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Una comedia con su buena dosis de absurdo

Por: Rubén Darío Zuluaga Gómez*

Fecha de publicación: 30/09/2021

Grupo: PETRA.  Obra: EL INTERROGATORIO

“Todo lo que pasa en un país, puede caber en esta mansión”, en la mansión Gualteros. Ella es una actriz de cine mudo que habla hasta por los codos y él un comisario que viene a entrevistarla porque  a su casa vinieron de visita personajes que luego desaparecieron: dos integrantes de circo, una empleada y un habitante de calle. Es la primera vez que Fabio y Marcela, por asuntos de la pandemia, deciden trabajar juntos, él es el dramaturgo y Fabio el comisario, ella es la primera actriz, coprotagonista y la histriónica muy falsa verdadera actriz, parlanchina y tramadora.

Desde la primera fila en el teatro de la Universidad Nacional un miércoles de Festival a las 9:00 p.m. se hace evidente que estamos ante una farsa: dice la verdad Fabio o miente el comisario. Porque la verdad es que el primero que llega con todas las credenciales de interrogador, termina siendo el criado que hacía del personaje del comisario. El espectador es engañado de entrada, pues cuando empieza a creerle al personaje y le pone las esposas a la actriz porque la ha arrinconado y obligado a confesar, entonces se descubre el perverso plan: es solo un juego para engañar a los espectadores. Allí no hay personajes de verdad, en el sentido dramático, es decir, con una psicología, una historia de vida, etc., sino más bien unos personajes del absurdo, hechos de simbología pura y nada más.

Pero la mansión Gualteros, analógicamente podría ser como lo que le pasa a “Polombia”, donde los desaparecidos no aparecen o si aparecen se inventan culpables, donde se matan personas inocentes y se les pone uniformes de guerrilleros, donde la verdad se dice como si fuera una mentira y las mentiras se dicen con tono presidencial. Es la mansión Gualteros o la casa de Nariño, un sofisma de distracción, donde consideran “La comisión de la verdad” la mayor enemiga de los padres de la patria. La actriz de cine mudo o el actor principal del reality nacional están confundidos entre lo que es la mentira y verdad, sin embargo, poco importa eso cuando los muertos se esconden tras una cortina de humo… los amigos de la paz.

“El interrogatorio” es una farsa, digamos comedia con su buena dosis de absurdo, pues Marcela en su bipolaridad dramática puede inducirnos al llanto o arrancarnos una risotada en el lapso de un segundo, y Fabio un actor más bien pusilánime, plano, estático, tiene el complemento ideal, por ello tal vez lo quieren más las cámaras que los escenarios. Pero vale reconocer la estrategia dramatúrgica en la que el comisario, perdón Fabio, es muy dinámico y puede expresar su bipolaridad literaria. Lo que, si nos enseña Petra, y por eso es tan querida por el gran público colombiano, es que no podemos dormirnos como espectadores, que hay que estar despiertos, porque al final de la pieza podemos enterarnos que todo era una ficción y que los personajes en los que creíamos realmente eran otros y que todo es una vana ilusión, nada es de confiar, y que la vida como la realidad nacional es puro teatro.

Fotos Festival Internacional de Teatro.

*Docente Universidad de Caldas