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Transparencia narrativa

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 02/12/2022

El seis de octubre del 2022 la Academia Sueca en Estocolmo anunció la entrega de su galardón número ciento diecinueve del Premio Nobel de Literatura iniciado en 1901. Francia es el país que más premios de estos ha obtenido, dieciséis. Este reconocimiento universal solamente lo han recibido diecisiete mujeres y es la primera vez que se hace a una francesa. Ahora correspondió a Annie Ernaux y curiosamente el ganador la primera vez en 1901 también fue un francés, Sully Prudhomme.

El portavoz de la Academia al anunciar el resultado explicó algunas de las razones para la selección: Examina de manera consistente y desde diferentes ángulos una vida marcada por fuertes disparidades en cuanto a género, idioma y clase. Su trabajo es intransigente y está escrito en un lenguaje sencillo y limpio. Es merecedora, por la valentía y agudeza clínica con que aborda los recorridos, las fortalezas y la recuperación colectiva de los recuerdos personales

El presidente francés Emmanuel Macron al referirse a ella afirmó: Su voz es la libertad de la mujer y de los olvidados del siglo. Se une con esta coronación al gran círculo de los Premios Nobel de nuestra literatura francesa.

Annie Ernaux (Lillebonne1 de septiembre de 1940) es una escritora francesa, catedrática y profesora de letras modernas graduada en la Universidad de Rouen y luego en la de Bordeaux. Sus primeros años y su juventud los vivió en Yvelot, en Normandía, en un hogar modesto, donde sus padres simples obreros muy trabajadores y luego pequeños comerciantes, vivían de lo producido en una tienda-bar en cuyo medio disfrutó bastante su niñez. Desde allí se nutrió de elementos para desarrollar su trabajo inicialmente de ficción, pero pronto evolucionó a algo más autobiográfico con lazos estrechos en la sociología. Sus temas van de lo físico, un cáncer de mama, un embarazo, un aborto, el Alzheimer que padeció su madre, la vida simple de sus padres, a lo social, sus orígenes, su formación, sus trabajos, las clases sociales y sus condicionamientos, el feminismo, etc., por eso se declara como una etnóloga de sí misma.

Su obra está constituida por más de treinta libros, de los cuales el primero escrito en 1974 fue Los armarios vacios en el que narra sus recuerdos de infancia y adolescencia vividos en una pequeña población en donde sus padres servían a una variada clientela en su bar-tienda, atendida por su padre y su madre, respectivamente. Para ella, hija única y muy consentida, constituyó todo un mundo por descubrir esa aglomeración de productos tanto de la tienda como del bar, ese permanente desfile de gente tan variada, ese vocabulario y jerga con los que se expresaban, los relatos que escuchaba, la condescendencia de sus padres, la tolerancia a sus caprichos, constituyeron para ella entre sus cinco años, y hasta los diez, un lugar idílico.

La tienda, es la tentación siempre satisfecha, pero a hurtadillas. Mi madre lo sospecha,   pero hace como que no se entera. Un caramelo por aquí, un caramelo por allá. Trozos de mantequilla que sustraigo, lonchas de queso cortadas al bies a cuchillo, que no se   note, blandas y amarillas en el extremo de los dedos.

Como ambos padres se mantenían ocupados, ella era quien inventaba los juegos, ya fuera para divertirse sola, con Monette su mejor amiga, o con otras compañeritas; las cajas las utilizaba para armar tiendas de campaña, empaques y cartones eran usados para formar escenarios de diferentes representaciones, inclusive programas como los que escuchaba en la radio, las botellas enfiladas eran su público, también se servía de las revistas que su mamá leía cuando le quedaba tiempo.

Yo tenía cinco, seis años. Denise Lesur, feliz de los pies a la cabeza… La tienda, el bar,   mi padre, mi madre, todo gravita en torno a mí. Asombrada de haber nacido con todo   eso, en comparación con el resto de las chicas de la Rué Clopart, sorprendida por pensar en ello, por intentar entender por qué.

De ese sueño y por su bien como siempre lo pensaron sus padres, pasó a iniciar sus estudios en un colegio privado que con esfuerzo pudieron pagarle, pero ese era otro mundo que inicialmente le pareció hostil, lejano y que no encajaba en su modelo de realidad en el que se formó. Desde el comienzo sintió el rechazo no solo de sus compañeras sino de sus profesoras. Sus maneras provincianas, su forma de expresarse, su comportamiento y en general su idiosincrasia, no compaginaba con el resto del grupo.

