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Una conversación con Fabián Hernández y Felipe Espitia de Un varón

Por: Rafael Santander *

Fecha de publicación: 27/09/2023

«Cuando uno ha sentido que lo han agredido, la violencia deja de verse como un espectáculo»

Estrenada en abril de 2023, Un varón después de cinco meses de su lanzamiento sigue dando de qué hablar, ahora con su papel de representante colombiano para los premios Oscar. Esta película que puede resultar obtusa, angustiosa y difícil, después de un diálogo con su director y protagonista, otorgan luces nuevas para su lectura. El ethos de Fabián como realizador le impide hacer entretenimiento a partir de la vida difícil de la calle, así como tampoco puede condenar a sus personajes y a los actores que los encarnan mediante el relato trágico. Estas ideas, en conjunto con el espíritu inquieto y ambicioso de Felipe Espitia, proyectan luces que nos permiten verla fuera de las convenciones del cine marginal como la historia épica de “un varón”, entendido como el representante de unos valores personales y vitales, enfrentado a un contexto de “machos” que pretende apagar el brillo a su nobleza.

A Fabián: ¿Cómo es el proceso de trabajo desde sus primeros cortometrajes hasta Un varón?

Fabián Hernández: Yo venía haciendo cortometrajes con adolescentes en el centro de Bogotá, en la localidad de Mártires y Santa Fe que trataban los temas que a mí me interesan mucho que son la ambigüedad, la sexualidad, la familia, la violencia, la calle… Crecí en contextos así y grabé las películas en calles por las que anduve de adolescente. Llegué a la idea de Un varón haciéndome preguntas que me parecieron pertinentes sin querer mostrar miseria, sin mostrar esa carne y esos cuerpos que apetecen mucho los festivales o las miradas extranjeras, sino mostrarlos con dignidad, con respeto, conservando la vida de mis personajes y de mi elenco..

¿Cuál es la responsabilidad del director con el elenco de actores naturales para que no resulte nociva la exposición y atención mediática en el momento de poner a circular una película?

La clave es no usar a las personas. A través de las imágenes también se puede hacer extractivismo de los sentimientos y las emociones. Entonces no es solamente ir a filmar a unos marginales para sacarlos en una alfombra roja y después “nos pillamos” y le echo una llamadita al mes. Con Pipe y los muchachos llevamos 7 años trabajando, conociéndonos. Hay una red que nos permite pensar no solamente en la película y los resultados, sino también en las vidas de nosotros. Si usted trabaja con personas que tienen una carga de vida compleja, debe entender que está iniciando un proceso que genera no solo unas repercusiones económicas sino también psicológicas y yo trato de cuidar mucho eso.

¿Cómo han sido esos siete años desde que lleva su formación como actor? ¿Cómo ha visto ese progreso?

 Felipe Espitia: Con el tiempo me he venido dando cuenta de que ya no me da ese miedo de cámaras, de expresarme. Digo que esto tiene más trabajo, más estudio. Pa’ esta película necesitaba estudiar y tener la herramienta para sacarla. Y yo creo que sacando esas herramientas se dieron los frutos y le estoy dando gracias a Dios. Esta experiencia me cambió: yo iba a ser futbolista, estuve en escuelas de fútbol, hice breakdance, todo me gusta, pero creo que voy a seguir con la actuación. Hay que reconocer que esto cambia vidas.

¿Qué habilidades cree que se necesitan para lograrla como actor?

Guerrear, estudiar, salir adelante, no dejarse llevar por lo que le digan los demás y sudarla porque esto no es fácil. Esto es pa’ varones y el que no se la proponga no la hace. Aprender mucho de cine, no ser solo actor sino aprender de producción, de cámara, de sonido; y hacer amistades, yo creo que ha sido una chimba conocer gente y sacarla.

¿Cómo se logra narrar esta historia que no tiene interés en contar un argumento clásico sino en mostrar experiencias y emociones?

FH: En Un varón había una bestia que no quería domesticar y tenía que ver conmigo, mi vida, mis anécdotas. Ese guion no era cosa de contar una historia sino que fue un ejercicio de memoria: me empecé a acordar de unos eventos que me sucedieron y a partir de ahí fui tratando de guiarme, no por el contenido dramático, sino por las sensaciones y por expresar a través de imágenes cómo me sentía. Después aparecen Pipe y los muchachos y aportan sus expresiones y experiencias de la vida actual, ellos llegaban con una cosa muy viva y fresca que tampoco quería domesticar y que se iba a domesticar si se “contaba bien”. Es como un pescado vivo que salta en las manos y yo no lo quería aplastar. Se filmó tratando de guardar la espontaneidad, los diálogos no son aprendidos ni memorizados porque yo no quería robots, y en la edición fue igual: dejamos que el montaje revelara la película, no fue fácil darle una forma.

Yo me preocupé más por conservar esa espontaneidad que desde el comienzo existía que por hacer algo así o asá para que “se pareciera más a una película”, no seguí ese tipo de consejos. No tengo tampoco la pretensión de hacer un cine entertainment o de solo ganar premios. Queríamos expresar nuestras ideas políticas y sociales, no contar una “historia buena” que deje satisfechos a los espectadores. Si el cine sirve para expresar emociones, sentimientos e ideas, estamos bien.

