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Sin punto final

Por: Mateo Ortiz Giraldo*

Fecha de publicación: 02/03/2019

 Tania Ganitskyg y Fátima Vélez

A partir de mi experiencia, leer poesía es perseguir una palabra que se disuelve y con ello no digo nada, pero es así. Desde María Mercedes Carranza hasta Sylvia Plath, por nombrar algunos puntos cardinales, mi lectura de poesía ha sido de esa manera: perseguir esa letra que insiste en irse y que yo insisto en atrapar.

Antes, cuando leía por puro desgano, desconocía  la potencia literaria de la poesía. Era soberbio, costumbre que se ha ido un poco, aunque algunos remanentes quedan. Luego de los años adolescentes llegué a los poetas malditos y con su maldición, me dejé arrastrar a las noches largas de bohemios señores que le gritaban a la luna. Me harte de ellos, de su cansancio y su aroma a cigarros trasnochados.

Luego, pasé a los poetas doctos y oscuros. Blake, fue mi guía y también me cansé  de los infiernos abiertos y los cielos que escupen ira. Hace poco, descubrí la sencillez y la pérdida de imposturas. En eso, me topé con dos autoras que abren el mundo y hablan como en sueños. Poetizo sobre la poesía, lo sé, pero a ratos hay que dejarse llevar por el deseo de hablar extraño para recobrar las piezas, como Perec.

Leer en el ring

De quien hablo es Tania Ganitskyg (Bogotá, 1986) y Fátima Vélez (Manizales, 1985). De Ganitsky he leído dos libros: “Cráter” (La Jaula Ediciones, 2017) y “Desastre lento” (Universidad Externado, 2018). De Vélez, solo he leído uno, “Casa paterna” (Universidad Externado, 2015) y algunos textos publicados en Vice y Pacisfista.

Ambas autoras son jóvenes, invencibles. El adjetivo es extraño para hablar de poesía. Es más, decir invencible supone un enfrentamiento. La poesía como pelea. Un enfrentamiento donde ambas autoras ganan por knock out. Vélez riñe con versos directos, el lector trata de esquivarlos pero su potencia derriba muros. Ganitsky es hábil, se desliza y su juego es el de la serpiente: envuelve y el lector cae. No hay forma de huir. Las dos son invencibles, sus páginas exudan fiereza.

¿Quién recibirá

el silencio

cuando termine este poema?

Podrías hacerlo tú

 Bam!!!, la autora destina al lector a la potencia del verso y lo abandona a su suerte con un silencio demoledor. Gana, sin tocar siquiera al contrincante.

 Debe ser

la acción de empujar las cosas

por detrás

hacerlas chocar

hasta sacar lo que hay de entraña en ellas

 La poesía de Vélez es ruidosa. Busca en el estertor de las cosas que caen un ritmo poético. Sus poemas dejan tirado, sangrante y asustado al lector. El temor de quedar sordo con un poema que demuele.  

 Lo que nos abandona

 Los temas que recorren ambas autoras son varios. Quizás diferentes. Tania habla sobre lenguas indígenas, sobre sueños y caídas. Fátima es más cotidiana, se sumerge en los momentos detenidos que dejan las calles o las relaciones afectivas. Pero, hay un tema común: el silencio.

En “Cráter”, Ganitsky grita y nadie le oye. Es un grito profundo acompañado con grabados del artista colombiano José Sarmiento y que La Jaula, editorial independiente y minuciosa, supo unir con maestría.

Con este grito ahogado, la poeta comprende que se debe susurrar para ser oída:

Abro silencios

Las olas se acercan

a invadirme

 Algo así le pasa a Vélez en “Casa paterna”:

La complicidad del silencio que extiende sus dominios

con raíces oscuras 

Aunque para Vélez el ruido sea materia prima de sus poemas, también entiende el silencio. Eso que nos abandona y que no regresa. La palabra que es invadida, con olas o con raíces. En las dos, esta sensación se arraiga y mueve.

Con esta líneas, acerca del silencio,  sostengo mi sensación al leer poesía: cazo los finales, siento que se me va de las manos el poema. Lo pierdo y solo releyéndolo magnifico su dimensión.

No hay final

Ganitsky propone en “Desastre lento”  algo con lo que quiero cerrar esta columna de libros:

Las palabras me encuentran

porque ellas no miran sino que traspasan

 Verso que extrañamente, y digo extraño porque esta relación solo la veo yo, Vélez le complementa desde “Casa paterna”:

ese que dice que se llegó al final de la carrera

y el premio es otra carrera

 Las dos niegan el final. Lo ponen en entredicho. El final de las palabras y el final de todas las carreras. En este punto abierto se siembra una poesía para repensar las ausencia y dimensionar el silencio. De nuevo con esto no digo nada. Este texto, entonces, tampoco merece un punto final y carrera con meta.