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SLOWFOOD: pérdida y desperdicio de alimentos

Por: Rosahelena Macía Mejía*

Fecha de publicación: 04/03/2019

Slowfood es un movimiento a nivel mundial creado en 1986  en Italia y que aboga por una comida buena, justa y limpia, cuyo nombre nació como una oposición a la fastfood o comida chatarra. La filosofía de este movimiento es simple y busca contrarrestar el auge de los ritmos de vida acelerados bajo tres preceptos  innegociables: el primero, que la comida sea buena, fresca y forme parte de la cultura local; el segundo, que el producto sea limpio, que no perjudique el medio ambiente, el bienestar animal y la salud humana; y el tercero que los alimentos sean asequibles para los consumidores y que los productores reciban justa remuneración.

Carlo Petrini, es el fundador de éste movimiento que hoy hace presencia en 120 países y que realiza alrededor del mundo reuniones donde participan activistas convencidos de la necesidad de consumir conscientemente alimentos a los cuales se les conozca su procedencia, preferiblemente de producción limpia y eco amigable, lo más natural posible, (esos que ahora han dado en llamar orgánicos), cuidando de respetar a los productores, a las costumbres y tradiciones locales y a los productos amenazados con desaparecer mediante su inscripción en el arca del gusto o a la creación de baluartes. El señor Petrini ha escrito numerosos libros y además hace presencia en eventos alrededor del mundo llevando su mensaje.

Ahora mismo se trabaja en tomar conciencia acerca de la pérdida y el desperdicio de alimentos, lo cual es un problema real que afecta mayoritariamente a los países más desarrollados: la pérdida está constituida por la comida que se echa a perder en los cultivos y el transporte, y el desperdicio es lo que se despilfarra y bota en los supermercados, expendios de comida, restaurantes y casas de familia; es deprimente conocer las cifras de los países del primer mundo o desarrollados, cifras monstruosas, mientras en los países del tercer mundo se aprovecha más y se desperdicia menos, como una manifestación del consumismo irresponsable. No es cierto que no haya alimentos para todos los seres humanos, lo cierto es que desechamos mucha comida mientras ¡ el hambre mata cada año más personas que el sida, la malaria y la tuberculosis sumadas. El hambre es la mayor amenaza a la salud actualmente, mata más personas que la violencia; alrededor de 795 millones de personas en el mundo no tienen comida suficiente para cubrir sus necesidades diarias, lo que no les permite desarrollar normalmente sus actividades. https://es.wfp.org/hambre/datos-del-hambre

En Estados Unidos y Norteamérica, se desperdician 115kls/per cápita/ anuales, mientras en América Latina la cifra baja a 25kls/per cápita/ anuales, y en el sudeste asiático y África la suma es de entre 6 y 11kls/ per cápita anuales, siendo mayor el aprovechamiento de la producciónde alimentos en los países más pobres.

En Colombia la combinación entre pérdida y desperdicio asciende a casi 10 toneladas al año -constituyendo un 34% de la producción anual de alimentos para el consumo humano- lo que alcanzaría para alimentar a 8 millones de personas en el mismo período, lo que es casi igual a la población de Bogotá.

Tristam Stuart, es uno de los mayores activistas en el mundo que lucha contra el desperdicio de alimentos y existen organizaciones como Foodwin, https://foodwin.org/, una asociación que busca disminuir a cero la pérdida de comida en Europa mediante distintas iniciativas, entre ellas la realización del concurso The Foodwaste Awards, https://foodwasteawards.be/. Francia se convirtió en el primer país del mundo en prohibir a los supermercados tirar comida en buen estado, mientras que en enero del 2017 el Parlamento Europeo –los países miembros de la Unión
desperdician 88 millones de toneladas de comida anualmente– votó a favor de reducir a la mitad el desperdicio alimentario para el año 2030.

El 64% de las pérdidas se ocasionan en la etapa de producción, poscosecha, almacenamiento y procesamiento industrial, el 36% restante se desperdicia en las etapas de distribución y menudeo y en los hogares.