¿Cómo construye el personaje de Carlos? ¿Qué toma de su vida, de la de sus amigos y de la imaginación?

 FE: Lo que muy pocas personas pueden hacer, que es ponerse en los zapatos de un desconocido, eso fue lo que hice yo. El socio (Fabián) me decía “yo quiero hacer esto y esto” y yo me iba metiendo en la historia. No fue tan difícil porque Carlos no tiene mucha diferencia con mi vida. Seguí el visaje, seguí con lo que yo hablo y lo que soy yo. Carlos es como si fuera mi socio, no un parcero desconocido y quería crear un personaje chimba, que fuera creíble, que fuera entendible, que fuera un varón pero más siendo calle. Metí mi manera de haber cambiado cuando entré a la calle, yo entré inocentemente. Con hambre o sin hambre, me quitaba de mi comida para darle a otro. Yo siempre he dicho que como uno trate a la gente, Dios lo trata a uno.

¿Cómo se trabaja desde la vivencia personal y cómo se materializa eso en la obra?

FH: En la calle me pasaron visajes muy complicados, tuve eventos en los que no la pasé bien y filmé calles reales donde me hicieron daño. Fue difícil para mí al comienzo volver a recordar, pero era necesario. Justamente era un proceso catártico. Yo tenía eso atorado y necesitaba expresarlo y ahora siento un alivio. Para eso ha servido también la película

FE: Fue difícil volver a sentir el golpe, regresar a eso que me hizo una vez daño, volver al pasado y verlo como un presente en ese momento, pero igual no me reprime, no me baja la moral, yo sé que valía la pena. Hay gente que dice que volver al pasado es malo, que daña la mente y el corazón, pero sí valió la pena, yo creo que fue la mejor inversión.

¿Recordar es de varones?

 FE: Eso es un varón el que lo hace, sí.

FH: Yo quería adjuntar que la película no es solamente extraer las emociones de la vida privada, también es producto de la creatividad. Es clave que no solo sea una cosa de “cuénteme qué tan duro le ha tocado” y esconderla tras el filtro de una cámara, sino que la ficción permite que los actores tengan una posición digna.  Los personajes tienen el poder de tomar decisiones y de decir algo. La película cuenta unos eventos que no condenan a sus protagonistas, que les preservan la vida y es clave dejar eso ahí en el tablero porque en el cine latinoamericano pasa mucho que se romantiza la marginalidad o que se poetiza la marginalidad y eso me parece… pues… muy maluco.

¿Y esa libertad de decisión también aplica para el público? ¿O por qué se toma la decisión de dejar el final abierto?

FH: Lo usual en las películas de ficción en contextos marginales es que al final el personaje termina matando o termina muerto y esa necesidad de cerrar así es cosa de la industria, que haya una conclusión que vaya al drama trágico. Yo quería dejar que el personaje tomara una decisión clave en la vida y que no ocurriera esa imagen fatal, eso sería una cosa terriblemente condenatoria, no solo para la película sino también para los actores. Como no hay esa persecusión de lo clásico la película se acentúa en una emoción final muy potente que puede incomodar a mucha gente por su duración porque rompe con la costumbre del “cuénteme más, corte, corte, acción, acción”, justamente hay pausa y hay vida. A mí me interesa que las sensaciones perduren, como esa imagen y esa sensación del llanto que perdura en la mente de los espectadores con más potencia que la imagen del disparo y el muerto.

¿Usted cree que Carlos no dispara?

 FE: No, no, no me trama. Yo no sé cómo se me ocurrió, pero yo le dije al socio, aguanta hacer una segunda parte. Yo creo que al man le vino, pum, el foco y dijo “no, vamos a dejarlo así y no lo vayamos a matar”. Fue chimba que esa conexión entre los dos nos sacó la idea. No aguanta poner una madre, un hermano, una familia a sufrir por un muchacho. A mí no me gustaría que llegaran a decirme que a mi hermano lo mataron. Yo no quiero ver a mi mamá sufriendo en donde esté. Esto no es una invitación a la agresividad, no es a la violencia. Así fue la película y si me preguntan: yo no me arrepiento de ninguna escena ni de ese final tan abierto.

FH: Es que cuando usted ha sentido la violencia en su cuerpo ya no la ve de la misma forma. Cuando uno ha sentido que lo han agredido, la violencia deja de verse como un espectáculo, usted la filma sin querer mostrar una imagen sensacionalista. Cuando usted ha sentido el rigor de la calle y la violencia en su cuerpo, eso ya no es divertido, se vuelve otra vuelta. Genera una sensación diferente porque la filma alguien que ha sentido el rigor de la violencia en su cuerpo y la actúa alguien que ha sentido la violencia de la calle también, por eso deja de ser un show.

FE: Y para agregar que acá estamos ready, activos, donde sea. Ahí en Instagram (@ehidang27j80) si tienen dudas me pueden preguntar. Yo sigo siendo la misma persona, estar arriba no significa que pierda uno la humildad. Pa’ mi gente, pa’ Colombia y para alrededor del mundo, ahí estamos.

* Escritor. Realizador de cine.