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Son para ti

Por: Mario Hernán López Becerra*

Fecha de publicación: 01/02/2019

En la fotografía El viejo-Rigo. Foto de Carlos Velásquez de su libro en preparación Historia de la salsa en Manizales

Es probable que los aficionados a la música cubana y a la salsa clásica en Manizales tengan un origen común: Timbalero fue el punto de partida de una fiesta que en sus inicios convocó a estudiantes vallunos y costeños que llegaron a hacer carreras como ingenieros en la Universidad Nacional; buena parte de la clientela de origen local estudiaba en la Universidad de Caldas, la salsa también la bailaban profesionales recién graduados y trabajadores de pequeños negocios ubicados en los alrededores. En una estrecha pista de baile, con paredes sudorosas decoradas con espejos grandes y cuerina roja, se encontraron codo a codo, durante casi tres décadas, dos generaciones de rumberos.

Sentados alrededor de mesas de aluminio redondas, los bailadores esperaban el primer acorde de algún tema sonero para saltar a la pista. Al fondo del local, justo al lado de la columna junto a la barra, cada fin de semana los mejores clientes fumaban y brindaban con ron o aguardiente cristal como homenaje a los coros inigualables de los hermanos Lebrón.

La discoteca (discoteca es un nombre en franco desuso) estuvo ubicada unas pocas cuadras arriba de la iglesia de Los Agustinos, muy cerca de las cantinas en las cuales el tango y la milonga hicieron del barrio -que lleva el mismo nombre de la iglesia- un sector popular, bohemio y malevo. En los rincones musicales del viejo barrio de Los Agustinos se encontraban cada semana los aficionados a la música argentina y los bailadores salseros; en algún momento, esa coincidencia produjo un tipo de baile de pasos cortos, juego reiterado de brazos y cabeza gacha que algunos llamaron salsa manizaleña. Quizá por esa razón, sobre el repertorio salsero de origen puertorriqueño y neoyorquino, se impuso el sabroso baile del cañandonga.

Empezando este siglo El Viejo-Rigo vendió el negocio; con el nuevo dueño, Timbalero se trasladó hacia el sector de la plaza de toros. Probablemente la expansión comercial hacia el oriente de la ciudad, el surgimiento de la zona rosa y la llegada masiva de aficionados a la salsa hecha con temas dulzones fueron marchitando la buena rumba hasta su cierre y transformación posterior en mito urbano. En las redes sociales aún se encuentran círculos de amigos de Timbalero (“solo vieja guardia”, se lee en facebook).

Vieja guardia es una expresión que se escucha en algunos sitios donde ahora se congregan los sobrevivientes de las transformaciones inevitables en la música y el baile. En lugares como La Galería Bar, en la zona de El Cable, estudiantes, profesores, funcionarios de todas las causas y bohemios de oficio escuchan con nostalgia, alegría o devoción las canciones de Héctor Lavoe, los temas de La Fania, el repertorio cubano, los boleros antillanos y los nuevos ritmos que vienen de la mano de fusiones culturales. La Galería mantiene el aire de cantina para adultos que se ha ido perdiendo en las salsotecas con la llegada de diseñadores de escenografías para crear fantasías juveniles.

Algunos estudiosos de la música han sentenciado la muerte de la salsa, otros ritmos se imponen modificando el repertorio gestual; en las grandes discotecas cada uno baila a su manera como expresión de autonomía o como performance. Los sobrevivientes de Timbalero se encuentran en lugares pequeños, con grupos de conversadores, mesas de madera y cantinero amigo. Si usted llega un jueves o un viernes desparchado a La Galería Bar, en el edificio Cervantes, pida un trago en la barra y dígale a Carlos que le haga sonar una canción de la orquesta Sierra Maestra: Son para ti.

Primera sede de Timbalero en el Barrio Los Agustinos de Manizales. Foto Carlos Velásquez.

*Profesor Universidad de Caldas.