Pérdida: ineficiencia en la cadena de producción.
Desperdicio: hábitos de consumo y manipulación en centros de venta.

En la cadena de suministro de frutas y vegetales se pierde un 20% durante la colecta y clasificación, se pierde un 3% durante el almacenamiento y transporte, se pierde un 2% en la producción de jugos, enlatados y horneado, se desecha un 9% en la venta al mayoreo y se consume sólo un 47% de lo que se produce; se pierde o desperdicia un 53% mientras en el mundo mueren aproximadamente 25.000 personas diarias por hambre.

Otra actitud que no se entiende, es la relacionada con la apariencia exterior de los alimentos, y dentro de ésta cultura del culto a las formas estéticas establecidas culturalmente y consideradas bellas, pareciera que las frutas y verduras compiten en reinados de belleza, nadie quiere comprarlas, ni los supermercados las reciben si su apariencia no es regular, redonda, sin arrugas, sin dobleces, sin manchas… ¿acaso saben diferente o cambia el aporte de nutrientes? “No hay alimento feo para el hambre” dice una portada de la revista National Geographic, publicada en marzo de 2016, que dedica su portada a este tema.

¿Acaso costó menos abonar el terreno, comprar las semillas, cultivar o recolectar? ¿Acaso sus valores nutricionales cambiaron si su exterior cambió? A veces es bueno parar… decir basta, poner el freno y plantearse el por qué de cada compra y a quién queremos apoyar con nuestro consumo. Si el voto es la forma de expresarse en una democracia (idealmente…), la compra es la manera de apoyar un tipo de empresa, negocio, consumo, de trabajo e incluso de sociedad…

Comprar productos a punto de vencerse, o de apariencia diferente a la esperada, es todo un cambio de hábitos, de paradigma… Hace unos años no imaginábamos la desaparición de los rollos de película para tomar fotos, en la mayoría de las casas había teléfonos fijos y sólo unos pocos tenían acceso a los costosos celulares, los televisores eran grandes y no pensamos que su delgadez permitiría colgarlos en la pared como cuadros, las transacciones bancarias se demoraban varios días, eran pocos los cajeros electrónicos y el poder realizar transacciones bancarias desde un computador y más aún, el hecho de que en cada casa hubiesen no uno, sino muchos computadores, no estaba dentro de lo esperado. Los celulares actuales son potentes computadoras y sirven como despertador, agenda, calculadora, cámara fotográfica, filmadora, grabadora, libreta de notas… ¿habíamos imaginado algo así? La respuesta es no, claro que no… y toda ésta reflexión ¿para qué? Para decirles que se hace necesario un cambio de cultura al momento de comprar los alimentos, que la sostenibilidad no sólo es ambiental sino también de la comunidad en la cual estamos viviendo, que necesitamos consumidores más eco conscientes y que es el concepto de responsabilidad social el que demanda y hace necesario éste tipo de cambio. Yo compro, yo decido, yo no desperdicio por muchas razones: la primera quiero contribuir a disminuir la pérdida de alimentos y no dejarme atrapar en el culto a las formas y a las apariencias exteriores hasta en los alimentos que consumo, los cuales al ser troceados, licuados, mezclados, exprimidos lucen igual y tienen las mismas propiedades nutritivas y el mismo sabor de los que tienen apariencias más redondas, brillantes y hermosas, antes de procesarlos. Las frutas y las verduras recolectadas en su punto óptimo de maduración tienen mucho más sabor que uno recolectado prematuramente por condicionantes del transporte y que debe madurar desprendido de la planta.

Cualquiera puede ser miembro de slowfood, puede pertenecer a una comunidad o a un convivium, puede apoyar al movimiento o simplemente puede simpatizar con su filosofía y empezar a buscar un consumo de alimentos: bueno, justo y limpio. Una excelente manera de hacerlo es comprometiéndose, a título personal, con la disminución del desperdicio de alimentos, el planeta, su bolsillo y sus congéneres se lo agradecerán.

Cocinera. Docente. Slowfood Manizales*