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Tenebrosa creación

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 30/10/2023

Con la clonación, la fertilización in vitro, los transgénicos, los trasplantes de órganos, los injertos de tejidos, todos los demás avances tecnológicos y científicos, y los experimentos con humanos de hoy en día, sistematizados con la inteligencia artificial y sincronizados con el mundo virtual, el jugar a creadores de especies humanas, no se ve tan extraño como en el siglo XIX, cuando lo vislumbró una gran escritora visionaria, quien se atrevió a plasmarlo.

Estos planteamientos los aterrizó la compañía teatral Viajeinmóvil de Chile, creada en el año 2006, y en esta oportunidad nos presenta una adaptación de la novela Frankenstein, o el moderno Prometeo, historia escrita a sus diecinueve años por Mary Shelley y publicada en 1818.

Con una escenografía que consta básicamente de un biombo que permite actuar a un intérprete y cinco marionetas que simulan personajes en varias escenas, un mueble que puede servir de mesa de operaciones o depósito de desechos o partes humanas, y un adecuado juego de luces acompañadas de vapores que pueden ser nauseabundos o aromas deliciosos,  es todo, para que un actor y manipulador de marionetas logren esta creación.

La historia comienza en un laboratorio en donde Víctor, el científico escribe a su prometida Elizabeth explicándole el porqué de su ausencia, pues debe aplazar su viaje hasta concluir un trascendental experimento, con el que pretende cambiar el concepto de la muerte, pero no entra en detalles. Se trata de reconstruir seres humanos con partes útiles de diferentes cadáveres. Lleva una bitácora con sus avances, pero cuando piensa que ha concluido y la criatura aparece, horrorizado no le queda más que escribir en ella, “experimento fracasado”. Abatido abandona el laboratorio y exhausto se echa a descansar, abandonando la criatura que por demás en medio de vapores se ha erguido de la mesa de operaciones o mejor de reconstrucciones.

El ser recién creado tiene una apariencia que lo hace tenebroso y repugnante. Sale y después de un largo recorrido llega a una feria de diversiones en que no es extraña su presencia, pues creen es parte del espectáculo. Luego abandona el lugar y se dirige a un recóndito bosque en el que mora una familia pobre a la cual comienza  a proveer de alimentos de los que carecen, no se deja ver, pero lo consideran un genio bueno. Luego allí, entabla conversación con el abuelo ciego y le explica su infortunio, con los ojos del alma que son sus manos, el abuelo le palpa la fisonomía y comprende el porqué de los prejuicios de los humanos y su rechazo por ese ser que ha sido tan bondadoso con ellos, sin esperar retribución alguna.

A todas esas el científico quedó como en hibernación durante seis meses que estuvo inconsciente, después de recobrarse tiene un encuentro con Henry, su mejor amigo a quien confía su secreto y temor por la represalia que pueda tomar la criatura. Efectivamente, a este amigo cobra la afrenta de haber sido abandonado por sus creador y así como a él le dieron vida, el la quita. Aterrado el científico, se compromete a crearle una compañera que no le rehúya, que lo acepte como es y lo acompañe siempre, así ella sea tan fea y tan imperfecta como él, pues será el amor el que supla el resto.

Le pone como plazo la noche de la boda de Frank con su Elizabeth, pero al final el científico decide romper su juramento e ignorar a la criatura. La reacción ante ese ser tan despreciable que ni siquiera le quiso dar un nombre a él, su creación, es hacer sentir al científico tan miserable como se siente él, privándolo de la compañía que no le quiso suministrar, sería su última víctima y así su última esperanza.

Desamparado y errante buscando sosiego frente a tanta burla e injusticias, a tanto odio y rechazo que produce, pero que en el fondo tiene las mismas cualidades y defectos de los humanos de donde partió, la nobleza y la villanía, los sentimientos de amor y odio y las demás características de los mortales que lo crearon. Finalmente lo encuentra a manos de un alma caritativa que después de saber su mísero relato, decide ayudarlo a encontrar la calma y así descansar en paz de las consecuencias de los ambicioso actos humanos.

Cuando el rigor científico no está acompañado de una ética a toda prueba, la soberbia de los científicos, el afán de protagonismo, la ambición de notoriedad, hacen tomar a veces decisiones cuyo resultado además de impredecible, puede convertirse en castigo a tanta vanidad,. Cuantos fracasos hemos conocido y hasta padecido.

* Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.

Foto Lina Castaño.