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Una experiencia estética de gran riesgo

Por: Rubén Darío Zuluaga Gómez*

Fecha de publicación: 28/09/2021

Obra: EN EL ESPECTRO VISIBLE. Grupo TEATRO MATACANDELAS-COMÚN Y CORRIENTE

En esta puesta en escena El Matacandelas viene asociado con dos agrupaciones más: Corporación Común y Corriente y Gordos Project. Como es característico, el grupo se confirma en su experimentación permanente, en su insobornable falta de estilo, en su permanente sorpresa a los espectadores, su fino sentido del humor y cierta desfachatez formal en el sentido de una violación permanente de la ortodoxia teatral: no hay personajes convencionales, situaciones, conflictos ni progresividad en las escenas, no hay fábula ni coherencia dramatúrgica. No es un teatro dramático en el sentido formal de la expresión clásica. Este montaje, particularmente, se presenta como un teatro de variedades con breves actos de diferentes registros.

La obra presenta distintos temas abordados por un “personaje” central que parece ser el eje coordinador de todo el entramado: genera ambientes, reproduce sonidos y simula un maestro de ceremonia. Paralelamente, se presentan a través de un video entrevistas callejeras sobre aspectos religiosos, inmigrantes venezolanos, divagaciones poéticas entre mujeres, también se muestran discusiones filosóficas e históricas fragmentarias. Son una serie de pequeños cuadros que a veces parecen estar conectados y otras no, en intervalos se ve y escucha un grupo musical muy bien equipado instrumentalmente y dos cantantes tropicales, además de un títere vergonzosamente autosuficiente que expone un galimatías que induce a la risa, no dice nada, pero es muy cómico.

Por momentos la obra parece tratar temas muy serios, pero de pronto, al mejor estilo Matacandelas, aparece una gran estructura estética para revelar alguna trivialidad, un pito fallido, algún gesto desproporcionado, o simplemente un actor revela la triquiñuela de su compañero para secundarlo en un efecto sonoro. De esta manera, el Matacandelas siempre es un desafío al sentido estético, filosófico o de la realidad; ellos hacen y deshacen significados, como en una playa hacen castillos de arena y soplan para que el viento los deshaga, crean la ilusión y se burlan de ella, se mofan de sí mismos y de los espectadores y eso sí, lo hacen muy seriamente: mamarle gallo al púbico, pero uno se siente honrado de estar en la sala y hacer parte del experimento fallido.

Según plantean los matacandelos, el papel del artista no es revelar el misterio sino abordarlo, sin dogmas, sin certezas estéticas y alimentadas por las maravillosas dudas. Para quienes hemos seguido el grupo en estos 42 años, en sus 55 montajes, podemos dar fe de la potencia creativa que los ha acompañado, comprometidos hasta el “tuétano” con el arte teatral en sus muy diversos lenguajes que lo complementan, pero siempre sobre un escenario, haciendo performance con la música, con los muñecos, con la narración, con el estatismo, con las atmosferas, con la literatura, con la dramaturgia.

Ver el Matacandelas es una experiencia estética de gran riesgo. Si llega el público es a reírse de sí mismo, de la vida y de las formalidades de la condición humana, tal vez ha logrado encontrar en la antioqueñidad un sentido universal a partir de sus autores más representativos, no solo los propios, todos vistos desde una poética que explora el alma humana para extrañarla, para ver su absurdo y tal vez el misterio insondable e incomprensible se revela como una ilusión.

*Docente Universidad de Caldas.

Fotos Festival Internacional de Teatro.