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Sobre puentes embrujados y hexágonos de colores: Una reflexión del Biocultural 2020

Por: Tomás Marín Puerta*

Fecha de publicación: 03/10/2020

Recuerdo que hace años se había puesto en marcha una campaña de prevención de accidentes viales que consistía en unas intervenciones en medio de las calles y una serie de comerciales para la televisión. De las propagandas que daban por la televisión se me quedó grabada una en particular, en ella se mostraba a un padre con un regalo para su hija siendo arrollado por un carro, luego se veía su cuerpo tirado en el pavimento con un objeto a su lado mientras de fondo sonaba la voz de la niña pidiéndole que le trajera un libro. Esa publicidad me marcó durante mucho tiempo. Había veces que le pedía alguna cosa por teléfono a mi papá y, al colgar, mi mente reproducía el mismo comercial esta vez siendo protagonizado por él. Luego vinieron las figuras: estrellas negras de cuatro puntas, forma alargada y bordes amarillos que eran pintadas en plena carretera con la intención de hacer saber que alguien había muerto en ese punto en algún tipo de accidente vial. Las únicas calles que recuerdo tenían estas pinturas eran la Paralela por el sector de Confa de Versalles y la Avenida Bernardo Arango por el sector del antiguo Supermercado del Centro que se encontraba en la Galería.

Todas estas memorias salieron a flote cuando vi unas nuevas figuras, esta vez hechas encima del andén del Vizcaya. Hexágonos pintados de colores rojo, azul, verde, cian y amarillo, con textos como: TOMATE UN MINUTO HAY UN MUNDO POR DESCUBRIR o SIEMPRE CREE EN TI. Se hicieron en el marco del pasado Festival Biocultural de Manizales que se desarrolló durante el mes de agosto. El evento, con un recorrido de varios años, se enfoca en el arte urbano: se les brinda a los artistas invitados, locales y nacionales, un espacio de la ciudad para que hagan su propuesta, casi siempre en forma de mural, acorde con la línea curatorial planteada para la respectiva versión. En este caso se sumaron a los tradicionales muros otro soporte: el suelo. Los hexágonos nacen de la idea de concientizar a los habitantes del municipio sobre una problemática que se ha venido desarrollando durante años: la alta tasa de suicidio entre la población.

Buscar información sobre el puente Vizcaya en la internet implica leer solamente titulares, muchos de ellos amarillistas, sobre las personas que decidieron terminar con su vida en este lugar pero, antes de su inauguración en el año 1994, el mismo panorama se presentaba en otro viaducto local: el puente Olivares. Según un artículo de La Patria, en los años 50 muchos suicidas se tiraban al vacío desde el Olivares, la mayoría de ellos lo hacían al salir borrachos del bar La Última Copa que estaba justo al lado de la estructura. Ahora, si se busca información sobre el Olivares en la web, salen noticias sobre arreglos y reportes de tránsito sin rastros de su oscuro pasado que parece haber heredado el Vizcaya. Armando Silva (2006) en su libro Imaginarios Urbanos utiliza el término ‘fantasma urbano’ para denominar las características simbólicas que le asignamos, como habitantes de un territorio, a un lugar en específico:

Llamo fantasma urbano a aquella presencia indescifrable de una marca simbólica en la ciudad, vivida como experiencia colectiva, de todos o de una parte significativa de sus habitantes, por la cual nace o se vive una referencia de mayor carácter imaginario que de comprobación empírica (p.113)

