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«Tomamos los aspectos más absurdos de la narrativa y buscamos el lado más humano», el método de la Companhia do Chapitô

Por: Rafael Santander *

Fecha de publicación: 27/11/2023

Hace casi un mes se presentó acá en Manizales, en el auditorio de la Universidad Nacional de Colombia, la compañía de teatro Companhia do Chapitô de Portugal con una versión cómica de Antígona. Este montaje me hizo pensar inmediatamente en el drama satírico con el que los trágicos de la Grecia clásica concluían su trilogía de tragedias con las que participaban en sus competencias teatrales.

Algún espectador conservador y distraído podría entrar a ver el montaje de Antígona realizado por la Companhia do Chapitô y juzgarla como vulgar, irrespetuosa y de mal gusto, un comentario válido desde el punto de vista de quien entra a la sala esperando el rigor académico de un clasicista y la gravedad y solemnidad que inspiran la lectura universitaria de los clásicos griegos.

Este montaje cocreado por su elenco: Pedro Diogo, Susana Nunes y Tiago Viegas, de forma escandalosa torna del revés la tragedia de Antígona, con el rigor de un taxidermista o de un forense, esta terna actoral extrae las vísceras y despedaza la tragedia de Sófocles mientras exhibe al público una sonrisa de placer contagiosa, germen de la risa.

Atrevida e irreverente, esta versión de Antígona nos cuenta la fábula mediante una economía impresionante. El escenario es un cuadrado blanco y el vestuario camisones color marrón claro y botas. Hay una ausencia completa de ambientación escenográfica que nos ubique en algún contexto y la utilería es al tiempo anacrónica e inverosímil como vemos en los martillos de carpintero con los que luchan Eteocles y Polinices, en las cenizas de Eteocles almacenadas en un termo metálico y el cuerpo de Polinices devorado por unas aves carroñeras que se toman la molestia de llevar un tenedor al banquete. Una serie de decisiones geniales.

Una vez logramos superar estas dificultades para entrar en la narración nos encontramos con lo prodigioso: cuando en ese contrato implícito entre artista y obra aceptamos todas esas cláusulas de inverosimilitud que la compañía espera que aceptemos, de manera que Tiago y Pedro en medio de la escena pueden cambiar de lugar, haciendo ambos del cadáver de Polinices según el personaje que se necesite en la escena y cuando entendemos que el mal olor que despiden los cadáveres es un gesto con las manos y empezamos a ver el mundo narrativo en cada convención y cada gesto.

Primero establecemos un pacto fuerte, una complicidad narrativa con la compañía y luego la obra lucha por robarnos la ilusión que esta misma ha creado mediante su autorreferencialidad. El ejemplo más destacado es, quizás, la línea de diálogo de Ismene: «Antígona, ¿alguna vez escuchaste de una tragedia con mi nombre?» y también es digna de mención esa alquimia teatral que transforma las piedras de mármol en la mano de Creonte por «pelotas de ping-pong». Solo a través de la risa logramos conciliar este absurdo; después de nuestro esfuerzo para aceptar estos códigos, una vez estamos cómodos con ellos, la Companhia do Chapitô lucha por correr la alfombra bajo nuestros pies.

En esta versión de Antígona que exhibe con orgullo las costuras resulta fascinante que ese cuadrado blanco en el centro del escenario que indica el espacio diegético se expande hasta ser uno con el auditorio. Mágicamente, en los últimos minutos somos también griegos con nuestros trajes también anacrónicos y hacemos parte también de la escena.

Esta serie de decisiones estéticas a medio camino entre el juego inocente y el ejercicio intelectual, el principio del teatro asociado a la idea infantil de «hacer como si…» que choca con las ideas de lenguaje, convención y contrato, nos hacen sentir que la propia puesta en escena hace chocar a las dos fuerzas que, trenzadas en conflicto, tejen la obra: la naturaleza y la civitas, la ley de los dioses y la ley del Estado.

Y para mayor sorpresa, y con gran regocijo, contemplamos que en ningún momento este trío nos comunica arrogancia o superioridad intelectual. Por el contrario, esa frescura y esa sencillez que transmiten en todo momento hacen entrañable a toda la estirpe maldita de Layo e incluso este Creonte tan terrible logra que amemos odiarlo.

En diálogo con Tiago, Susana y Pedro, el elenco completo de Antígona, nos comentaron algunas de sus ideas tras esta alegre profanación.

 ¿De dónde viene la idea de poner del revés las tragedias clásicas que lleva haciendo la compañía?

Susana: El trabajo de la Companhia do Chapitô es muy desprovisto de parafernalia: trabajamos con el cuerpo, con la voz, con el ritmo. Tomamos los aspectos más absurdos de la narrativa y buscamos el lado más humano. Queremos desmitificar personajes, bajarlos del altar y ponerlos en situaciones cotidianas para ver su parte cómica y ridícula. Así acercamos los clásicos a la gente. Queremos que todos los públicos y todas las edades se acerquen a estas narraciones tradicionales sin simplificarlas. Son muy buenas obras y se mantienen actuales, por eso se siguen montando después de siglos.

