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Se fomenta la cultura, la cultura de la corrupción. ¿Dónde encontramos la virtud?

Por: Juano Jurado *

Fecha de publicación: 18/05/2023

Este año se aproximan nuevamente las elecciones territoriales, elegiremos alcaldes, gobernadores, diputados y concejales. Este proceso electoral siempre genera un tufillo de malestar; aparecen expresiones como “siempre quedan los mismos”, “ese candidato es el familiar de aquel”, “para que roben, que suba cualquier”, “es mejor tener un amigo mío robando”.

Estas frases nos recuerdan que detrás de cada proceso electoral, detrás de cada partido político, detrás de cada candidato presidencial y delante, justo al frente de la ciudadanía, vive la corrupción. La corrupción con sus propuestas, con sus hilos, la corrupción que pone a dudar, la corrupción que pone a soñar, la corrupción que llena bolsillos y deja vacíos los colegios y los hospitales. Corrupción que alimenta la cultura del dinero fácil y fomenta el uso del lenguaje del mas vivo: “depende”, “todos tienen un precio”, “tengo la necesidad”, “si no los recibo yo, otro si los coge”, “todos hacen lo mismo”, “no seré el primero, ni el ultimo”.

Por eso es importante darnos cuenta que como individuos y como sociedad, al parecer ya estamos inmersos en una cultura irremediablemente corrupta, que se desarrolla en todos los estratos y a todos los niveles sociales. No importa la cuantía del acto corrupto ni el tipo de favor corrupto. Todos hemos estado rodeados y tal vez salpicados por actuaciones que podrían ser identificados como actos de corrupción pero que naturalizamos, respaldamos e incorporamos dentro de nuestras filosofías de desarrollo de vida.

Entonces si tenemos rasgos que nos identifican como individuos corruptos, y algo peor, como sociedad corrupta:

Sin embargo, ese reflejo en lo estatal, se desprende también de prácticas corruptas que han surgido desde decisiones, valores, hábitos, saberes y reflexiones éticas de los sujetos y, por tanto, son una forma de actuar racional y planificada. Y aunque existe un medio propicio para la corrupción, se puede impedir no aceptando ser parte de ello. Es decir, que es una decisión moral y ética, personal y evitable.

Así las cosas, la ciudadanía percibe de forma generalizada la decepción respecto a los gobiernos de turno, por lo cual hoy en día se exige más control en el uso de los impuestos y soluciones sobre el país que queremos y habitamos. De esta manera, se percibe un silencio por parte de las entidades de control. Y, peor aún, los delincuentes logran rebajas de penas y la justicia deja precluir la investigación.

La corruptela ha llegado a un punto alto donde una minoría se apropia de los recursos de la nación. Superar los esquemas actuales requiere erigir un cambio institucional, social, cultural, educativo y político que permita una construcción de Estado más responsable y consciente de los problemas actuales que requieren la aplicación de sanciones y castigos para quienes roban los recursos del Estado.

Estamos ante una democracia rutinaria fallida, donde la sociedad no se ve representada y más bien una mayor parte se encuentra excluida y marginada en sus derechos civiles, políticos y culturales. Por esta razón se debe luchar desde una posición alternativa contra el problema de la corrupción y por eso es necesario educar para tener conciencia sobre este fenómeno ya que:

En este sentido, hay un crecimiento de la apatía frente a lo que sucede en el mundo de la política: muchos están construyendo su cotidianidad con el sentido del presente y muchos no quieren saber qué va a pasar con su futuro inmediato ni desean votar en las elecciones, y tienen el temor en sus mentes de que en cualquier momento el país va a explotar.

Más que pedir un cambio en las reformas y las leyes, que es lo que han venido haciendo los diferentes gobiernos, los ciudadanos deberían demandar su real aplicabilidad para que esas leyes no queden en letra muerta. La verdad es que el problema nos incumbe a todos, porque es inmenso el daño que causa este timo continuo: propicia el atraso del país, afecta el desarrollo económico, deja a su paso cordones de miseria, aislamiento y desnutrición, alimenta las desigualdades en el acceso a la justicia y genera pobreza, desocupación y analfabetismo.

Finalmente, esta cultura de la corrupción debe empezar a modificarse desde la raíz social, desde el núcleo de la sociedad colombiana, es decir, desde la familia, y desde procesos de construcción colectiva de sociedad. Solo así, dejaremos de estar esperando gobernantes redentores, leyes mágicas, funcionarios santificados; sino que, comprenderemos que cuando hay una conciencia de sembrar en colectivo para cosechar en colectivo, dejamos de tener tanta adoración al esfuerzo individual de unos pocos.

Como pequeños actos de transformación de sociedad para ir convirtiéndonos de una cultura de la corrupción a una cultura de la virtud; debemos fomentar la erradicación total de expresiones que son herramientas de formación y educación como: “todo rico es torcido”, “el honesto siempre es pobre”, “el poder es para poder”, “pídale, que él le da”, “el vivo vive del bobo”, “chupe por bobo”, “póngale malicia indígena”, “como voy yo”, “atiéndame por un ladito”, “si no me acuerdo, no pasó”, si no me vieron, no vale”, “lo que se encuentra, no es de nadie”, “la ley es para los de ruana”, “hecha le ley, hecha la trampa”, “si no está prohibido, está permitido”, “el que se equivoca pierde”, “gaste tranquilo, ellos pagan”, “sáquele plata y despáchelo”…por los siglos de los siglos.

* Músico, compositor, abogado y docente universitario. Especialista en Investigación Criminal y Magíster en Derecho. Doctorando en Literatura.

Mayo 2023.