Según el último reporte que encontré de Medicina Legal Seccional Caldas, el 69,7% de las personas que cometieron suicidio durante el año 2017 lo hicieron en viviendas, seguidas del 9,1% que lo hicieron en vía pública. Sinceramente esperaba que este último porcentaje fuera mucho más alto. He estado en varias conversaciones (y no necesariamente con personas nacidas en el municipio o en el departamento) en las que el Vizcaya se utiliza como metáfora sobre el suicidio, por ejemplo en frases como ‘después del parcial voy para el Vizcaya’. Incluso he visto varios memes en Facebook que se valen de la idea del Vizcaya como símbolo local del suicidio para hacer reír. Pero resulta que los porcentajes reales ofrecen una perspectiva distinta: existe una presencia fantasmal, siguiendo el planteamiento de Silva, habitando el Vizcaya que, como todo espectro, genera miedo a partir de lo que creemos como verdadero pero que resulta ser falso al contrastarlo con estudios e investigaciones. El problema local del suicidio va mucho más allá del viaducto. Entonces ¿para qué hacer una intervención allí? Silva (2006), después de explicar que los fantasmas urbanos son producto del imaginario colectivo, habla sobre la importancia del estudio de estos:

La idea brusca y determinista de que en la ciudad lo que importa es lo “real”, lo “económico”, lo “social”, ha dejado por fuera otras consideraciones más abstractas pero no menos reales: podemos decir que lo real de una ciudad no es sólo su economía, su planificación física o sus conflictos sociales, sino también las imágenes imaginadas construidas a partir de tales fenómenos, y también las imaginaciones construidas por fuera de ellos, como ejercicio fabulatorio, en calidad de representación de sus espacios y de sus escrituras (p.146).

La propuesta del Festival Biocultural es muy relevante porque se basa en esas imágenes imaginadas que menciona Silva: si los hexágonos se hubieran hecho en algún otro espacio, con la misma intencionalidad, no tendrían gracia. Trabajar sobre el imaginario colectivo, los fantasmas, es trabajar sobre símbolos que calan directamente en la mentalidad del territorio. Pintar el andén del Vizcaya es pintar encima del símbolo del suicidio municipal sin importar que tanto corresponde con la realidad su reputación.

Ahora, siendo muy sincero, no soy muy fan del resultado de la intervención en el Vizcaya: las frases me parecen repelentes y muy graciosas, en un sentido irónico, y creo que se hubiera podido hacer algo muchísimo mejor si el enfoque hubiera sido como el de las estrellas negras con las que comencé el texto: una suerte de cementerio de lápidas pintadas en el andén con números de líneas amigas de prevención del suicidio. O incluso haber hecho los hexágonos, obviamente sin las frases, no en el Vizcaya, sino en la calle de Palermo que pasa a través de él, como una obra que sólo podría verse bien desde la perspectiva de alguien que se haga muy en el borde del puente. Pero esa es una de las muchas facultades de la propuesta: nos lleva a generar ideas de cómo podríamos contribuir a que se solucione la problemática y, en mi caso, me lleva a reflexionar sobre lo que yo hubiera hecho en su lugar. Entonces ¿pueden los hexágonos salvar vidas? A corto plazo lo dudo mucho, pero recuerdo que, después de varios años, en los lugares en los que se hicieron las estrellas negras, se pintó otra cosa: una cebra. Y con ella llegó su amigo el semáforo. Esto tanto al frente de Confa de Versalles como de lo que hoy es el SuperInter de la Galería. La semilla se plantó, habrá que ver cuánto tarda en germinar.

Y al final, luego de ver los bellos trabajos que hicieron los artistas invitados al Festival Biocultural, yo me quedo con los hexágonos sin firma y con la frase de Silva (2006):

Quizá sea la forma de establecer un parangón sostenible entre el ciudadano y el artista: mientras el arte público de hoy habla de ‘intervenciones” o de “performance” los ciudadanos, desde siempre, hacen la ciudad interviniéndola (p.317).

REFERENCIAS:

Silva, A (2006). Imaginarios Urbanos. Bogotá, Colombia. Arango Editores Ltda.

https://www.medicinalegal.gov.co/documents/20143/50116/BOLETIN+SUICIDIOS+MANIZALES+2017.pdf/1f879bb4-6027-8f47-2b59-ab29ea9db85c?download=true

https://www.lapatria.com/manizales/80-metros-de-historia-sobre-la-quebrada-olivares-399802

Fotografía de Cristian Andrés Aristizábal. Tomada del Facebook Manizales Biocultural.

*Estudiante Artes Plásticas. Universidad de Caldas.