Tiago: Los clásicos, específicamente los griegos, tienen una riqueza visual muy grande. La violencia, los crímenes, la guerra y la sangre te permiten contar desde la imagen y poder expresar y explicar mucho con el cuerpo.

Pedro: Además en casi todas las tragedias, por ejemplo en la Antígona de Sófocles hay momentos claros de humor. Los guardias, por ejemplo, son personajes cómicos y eso nos simplifica el trabajo.

¿Cómo es el proceso creativo del montaje?

Susana: Este es un trabajo colectivo que surge de las improvisaciones. Hacemos una lectura del texto, lo estudiamos y buscamos otros referentes. Empezamos a trabajar desde el vacío. A contar la historia desde nuestro punto de vista. Mantenemos a propósito algunas partes del texto original, pero también contribuimos con nuestra improvisación.

Pedro: Antígona no es una obra fácil. Habla del derecho natural y del derecho del Estado, y eso es muy complicado. Empezamos estudiando y conociendo muy bien la historia y después nos preguntamos cómo contarla de forma que la gente pueda entenderla.

¿Cómo generan la distancia que permite que la tragedia se vuelva cómica?

Tiago: Al final no se trata de caernos de una banca, pero sí se puede caer de una banca para contar. La situación embarazosa de alguien puede ser cómica para otro, es según el punto de vista. Tratamos de que la comedia sea una forma de contar la tragedia. Es tragedia más tiempo.

Susana: Cuando estás verdaderamente aterrorizado con algo o sufriendo mucho por algo tu mente busca un pensamiento convencional, algo que te aleje de eso que te aterroriza, una salida para que puedas seguir funcionando mientras estás en una situación insoportable. Cuando los hermanos de Antígona se matan en la guerra y ella no puede hacer nada por ellos, eso es sumamente trágico, es terrible. Alguien diría «Susana, es comedia, no sufras tanto, no lo hagas con tanto dramatismo», pero yo creo que no. Hay una búsqueda de una verdad en ese dolor de Antígona, pero luego aparecen los problemas: ella no puede ni hablar por toda la sangre que tiene encima e intenta caminar pero resbala por toda la sangre que hay en el suelo y esto crea una distancia con lo terrible de la situación. No le quitamos su fuerza, pero creamos distancia.

Pedro: Chaplin para mostrar el hambre de uno de sus personajes lo hace comer su bota y eso es cómico, pero no tiene nada de cómico alguien que no tenga nada que comer. Nuestra búsqueda es la misma. Usamos el humor para traer el público a la escena.

La figura de Antígona se ha tomado en Colombia, en medio de nuestra historia de violencia, como el símbolo de la mujer buscadora, aquella que quiere enterrar el cuerpo de sus seres queridos. ¿Ocurre algo semejante en Portugal? ¿Cómo dialoga la obra y el personaje con el público colombiano?

Tiago: En Portugal hemos tenido dictadura y presos políticos, pero no como en Colombia. La figura de Antígona es la de una mujer que se va a sublevar frente a su tío, frente a su manera de ver la política, es un manifiesto contra el Estado y contra la ley, personifica la voluntad de sepultar al hermano contra la prohibición.

Susana: A veces nos preguntamos eso y miramos nuestra historia frente a los españoles, por ejemplo. El sufrimiento en Portugal ha sido más velado. Tuvimos una dictadura y ha habido mucha miseria y hambre, pero no tuvimos guerra civil ni luchamos contra el ejército de Napoleón. La gente se acerca a estas historias de una forma muy personal, acá la cultura popular está muy cerca de estas figuras. En Portugal vas a encontrarte en los pueblos con cuentos o pequeñas historias que son adaptaciones de lo clásico pero con otros matices, no pasa allá lo mismo que acá con Antígona.

Yo creo que hay una urgencia muy grande de ver la historia de vosotros acá, de esta legitimación de la violencia por parte de los gobiernos y las autoridades y de cómo la gente va contra eso. Dicen «hay algo que va más allá de esto, hay una moral, hay una ética: el respeto y el amor de los unos por los otros». Y el respeto por la humanidad es mayor. Por eso yo creo que Antígona sigue fuertísima y sigue teniendo un carácter global.

Pedro: Nos encanta la energía del público colombiano. Hay algunos chistes para la gente que conoce la historia y vemos que acá la gente sabe de lo que estamos hablando. Antígona ya la presentamos en Bogotá y la gente estuvo muy pegada con la obra. El público nos comunica mucho también.

* Escritor. Realizador de cine.

Fotografías Lina Castaño.