El modelo de enseñanza muy rígido, el lenguaje utilizado en las cartillas de lectura le parecía monótono, repetitivo y con frases muy elaboradas. Allí encontró el primer contraste entre su vocabulario adquirido en su medio y el que ahora era necesario adoptar así le pareciera forzado, artificial y a veces ridículo, pero era el que se debía utilizar en el colegio. Igual le sucedió con los juegos que le parecieron tontos, las descripciones que hacían sus compañeras de sus hogares y ocupaciones de sus padres, fue motivo de choque cultural pues constituyó una burla el trabajo de los suyos. Fueron muchas las humillaciones, los abusos y en general los malos ratos, pero todo esto le sirvió para encontrar no solo en el estudio, sino en la lectura, un refugio seguro.

Así fue como empecé a querer triunfar, contra las chicas, contra todas las otras chicas,    las engreídas, las remilgadas, las pijas… Mi revancha estaba ahí, en los ejercicios de gramática, de vocabulario, en esas frases raras que había que seguir hasta el final como largas murallas dentadas a través de un desierto, sin llegar nunca a ninguna parte.

Aprendió a adaptarse a ese nuevo medio, a celebrar los malos chistes de las profesoras, a valorar lo aprendido así no le pareciera, le tocó vivir una farsa para lograr sobrevivir, una simulación permanente, perder autenticidad para ganar aceptación. A todo esto, ayudó su fértil imaginación que le sirvió para variar las narraciones sobre sus padres y el medio en que se desenvolvía, a la vez que la utilizó para castigar en su mente a quienes la acosaban, aunque ya la respetaban por ser la mejor alumna.

Después de esa adaptación comenzó una revalorización no solo del medio en que se crio sino de sus padres. La sordidez del bar-tienda comparado con los sitios a los que ya tenía acceso, las amistades que empezó a frecuentar, los muchachos que empezaron a invitarla, los espectáculos culturales a los que asistió, en fin, la depuración de sus costumbres, le produjeron malestar. La transición de un medio popular en el que se crio a un medio burgués, lograda por la preparación, el estudio y la traumática asimilación del nuevo entorno, la convirtieron en una trásfuga de su clase social. Sintíó vergüenza de su origen modesto

Cinco años, seis años, creo que los quiero. Dios mío, en qué momento, que día la pintura de las paredes se vuelve horrenda, el orinal empieza a apestar, los tipos del bar se convierten en borrachines, en despojos… Cuándo comencé a sentir pánico a parecerme a mis    padres… No fue un día en concreto, no hubo ningún desgarro… Los ojos que se abren… por tonterías. Aquel mundo no dejó de pertenecerme en un día. Hicieron falta años antes de ponerme a gritar frente al espejo que no puedo aguantarlos, que les he salido rara…

Definitivamente el medio, sus lecturas, su fértil imaginación, sus nuevas amistades, el refinamiento en sus maneras de pensar, decir y hacer, la fueron moldeando de tal forma que ni ella misma percibió el verdadero cambio; sus padres le parecieron muy elementales, sin gustos estéticos como los de ella, muy básicos en sus conversaciones, y sus diversiones muy rudimentarias y poco interesantes. Lo único que les preocupaba era mantener a flote su establecimiento, por lo demás grotesco.

Justamente ese nuevo modelo de vida adoptado, esa libertad que sienten los universitarios, esas peligrosas diversiones, esa irresponsabilidad en cuanto a la seguridad requerida en las relaciones sexuales, la llevaron a atravesar una situación que, además de inesperada, no contó con el apoyo de su compañero, desembocando así en la necesidad de recurrir a un aborto clandestino, como lo era en su época. Así sola, angustiada y asustada con este episodio, vuelca todo su odio reconcentrado en quienes no debiera hacerlo, aunque al final recapacita.

 Puede que nunca vuelva a correrme si todo se va al traste aquí adentro. Un castigo. Si me vieran… “Acabarás mal” ¿Cuándo pronunciaron por primera vez esa antigua predicción, mis viejos? Hace un mes, casi les suelto en la cara que estaba preñada, para presenciar la   catástrofe, para ver como se quedaban blancos, se retorcían, esas viejas máscaras de tragedia permanente, cómo se ponían a chillar histéricos, y yo gritando de alegría, de rabia, que les estaba bien empleado, que lo había hecho por ellos, para fastidiarlos, por feos, por miserables y catetos. No he podido abrir la boca. Para empezar, no me habrían dejado arreglármelas sola. Además, esas cosas nunca me atreveré a decírselas… jamás se lo imaginarían… Lo han hecho todo por mí.     

Definitivamente se requiere mucha entereza para narrar hechos tan dolorosos mezclados con otros tan placenteros, constituye una clara muestra de objetividad y si además se hace con un lenguaje sin eufemismos, ni metáforas, sino tal como los hechos ocurrieron, es lo que nos proporciona en su obra esta gran escritora, Annie Ernaux. Esa transparencia y esa sencillez en la forma de transmitir su pensamiento, lo encontramos en sus otros libros, en los cuales desarrolla episodios de su vida que le dejaron marcas imborrables y nos las quiso compartir. Admirable.

*Profesional en Filosofía y Letras. Universidad de Caldas.