Volver

Spencer: la angustia silenciosa de una princesa

Por: Andrés Rodelo*

Fecha de publicación: 27/01/2022

La nueva película del chileno Pablo Larraín puede verse desde hoy en Cinépolis Manizales, a las 8:00 p.m., en función subtitulada.

Hay una anécdota reveladora acerca de la princesa Diana de Gales. Minutos antes de un concierto de Michael Jackson en Londres, pudo charlar con el Rey del Pop, a quien preguntó si cantaría Dirty Diana (Diana Sucia, en español). Jackson dijo que no, por respeto a su majestad, pero Lady Di señaló que era una lástima, pues amaba la canción. La respuesta cogió por sorpresa al cantante y bailarín.

En especial, sirve para darse cuenta de que estaba en las antípodas de las formas inflexibles y el decoro de la nobleza. A pesar de la solemnidad del papel que desempeñaba, la princesa era una mujer sencilla, relajada y con sentido del humor, valores que, como podrán imaginar, no facilitaron su adaptación a la compostura y la rigidez expresiva de la realeza británica.

Justamente, la dificultad de asimilar aquella vida, con la ansiedad y la angustia que traía, es el tema central de Spencer (2021), la nueva película del cineasta chileno Pablo Larraín, que puede verse desde hoy jueves en Cinépolis Manizales. Protagoniza Kristen Stewart.

Esta cinta parece conformar una serie de películas a cargo de Larraín sobre esposas de nobles y jefes de estado paralizadas por el existencialismo y el dolor. La primera fue Jackie (2016), en la que Natalie Portman encarnaba a Jacqueline Kennedy tras el asesinato de su marido, el expresidente de Estados Unidos John F. Kennedy.

Aunque la semejanza no es solo temática, sino de estilo. Si hay un valor admirable de la filmografía de Larraín es su versatilidad: desde el despliegue de formas y la experimentación de películas como Neruda (2016) o Ema (2019) hasta la sobriedad, elegancia y delicadeza de sus dos largometrajes para Hollywood: Jackie y Spencer.

Su más reciente trabajo es una indagación psicológica que se zambulle en la mente agotada y convulsa de la princesa Diana, justo para el momento en que suma años en la Casa Real Británica y en que sus hijos, los príncipes William y Harry, viven la adolescencia y la infancia, respectivamente.

Es notable su irritación, al punto de que la capacidad para seguir disimulando aquel desagrado ha llegado al límite. Stewart da cuerpo y forma a un ser que emerge del escondite en el que se mantuvo durante años y que ahora sale con violencia a la superficie en busca de aire, desesperada por reconciliarse consigo misma y afirmarse en el mundo sin ataduras.

Todo bajo una perspectiva minimalista, limpia y simple con la que Larraín hace que percibamos la inmensidad de los espacios, la fluidez y la armonía de los movimientos (prepárense para mucha steadicam, al estilo Terrence Malick), la belleza de entornos en donde grandes palacios se conjugan con el verde rural.

En lugar de un relato sobre la realeza abarrotado de lujo, pompa y grandiosidad, Spencer opta por el brillo y la sencillez de unos cuantos elementos puestos con sensibilidad en el espacio. Un fondo de privilegio y glamour que ocupan escasas figuras humanas, las cuales lidian con la desesperación, la melancolía y el pesimismo.

Porque Spencer es un refinado y cruel cuento de hadas. Una princesa secuestrada en su gran castillo, presa de una indolente tradición que estrangula su individualidad y su libertad. La psique afligida de una mujer a causa de circunstancias y fuerzas que la someten, pero que con espontaneidad y chispazos de alegría se enfrenta a un entorno decidido a marchitar cualquier asomo de vida.

*Crítico de Cine.