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Sobre museos y otros mitos

Por: Andrea Ospina Santamaría*

Fecha de publicación: 07/05/2021

Acercamientos desde las artes visuales a la idea local de museo.**

Hagamos un ejercicio: Pregúntales a varias personas lejanas al sistema artístico y cultural por cuántos museos y centros culturales conocen en la ciudad. Si la respuesta no es un no rotundo, continúa indagando ¿Qué saben más allá del sustantivo? ¿Qué se hace allí?

Manizales es una ciudad con instituciones en torno a las artes plásticas que han tenido un difícil proceso de consolidación y que aún no logran posicionarse del todo en el imaginario cultural de la ciudadanía, como si conociéramos el sustantivo, pero no los verbos que lo implican. En este caso me posiciono pensando en los museos – pero seguro que puede extenderse a otras figuras que pasan por situaciones similares – y me veo rodeada de una constante dificultad para pensar el sistema del arte más allá de la mercantilización que fuertemente reflejan escenas como Bogotá; espejismos que han tenido un elemento recurrente expuesto ante los estudiantes de artes como un único horizonte posible: el circuito de ferias de arte. Por otro lado, en ocasiones (no muy constantes) se mencionan las convocatorias públicas, de difícil acceso, alta competencia y procesos de gestión complejos que muchas veces se escapan al manejo del artista emergente.

Ante eso, hemos creado una especie de respuesta que en silencio aceptamos como bases de un sistema útil para dicha meta: Primero, exposiciones que se concentran únicamente en la inauguración, quedando inactivas el resto de su calendario, desmontadas en tiempos muy cortos (que ni siquiera merecen el dinero invertido) y sin actividades adicionales que realmente hagan una reactivación de contenidos. Segundo, un registro que intente ser prolijo, no como buena práctica profesional sino como excusa que reduce las experiencias de las artes visuales a un uso posterior, en los casos más básicos para el docente, en los medianos, para las redes, en los más avanzados para el portafolio. Y por último, y lo más importante, han cambiado nuestra producción visual con un falso pensamiento de que entre más portable mejor y que la calidad se mide en el cuadro de 2x2m que permiten estos eventos.

Y dentro de estos solemos cometer el error de asumir un público implícito inexistente, que son los estudiantes de artes y humanidades. En la mayoría de las ocasiones, el no ver un abanico de posibilidades más allá de las mencionadas, hacen que se pierda el interés por asistir, aprender y ampliar otro tipo de redes y gestiones que proponen desde lo expositivo. Las personas que deberían estar interesadas en el área en los contextos locales no son necesariamente un público asiduo de sus eventos, comúnmente incluso se siente excluido.

No tengo ninguna respuesta y soy consciente de que cada iniciativa de la ciudad ha pasado por dificultades muy complejas, intentando mantenerse activos en un lugar que parece expulsarnos. Pero considero que realmente es necesario comenzar a proponer nuestra participación en las escenas locales, como Manizales, desde un flujo diferente y unos roles establecidos que distan de los contextos hegemónicos. No solamente es la necesidad de pensar mejor nuestras prácticas expositivas, sino empezar a tener en cuenta los aspectos que las circundan como el archivo, la financiación, las comunidades y la legislación.

Desde estos es posible repensar la institucionalidad, y con ello, la mediación, la gestión y los públicos. Pero para ello en necesario primero replantearnos ¿cómo aporta el trabajo del artista visual dentro de espacios como los museos y los centros culturales, más allá de la exposición o la colección? Cuando exploro las relaciones entre procesos específicos desarrollados dentro del pregrado de artes plásticas en la Universidad de Caldas, en investigación/creación, y la forma en que han sido vinculantes para el trabajo en otras áreas como la museología, la curaduría y la mediación, me doy cuenta de que el aporte del artista, mucho más allá de lo técnico y de los resultados de un proceso de obra, va en una forma de comprender el mundo, de leer los códigos y de establecer intercambios fluidos de saberes. Una exploración que va desde los formatos hasta los conceptos y permite una verdadera diversificación de los puntos de vista desde los que leemos la realidad y la forma sensorial de asumirla.

Instalación participativa Copyright #1 por Andrea Ospina Santamaría, exposición CTRL-C / CTRL-V, Calle Bohemia, Armenia, 2016.

Estos ángulos, tanto desde la virtualidad como en otros territorios, son puente de lenguajes específicos que permiten acercamientos a diferentes comunidades y proyectos interdisciplinares o nociones difíciles de explorar desde el lenguaje académico tradicional como la ausencia, la memoria y lo popular.  El artista local como una paradoja reta al sistema – tanto como se reta a si mismo -, y a su vez, lo construye.

Carla Pinochet, antropóloga chilena, propone en su texto Derivas críticas del museo en América Latina la siguiente pregunta: ¿Cómo indagar en la especificidad del museo latinoamericano sin reducirlo a aquello que le falta? (2016, pág.28) precisamente cuestionando la costumbre de remitirse siempre a lo local como algo incompleto frente a lo hegemónico, algo desfasado o que aún no ha logrado ser. Como respuesta, entre muchas otras, propone rastrear los nuevos usos y sentidos que lo museal adquiere en estos contextos y su contante cambio.

Desplazo esta pregunta a comparaciones como Manizales frente a circuitos como Bogotá; creo que en este tipo de ciudades sin grandes centros característicos, una clave está en fortalecer ese ecosistema que permite a los museos ser lo que son: más allá de las instituciones que conocemos como tales, otros procesos más híbridos, experimentales y autogestionados refuerzan y acercan a los públicos y estudiantes a las funciones que comúnmente tiene el museo o el centro cultural, como son las formas de hacer archivo, reflexionar la institucionalidad, entender el ejercicio expositivo y la necesidad de hacer memoria, así como la educación y la mediación cultural.

Ejercicio participativo de Las Profesionales (Andrea Zuñiga y Aixa Echeverry), en la exposición Pa’ Gozar: relatos visuales en torno al carnaval (Alianza Francesa, 2018). Fotografía Manuela Jaramillo.

Dejo entonces como una alerta la cantidad de ocasiones en donde nuestros eventos, gestiones y procesos culturales, tal como fantasmas, desaparecen en el tiempo sin dejar rastro, se posicionan solo momentáneamente o los dejamos consumir en un mar de supuestos en donde, entre mucha publicidad hay poca acción. Un llamado a hacer archivo, a buscar comunicaciones más eficientes y a valorar los procesos que con tanto esfuerzo hemos llevado a cabo sin medirlos con la regla de las grandes escenas de arte.

Creo que necesitamos comprender lo museológico (más allá del museo) dentro de su capacidad instituyente, discursiva y situada, en donde debe dialogar con su territorio y claro, sus creadores. Un llamado a pensar procesos museológicos capaces de actuar sin resguardo, que generan campo en lugar de soportes físicos, en donde fortalecer el museo es vitalizar su desenvolvimiento, las líneas que lo transversalizan y la necesidad de su existencia (o revisión).

Laboratorio de Curaduría y museografía de La Caja Producciones, 2018. Orientado por Laura Puerta, Andrea Ospina y Juliana Ceballos.

*Artista Plástica – Gestora Cultural y Comunicativa.

**En la foto de la entrada Conferencia con David Pupiales, performer de la comunidad Quillasinga en la exposición Pa’ Gozar: relatos visuales en torno al carnaval (Alianza Francesa, 2018), con invitados principalmente del cabildo indígena universitario de Manizales.