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Un nuevo despertar

Por: Germán Sarasty Moncada*

Fecha de publicación: 29/09/2021

La 53° versión del Festival Internacional de Teatro de Manizales, fue presencialmente inaugurada con la obra Historia de una oveja, escrita y dirigida por Fabio Rubiano, en unión con el Teatro Colón de Bogotá  y el Teatro Petra. Dicha obra, con una escenografía muy funcional y apropiada a sus diversos momentos, con la adecuada iluminación que proporciona el Teatro Los Fundadores, con fondos musicales que  conmueven y con todos los protocolos de bioseguridad que deben imperar respecto del aforo de público y el distanciamiento exigido, nos presenta uno de los problemas sociales más conmovedores de nuestro tiempo, no solo por el impacto que sufren sus víctimas, sino por el desarraigo que causa y la desesperanza que entraña, además de las muertes que arrastra.

La narración corresponde a algunos de los habitantes rurales de la vereda Santo José, pero puede ser en cualquier otra, porque constituye una aberración más extendida de lo que se quiere admitir. Vemos a la niña Tránsito, el egipcio Alí y la oveja Berenée, en situaciones casi incomprensibles por lo dolorosas que resultan y eso en un país, dizque civilizado. Por los diálogos nos damos cuenta de la tragedia que se cierne sobre Tránsito, el egipcio y su familia, incluyendo a su inocente ovejita, que se considera como la niña de ese grupo y así lo revela en sus comentarios, pues habla de paseos en lugar de desplazamientos, en diversos juegos en los que participan sus vecinos y no en masacres a las que son sometidos, etc.

Por la crudeza del relato, todo es simbólico, los muertos representados por los zapatos que dejaron, las muertas por sus ropas colgadas de los arboles, y el lenguaje utilizado como arma disuasiva para lograr no solo el traspaso de las propiedades, si no el viaje forzoso a otros lares, para poder tomar posesión de sus tierras. En esto será clave el personaje apodado el muñeco, fanfarrón, dicharachero y mujeriego que siempre les hace ofertas que deben ser aceptadas so pena de recibir otra orden de muerte. Siempre implorando a Dios y afirmando que todo lo que hace es por las vías legales, vaya a saberse que entiende él por esas vías, es su ley la que impera.

Las paradojas están a la orden del día y lo vemos en el egipcio Alí, con vocación de migrante, antes internacional, abandonando su tierra para huir de las guerras del desierto, quien creyó encontrar en esa vereda la tranquilidad añorada y ahora venía a ser un migrante interno, como los han denominado sarcásticamente a quienes sufren ese desvío. La supuesta niña Transito, ha sido madurada por los golpes de la vida y es ahora aun con sus pocos años la que lleva las riendas y toma las decisiones así no sean las más apropiadas, con el fin de proteger su vida y la de los que confían en ella.

Otro de los macabros personajes lo constituye la mandadera, quien lleva y trae no solo razones, sino información a sus jefes quienes hacen saber que las razones que mandan, son para cumplir sin plazos, ni explicaciones, igual las vacunas con que financian sus gastos menores y la búsqueda de oportunidades para sus tropas. Detrás de todo esto están los descuartizamientos, el cierre de las escuelas, pues las consideran centros de adoctrinamiento, el reclutamiento forzado de menores y todas las barbaridades de las guerras fratricidas.

Después de deambular huyéndole a la muerte, pero acompañados siempre de la incertidumbre y el acecho, vagan sin rumbo; los separan, se reencuentran, viajan a tierras desconocidas, recalan en refugios provisionales de entidades de socorro y al fin encuentran quien los escuche, los entienda y trate de aliviar sus penas, restituyéndoles lo arrebatado. Llegan a su antigua vereda, pero todo está muy cambiado, por no decir destruido, hablemos de transformado, pero tienen el empuje y el coraje que dan las ganas de continuar, esperando esto sea ya definitivo. Un nuevo despertar.

*Profesional en Filosofía y Letras Universidad de Caldas.