medios masivos de comunicación.

Téngase en cuenta que aquí nos estamos asomando a ese otro mundo que se viene con la Inteligencia Artificial (IA), donde ya se compite a la creación e inteligencia humanas con la capacidad combinatoria de los algoritmos en las pistas de la información y dispositivos virtuales, para resolver problemas que parecieran ya no existir en el mundo físico, creando tecno cotidianidades en donde, como seres humanos, nos vemos extraños ante los determinismos naturales como el cambio climático o los condicionantes de todas las funciones de las especies animales en el planeta.

Esta era de los prodigios tecnológicos en todos los ámbitos del discurrir humano, ha puesto la rapidez para el HACER sin importar de igual forma el LLEGAR A SER. Al respecto, puede referirse el ensayo titulado “El Acto Creativo” de Manfred Max Neef, el cual en uno de sus apartes dice: “… Hay gente que sabe hacer poesía, hay otros que son poetas; hay gente que sabe hacer música, hay otros que son músicos, hay gente que hace ciencia y hay otros que son científicos…”.

El drama  de la velocidad y la cantidad en la información está en que, al parecer, el “hacer para la comprensión”, es contingente para las nuevas generaciones cada vez menos comprometidas con la “paciencia natural de la gota de agua que labra la roca”, pero más ritualizados con la velocidad y cantidad en el hacer (la sociedad diseñada exclusivamente para el consumo no se puede dar el lujo de perder el tiempo, todo debe estar en términos de coeficientes e indicadores o razones entre variables).  Para ser más gráficos, el drama contemporáneo consiste en que el estar bien y rápidamente informado no quiere decir que se logre mejor comunicación con el mundo y con el entorno inmediato.  La comprensión parece ser un estorbo que hay que eliminar porque obstaculiza la velocidad.

Todo lo que importa con prontitud es el punto de partida y de llegada. Todo lo ocurrido y contextualizado, los intervalos entre un antes y un después, es una lentitud, una perdedera de tiempo. LA VELOCIDAD no se percata del ser, de la palabra interior, de la vocación, de la paciencia y la contemplación. Aquí el aporte del filósofo coreano *B. Chul Han consiste en diferenciar el mundo de las emociones y el mundo de los sentimientos. El primero, es el mundo de la aceleración y poco sentido; el segundo requiere lentitud y contemplación para encontrar el sentido.

La facultad estética, contemplativa del ser humano como ser que habita y es habitado por el mundo del lenguaje, no podrá apartarse de la aventura, de la posibilidad del descubrimiento, del asombro por lo bello y maravilloso.  Esta facultad esencial y trascendente requiere el ritmo vital e irrepetible de “pulir un verso”.

Puede ahora pensarse que se esté asumiendo una actitud tecnófoba. Tal osadía no alcanza a vislumbrarse en estas notas. Muy por el contrario, se está llamando la atención para no caer en una especie de relación funcional con el sentido, casi prosaica, dicho de otra forma, la necesidad humana de comunicación en plena era de la velocidad informática han aumentado.  El lado amable consiste en disfrutar del mensaje en el mensaje mismo casi sin mediaciones. Ahora mismo estamos disfrutando en directo las imágenes que desde puntos remotos del universo nos envían los dispositivos electrónicos y de la Inteligencia Artificial.

Pero el lado obscuro puede consistir en una especie de sonambulismo mediático.  Los niños ante la soledad afectiva, se amamantan con la multitud de información y son felizmente cibernautas de una convivencia virtual en la cual son superhéroes de sus propias condenas, allí pueden sobrevivir virtualmente a la manera como lo dispongan las redes. El asunto es que el aterrizaje en el mundo real les cuesta tanto estupor, que son incapaces de afrontar una dificultad del diario vivir en los escenarios sociales de la construcción cultural humana, como los entornos afectivos de la familia y la escuela, por ejemplo.

El viejo refrán de que cada época tiene sus afanes, hace manifiesta la necesidad de una ecología de la información agenciada desde una pedagogía real y fáctica.  No basta estar bien y abundantemente informado y conectado a la red, se requiere además tener los pies en el espacio físico y real para intercambiar materia y espíritu.

Hoy los Piratas del ciberespacio pueden habitar el mundo virtual pero sus efectos son en el mundo real.  Un mundo real que cada vez se torna más ajeno y extraño a los ojos de la gente de carne y hueso.  Las flores naturales se pintan para semejarse al producto agenciado en la red. Pero tales flores virtuales ya son el parámetro para ver las flores de cualquier jardín o bosque en el mundo, muchos de cuyos paisajes ya no existen por la depredación humana.

Los actos de gobierno no se confirman en el impacto sociocultural de manera extensa y significativa, coherente con el bienestar común, sino en la velocidad de una encuesta que produce el algoritmo para justificar una imposición mayoritaria o estado de opinión. De este modo los peligros propios de UNA CONCIENCIA VIRTUAL se avecinan.  En poco tiempo, la conciencia real, la del convivio, la de las relaciones intersubjetivas espacio- temporales, esto es el antiguo concepto griego de Homus Político, habrá que certificarla en las Redes y sus imposiciones algorítmicas y no en las relaciones sociales, culturales y afectivas.

Cada vez más el mundo profesa la creencia de que la historia de la humanidad es creada en la red por cibernautas. La verdad, puesta en tela de juicio, es que en el afuera, en el mundo físico, en esa realidad de sentido, el último bastión de los uní y pluricelulares, esta siendo devastado por las guerras, el cambio climático y la conciencia virtual o nueva deificación de las relaciones humanas y de estas con su entorno natural.

Estos nuevos profetas indigestan los sentidos, sus inteligencias artificiales   seducen con los pregones vestidos de algoritmos para regir el mundo, señalar el destino, controlar el camino y orientar su éxtasis y aceleración a mundos imaginarios que han prometido riquezas en los propios templos humanos de la miseria y allí en esos huecos oscuros hacen brillar las apariencias, el huevo cósmico de lo inestable, donde nada permanece, solo fluidos de apariencias en busca de un cuerpo real.

Los mundos de la contemplación y la Gestación de la semilla, requieren volver a narrarnos como individuos singulares de sentimientos, luchas y carencias. La tira frigorífica de la felicidad estandarizada en la información y las redes, no pueden ser el paradigma que oriente el diario discurrir de las cotidianidades. La ritualidad de un abrazo y del encuentro para compartir y llenar de sentidos el vacío, no como fatalidad sino como trascendencia, se hacen fundantes de una nueva sensibilidad arraigada más en “El, aroma del tiempo” *y menos en la dictadura de las emociones.

Abracemos más la dificultad de la lentitud y los sentimientos y no el espejismo fácil del mundo de las emocionalidades que a velocidades fantasmales nos venden los nuevos proxenetas de felicidades virtuales.

* Actor, dramaturgo, director de Teatro, Gestor Cultural, Mg. en Educación, Área de Cultura.

Ilustración tomada de Internet.

Manizales, octubre de 2023.